‘Ícaro’, más que un espectacular documental sobre dopaje es el thriller político más vibrante en años

‘Ícaro’, más que un espectacular documental sobre dopaje es el thriller político más vibrante en años

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‘Ícaro’, más que un espectacular documental sobre dopaje es el thriller político más vibrante en años

Hay algo durante los primeros compases de 'Ícaro', el vencedor en la categoría a mejor documental en los Óscar 2018 producido por Netflix que te hace pensar en que quizá, hay algo más interesante dentro de una investigación sobre dopaje institucionalizado de lo que puede atraerle a una persona a la que le da igual el deporte. Es más, para alguien al que no le apasiona el ciclismo, introducirse en el mundillo de los controles de EPO puede darle pereza en un primer momento, pero por alguna razón, deseas quedarte a ver qué pasa.

Y por supuesto, no solo ‘Ícaro’ va mucho más allá, sino que es, probablemente, uno de los mejores documentales de la década. Tan claro y tan simple. Es tenso, estremecedor e intrigante hasta niveles de novela de John Le Carré, Frederick Forsyth o Tom Clancy. Les prometo que no exagero ni una pizca. Pero para descubrirlo en plenitud, es idóneo verlo sabiendo poco de su desarrollo, por lo que si quieren mi consejo hagan una pausa en la lectura, véanlo y vuelvan a retomarla después.

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Desmontando el sistema

¿Cómo gana el Óscar un documental sobre deporte? El dramaturgo y actor Bryan Fogel quería examinar lo fácil que es engañar el control antidopaje del deporte profesional. Como ciclista aficionado, le inquietó el hecho de que alguien como Lance Armstrong pudiera hacer trampas durante tantos años y nunca fallar en una sola prueba. La idea era probar que la regulación que evita que los ciclistas se droguen era poco más que una pantomima. Para ello el documental adopta la forma de una especie de ‘Super Size Me’ (2004) pero con testosterona y anabolizantes en vez de hamburguesas.

El concepto promete poner en jaque toda la credibilidad del sistema y acabar, tristemente, con la ilusión por ese deporte. Pero el trascurso de los acontecimientos no solo hace que se derrumbe, sino que destapa, por accidente, un entramado más complejo y fascinante. Mientras realizaba el experimento como conejillo de indias, el realizador contactó con un médico ruso, el Doctor Grigory Rodchenkov, director del centro antidopaje de Moscú, para ayudarle a saltarse los controles.

Icarus 4 Netflix

Cuando Fogel lo conoce por primera vez a través de Skype en 2014 su objetivo es competir en la Haute Route, un evento anual en los Alpes para ciclistas amateur, para demostrar que si puede salirse con la suya, significaría que casi cualquier atleta puede hacerlo. Rodchenkov le pone un régimen de esteroides y hormonas mientras es cómplice del juego, descubriendo a un personaje extrañamente hilarante. Bromea con las muestras de orina, se chotea de las grabaciones de Fogel con chistes malos de pornografía y juega con sus perros. Todo un personaje.

El doctor, el ciclista y el tráfico de pis

En ese tramo de la película, se crea una relación especial entre el doctor y el director, pero en algún momento Fogel comienza a preguntarse por qué el jefe del laboratorio a cargo de los controles antidopaje en los Juegos Olímpicos de Sochi le muestra a un desconocido cómo doparse sin ser detectado. Y nosotros también. Y de repente, todo explota. En noviembre de 2015, Rodchenkov aparece implicado en un informe de la Agencia Mundial Antidopaje que lo vincula con el sistema de dopaje patrocinado por el estado en Rusia.

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El documental cambia completamente de rumbo, siguiendo a Rodchenkov en su huida a los Estados Unidos porque, básicamente, en Rusia empiezan a pedir su cabeza tras el escándalo. Tan inesperado para el cineasta como para el espectador, el nuevo escenario profundiza en la historia del doctor al mismo tiempo que este destapa los pormenores del engaño sistemático de Rusia en los juegos olímpicos, resultando ser la base de las acusaciones que hicieron que una gran parte de atletas rusos no volvieran a los siguientes juegos.

La KGB, desapariciones de compañeros de Rodchenkov, las manos del mismísimo Putin sobre el entramado y una escalofriante estructura de revelaciones progresiva que va utilizando tres bloques para el descubrimiento de la verdad según ‘1984’ de George Orwell, la lectura favorita del ruso. En un devenir absolutamente fascinante y sobrecogedor, vamos asistiendo a la minuciosa deconstrución de la conspiración, desmontando la organización de una corrupción sistémica y escalonada que tiene por protagonistas a las cabezas visibles del gobierno Ruso.

El hombre contra el imperio

Al mismo tiempo, la obra se descubre como una suerte de estudio de un personaje. En algunos momentos incluso recuerda a la relación de Tom Hanks y Mark Rylance en ‘El puente de los espías’ (Bridge of Spies,2015), sin nada que envidiar a esta en su trama de intriga e implicaciones políticas. Rodchenkov es excéntrico, adorable, y enigmático. Hasta tiene un ojo ciego como castigo en su pasado. Pocos guionistas podrían dar con un sujeto tan espontáneamente cinematográfico. A pesar de estar en peligro de muerte siempre saca tiempo para un chiste malo.

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Si su estoicidad ante la muerte sorprende, su naturalidad es clave para hacernos entender el desolador fondo de los descubrimientos. El problema no es destapar los escándalos, sino la asimilación de las trampas y el indulto por parte de las autoridades conforme el tiempo asienta el polvo y los casos van haciendo menos ruido. El contenido de los datos compartidos antes de los créditos finales solo pueden ser calificados como deprimentes y nos abren los ojos frente a la podredumbre bajo las instituciones, aunque utilice el caso del dopaje como ejemplo.

Dada a circunstancia del devenir del proceso, el papel de Fogel no solo se limita capturar la acción. Se convierte en defensor a ultranza de Rodchenkov, se reúne con abogados, le busca vivienda y facilita la dispersión de las evidencias del ruso a todas los estamentos a los que debe llegar. Cuando se reúne con científicos y funcionarios en WADA en 2016 y destapa las pruebas provoca un terremoto de incredulidad que pasa por el horror, la ira y la aceptación. 'Ícaro’ puede hacerte dejar de creer en el deporte de golpe.

El plano final se dedica al doctor ruso, cuya trayectoria implica una ambigüedad en la que no sabes hasta qué punto es víctima un régimen o culpable como el resto de implicados. Pero el hombre es tan encantador que dejas de tener en cuenta su verdadera motivación, nunca explicada, para promover la gran estafa da por su patria. ‘Icaro’ es un documental asombrosamente dinámico, con animaciones y materiales de archivo perfectos y una realización propia de veterano, pero el azar lo han convertido en una crónica única de un hecho histórico vergonzoso y revelador.

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