Walter Hill: 'Wild Bill', el retorno al western (II)

Walter Hill: 'Wild Bill', el retorno al western (II)
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Walter Hill volvió sobre otra mítica figura del oeste americano: James Butler “Wild Bill” Hickok, que ya había aparecido en numerosos films y series de televisión previos, tal es el caso de películas tan míticas como ‘El caballo de hierro’ (‘The Iron Horse’, John Ford) o ‘Buffalo Bill’ (‘The Plainsman’, Cecil B. DeMille, 1936) —una de las más famosas estando el personaje interpretado por Gary Coooper—. En la pequeña pantalla, el ejemplo más reciente y conocido es la estupenda serie ‘Deadwood’ (id, 2004-2006) en la que Hickok tenía los rasgos de Keith Carradine.

La citada serie tiene numerosos elementos en común con ‘Wild Bill’ (id, Walter Hill, 1995), la cual puede considerarse sin ningún problema una especie de precedente muy directo de esa obra maestra televisiva tan laureada y que lamentablemente se suspendió en su tercera temporada. Walter Hill fue contratado como director y asesor para el primer episodio. El mejor hermano de los Carradine fue quien dio vida a Hickok en dicha serie, intérprete que aquí da vida a uno de los mejores amigos de Wild Bill: Buffalo Bill.

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‘Gerónimo’ (‘Geronimo: An American Legend’, 1993) concluía con un abatido jefe indio a bordo de un tren camino de la reserva en la que pasaría el resto de su vida, ‘Wild Bill’ da comienzo con el violento enfrentamiento entre un indio, un jefe sioux al que da vida Steve Reevis, que ya aparecía en el film anterior de Hill. Un duelo a caballo violento y visceral que señala la valentía y arrojo del personaje central, el cual no teme a nada ni nadie. Los primeros veinte minutos suponen un montaje de Bill enfrentado en varias situaciones de muerte, saliendo victorioso siempre.

Los viejos tiempos

Una vez más Hill, que se encarga del guión a partir del libro ‘Deadwood’ de Peter Dexter y la obra ‘Fathers and Sons’ de Thomas Babe, demuestra una gran capacidad de síntesis a la hora de describir al personaje central, al que no trata demasiado bien a veces, y otras lo ensalza como una leyenda, aquella que se esconde en las historias que cuentan sobre él, algunas de ellas mostrando a Hill experimentando con la fotografía, como había empezado a hacer un poco en su film anterior.

Así pues, por momentos ‘Wild Bill’ evoca el viejo cine mudo, en una clara apuesta por los viejos tiempos, que en el principio del cinematógrafo eran en blanco y negro, los colores usados por Hill cuando Hickok tiene alucinaciones o simplemente se evocan tiempos pasados. Todo ello apoya con fuerza la visión sobre el personaje, sin duda lo más interesante del film, a lo que ayuda evidentemente la entrega interpretación de Jeff Bridges, al que secunda una estimulante Ellen Barkin en sus mejores tiempos, haciendo de Calamity Jane.

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Walter Hill, a la derecha, dando instrucciones en el rodaje

Aunque ‘Wild Bill’ intenta seguir una línea narrativa con la historia de un chico —un David Arquette bastante insoportable, como siempre— que quiere venganza porque su madre (Diane Lane) estuvo enamorada de Hickcok y culpa a éste de su muerte, historia desarrollada con suma sencillez y solucionada con mucha elegancia —los jugadores de póker habituales reconocerán el origen de una de las manos más famosas que existen, ases, ochos, la mano del muerto—, lo realmente interesante está en esos retazos sobre el total de su vida, de esa parte que lo convirtió en leyenda, y que se muestran como una especie de puzzle.

De entre los múltiples duelos o enfrentamientos que muestra el film, casi una forma de vida en el caso de Hickok, el más intenso es aquel que sucede al poco de empezar y el que Bill mata a su ayudante por error, víctima de la fiereza de un hombre que parece poner el alma cuando empuña un arma de fuego. Y como en toda leyenda, el verdadero carácter de Bill se encuentra en los silencios de su mirada, en las historias de sus amigos más cercanos y en ese grito, casi patético de Jane, cuando llega el irónico fin de Bill.

La película fue un fracaso aún mayor que la anterior, Hill echaría mano de un actor muy taquillero para la siguiente, el ejercicio de cinefilia más inteligente en toda la carrera del director.

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