'La Calle sin Nombre', cuando Richard Widmark empezaba

'La Calle sin Nombre', cuando Richard Widmark empezaba
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Esta misma semana la distribuidora Fox ha editado nada menos que quince titulos clásicos en ua colección titulada 'Fox Classics', donde podemos encontrar absolutas joyas como 'Laura' o 'Pasión de los Fuertes', por citar sólo dos ejemplos. Películas de las que iré hablando en su momento. 'La Calle sin Nombre' es otro de los títulos que aparecen en esa colección. La segunda película de ese gran actor que es Richard Widmark, que había debutado el año anterior, 1947, en un clásico del cine negro, 'El Beso de la Muerte', del gran Henry Hathaway, y donde estaba la famosa secuencia de un sádico Widmark tirando a una anciana en silla de ruedas por unas escaleras. Ese papel le lllegó a Widmark para especializarse en papeles de tipo duro, y casi siempre al otro lado de la ley.

Gene Cordel es un agente del FBI que tendrá que infiltrarse en una peligrosa banda, comandada por Alec Stiles, sospechoso de cometer dos asesinatos, mientras realizaba un robo. Cordel, poco a poco se ganará la confianza de Stiles, pero según sucede eso, se irá poniendo más y más en peligro.

El film fue dirigido en 1948 por William Keighley, un eficaz artesano que tuvo su época gloriosa en los años 30. Aquí consigue una de sus mejores obras, debido al excelente pulso narrativo que le imprime al film. Un prodigioso ritmo que hace que no disminuya el interés de la cinta, provocando además, un par de momentos de suspense únicos. Momentos en los que es usado como elemento dramático el silencio. Y de una forma extraordinaria, logrando una tensión excepcional. Son pocas las películas que echen mano de este recurso, y que tengan resultados increíbles. En ese aspecto, me viene a la memoria ese otro clásico de Jules Dassin, 'Rififi', en la que una escena de robo que dura 45 minutos, es en absoluto silencio, creando también una tensión pocas veces vista en el cine.

En el trabajo actoral nos encontramos con algo realmente curioso. El protagonista, Mark Stevens, es bastante inexpresivo, de hecho hay varias secuencias en las que es difícil creerse sus reacciones, porque no logra transmitir prácticamente nada. Uno de esos actores que no serán especialmente recordados, y que a pesar de un buen número de films, acabó refugiándose en la televisión. En frente de él, la maldad de Richard Widmark, alguien que era capaz de meter miedo con las caras de loco que ponía, o capaz de ser al mismo tiempo tu mejor amigo, o un tipo del que no puedes fiarte. Su malévola risa, casi una mueca, entraría con justicia en los anales del Cine. Aquí está sencillamente sensacional, dando vida a uno de esos malos que, como decía Hitchock, son los que hacen dar valor a la película. Ya no hay villanos así. Haber enfrentado a Stevens con Widmark, casi parece una broma de mal gusto, ya que el primero queda prácticamente en ridículo en comparación con el segundo, aunque ésto probablemente ni se lo imaginaban cuando hicieron la película, ya que Widmark era un desconocido.

En los roles secunadrios nos encontramos con John McIntire, uno de esos eternos secundarios maravillosos, capaces de dar verdadero peso a un film. Da vida al enlace del protagonista con la policía, y protagoniza varios momentos muy buenos, aunque también alguno un pelín ridículo, quizá porque visto hoy día no sea tan efectivo. Barbara Lawrence interpreta a la mujer del villano, pero es un personaje simplemente decorativo, uno de los puntos débiles del film. Esta actriz también terminaría pasándose a la televisión.

Cine negro del bueno, del que ya no se hace. Con su gama de grises, y sus clarooscuros retratados maravillosamente en la fotografía, sensacional, del gran Joseph MacDonald, uno de esos fotógrafos que sabían lo que hacían. En esta película hay unos juegos de iluminación sensacionales, en los que las cerillas tienen un protagonismo especial. Increíble que ésto se hiciera en aquellos años. De quedarse con la boca abierta. No me extraña que MacDonald trabajase para muchos de los grandes, como John Ford, por ejemplo.

Una película muy buena, que proporciona un entreteniemiento de los buenos, de esos de los que no miras el reloj, ni bostezas, ni te das cuenta del paso del tiempo, ya que sus 91 minutos pasan volando. Gran iniciativa la de Fox. Ya era hora. Pero que ahora no se estanquen.

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