Repasando los videos de los concursantes de Gran Hermano me sorprende cómo la gente hace gala de lo que hasta ahora eran defectos. Por ejemplo, Jesús, a sus 23 años, afirma: “no tengo novia”. Para ilustrarlo, lo vemos gritando a una señorita: “Te ví a meter de tó menos miedo!” (sic). Y aún tiene el valor de preguntarse por qué no tiene pareja. Para responder, tenemos a sus familiares, que en teoría, le quieren: “Es un machista”, dice su hermana. “Sentimientos hacia ellas, ninguno”, dice otro hermano. Por esto, echaron a Carlos (el Yoyas) de la casa de Gran Hermano. En esta edición, por lo mismo, a Jesús lo meten dentro. Aunque estos personajes se justifican ante concursantes como Sara, que es “joven, mona, me paseo por marbella con una moto estupenda y comprendo los comentarios que algunos hombres me hacen”.
Estrella, de 25 años y orgullosa de ser propietaria de dos pisos, afirma que le gusta “provocar y que los hombres la miren por la calle”. Bravo. Esta chica trabaja en un centro psiquiátrico de disminuidos, de los que ha “aprendido mucho”. Justo después, vemos como un grupo de amigas le ponen una camisa de fuerza. Respeto ante todo, sí señor.
Pero si alguien pasará a la posteridad es Inmaculada, paradójico nombre si se observa su cara hipermaquillada. “La gente se asusta de mi maquillaje”, dice. Y no es para menos: he visto drag-queens más discretos que ella. Según esta chica, de pequeña era gorda. Por lo tanto, su mayor sueño era estar delgada. Así que se operó. Qué gran ejemplo para la juventud, sí señor. Gran Hermano fue seguido por cinco millones y medio de personas el pasado jueves.
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