Woody, un cuento (III)

Woody, un cuento (III)
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[Continuación de una historia que tuvo su segundo episodio en esta entrada].

“¿Es cierto todo lo que me estás contando?”, preguntó Lucas, alucinado con la pornográfica aventura. “No creo que tenga motivos ni para engañarte ni para tomarte el pelo”, contesté. “Y más, cuando hay confianza”. “¿Nunca la volviste a ver?”, volvió Lucas a la carga. “Un mes más tarde me encontré con ella en el metro. Tomamos un café y hablamos de todo lo que habíamos hecho en ese tiempo. Durante la conversación, aunque no creo que lo hiciera sin darse cuenta, su intención era ponerme celoso, llegó a decirme que había vuelto a hacer las paces con su antiguo novio y pensaban mudarse a otra casa para vivir juntos”, dije con la mayor naturalidad posible.

“¿Averiguaste por qué actuó de esa manera contigo en el cine?”, preguntó Lucas. “Por supuesto. No podía irme de allí sin saber por qué había actuado así. Entendía que me debía una explicación. Y eso fue lo que hizo, explicarme una historia que al final pensarás es de ciencia ficción”. Tomé un respiro y continué con el relato.

“Verás, su ex-novio y actual compañero sentimental como te he contado, por cierto se llama Allen Stewart, curiosa coincidencia, trabaja como corrector de diálogos y como creador de series cómicas para televisión, y es, según sus palabras, un reconocido cinéfilo. Supongo que seguirá coleccionando películas y montones de objetos relacionados con sus actores y directores favoritos, aunque como comprenderás es algo que ni me importa. Bien, Allison mantenía con él una relación que me definió como muy bonita, donde el sexo ocupaba su lugar adecuado. Una noche aburrida de tanto esperarle, como habrás supuesto ya vivían juntos antes, cogió la primera cinta de vídeo que encontró en la repisa y se puso a verla”. “¿Era de Woody Allen?”, interrumpió Lucas.

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“Correcto. Pero no era ‘Annie Hall‘ como en un principio puedas pensar, sino otra película, ‘Manhattan‘. La secuencia que más la entusiasmaba, no la que resultaría ser el origen de los delirantes sucesos posteriores, era la de Woody Allen corriendo por las calles de Nueva York, al son de las melodías de George Gerswhin, con la angustia de no saber si va a llegar antes de que Mariel Hemingway salga de viaje, y pedirla por favor que no se marchara porque se había dado cuenta de que la amaba (escena repetida y copiada en otras películas). A Allison le gustaba tanto esta escena porque la emocionaba pensar como sin una persona determinada, con el tiempo y cuando ya no estaba a tu lado, nos podíamos dar cuenta de que nuestra vida podía perder todo su sentido y estar vacía. En el fondo es una romántica.”

“Ahora imagínate a Allison sentada en el sofá viendo ‘Manhattan’. Al principio los personajes de Woody Allen y Diane Keaton no se soportan, como creo que no la has visto continúo, luego coinciden en el Museo de Arte Moderno durante la inauguración de una exposición, congenian y acaban la noche sentados en un banco viendo amanecer junto al puente de la calle 59. Empiezas a percibir que entre ellos puede surgir algo. Por cierto, la imagen y la vista del puente con un poco de niebla es preciosa.”

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“No quiero contarte la película”, dije moviendo las manos y cambiando de posición en la silla. “Estoy ignorando al resto de los personajes porque en lo que quiero hacerte hincapié no son importantes. En esta parte llega Stewart, justo cuando se levantan del banco.”

“¿Qué estás viendo?”, pregunta él. “‘Manhattan’, responde Allison. “Llevará aproximadamente media hora.” “¿Sabes?, es una de mis películas favoritas”, dice Stewart, “y ésta es posiblemente la parte que más me gusta”.

“Regreso a la película. Mary, el personaje de Diane Keaton, está liada con Yale, el mejor amigo de Isaac, Woody Allen, que está casado. Pues bien, Mary discute con él y busca consuelo en Isaac. Una tarde quedan en Central Park, y mientras están paseando cerca del lago empieza a llover. Chorreando de agua se refugian en el Planetario. Hablan sin parar de sus vidas, de sus problemas al tiempo que van recorriendo las distintas galerías. Notas que entre Diane y Woody hay química, que sin saberlo se empiezan a sentir atraídos”.

“Aquí viene la parte principal de la historia, y utilizaré las mismas palabras empleadas por Allison para contármelo. Estábamos juntos viendo la película, sentados y abrazados, muy cariñosos, sólo la luz del televisor iluminaba la habitación, me encontraba tan a gusto que comencé a sentir un hormigueo por el vientre, Eduardo, ¡me estaba excitando!, pero no podía imaginar que la película fuera la causante, sin escenas de sexo era incapaz de entenderlo, y aunque en ese momento deseaba hacer el amor me aguanté...”

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“Duré poco, al segundo aparecen Mary e Isaac en una cocina, ¿recuerdas esa escena?, sí, están comentando que el sandwich no es comestible y de repente, en un genial desarrollo de la acción, Isaac la dice que se acerque y le planta un beso en la boca, y ahí no pude aguantarme más, me abalancé sobre Stewart y le besé, le dije que hiciésemos el amor ahora, que no podía esperar, que estaba ardiendo, y que si se sabía el diálogo me lo recitara…”

“Paró la película en un primer plano de Woody Allen y me desnudó mientras decía los diálogos, y te puedo jurar que estaba disfrutando como nunca en mi vida, ahogada de placer y siempre mirando al televisor, me recito al oído entre jadeos: ‘Estabas empapada por la lluvia y sentí unos deseos locos de tirarte a la superficie lunar y cometer una perversión interestelar contigo’...”

“En ese momento tuve un orgasmo antológico… A la noche siguiente repetimos y volvió a suceder lo mismo en la misma escena, con el mismo primer plano de Woody Allen en la pantalla.”

En blogdecine | Woody, un cuento (I)
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