'Wall-E', poesía cinematográfica

'Wall-E', poesía cinematográfica

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'Wall-E', poesía cinematográfica

A veces uno no puede remediar el ser un cotilla, y más en las previas de los pases de prensa, donde te puedes enterar de cosas muy interesantes. Una de esas conversaciones iba dirigida sobre las películas de Pixar (pase de 'Kung Fu Panda'), donde alguien explicaba que aquel que es capaz de hacer una película partiendo de algo tan sencillo como el mito del monstruo que se esconde detrás del armario, y producir un regalo como 'Monsters SA', se merece todo el respeto del mundo y la entrega total ante cualquier producto que realice. Ese comentario lo suscribo no sólo con aquella película, sino también con 'Buscando a Nemo', y el miedo del padre a dejar volar a sus hijos, o sobre lo que pasaría en la Tierra si las personas no la respetásemos, como 'Wall-E'.

A partir de ahí, Pixar se dedica a hacer un guión, tan sumamente bueno, que la idea inicial se convierte en un puzzle en el que van encajando las piezas con maestría, para culminar una obra de arte. Bien sea en poesía, en cine, o en lo que vosotros queráis, 'Wall-E' es una crítica a las decisiones que en términos de respeto al medio ambiente vamos tomando los humanos, pero también es una historia de amor entre dos robots que transmiten sus emociones mucho mejor que cualquier actor de éxito de los que tantos seguidores tienen, sin hablar y tan solo con su mirada. Es un homenaje al cine, y en especial a Charles Chaplin y su Charlot, con el que Wall-E tiene infinidad de similitudes en cuanto a personalidad y sentimientos. Y esa es la virtud de la obra de Andrew Stanton, su director, que según te vas metiendo en la historia y avanzando con ella, no solo buscas los homenajes que se van realizando a otras muchas películas, sino que empiezas a compararla con grandes obras de la historia del cine.

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El arranque al ritmo de un musical de Broadway te prepara para la sorpresa de un mundo apocalíptico donde un robot especial, curioso, inocente y de enorme corazón, vive lo mejor que puede realizando su trabajo. Pese a lo que pueda parecer, es el mundo del cine, la película 'Hello, Dolly', quien le hace despertar sus emociones, pensar en conocer a alguien que le haga vivir los mismos sentimientos que ve a través de ese vídeo que se pone todas las noches antes de dormir. Pensemos que estamos ante un robot que en teoría tendría que ser inexpresivo, pero que siente. Los primeros veinte minutos se dedican a conocer a Wall-E, hilando gags visuales geniales para compronder su personalidad. Nada sucede al azar. La rutina tiene un sentido. Descubrimos a Wall-E mientras él va curioseando todo como un niño, con la misma inocencia, hasta que descubre el amor, hasta que aparece Eve.

En las películas de Chaplin, Charlot representaba los ideales de un mundo antiguo que se revelaba contra el progreso de una sociedad que renunciaba a esos ideales con tal de tener más. Eve representa el futuro, sin sentimientos, tiene un trabajo y esa es su prioridad, no tiene ojos para nuestro héroe, pero al igual que Charlot, la inocencia, el corazón y la bondad logran calar en su coraza. La evolución de Eve y de su personaje no se entiende sin la lucha de Wall-E por ganar su amor. Por encima de las dificultades, se resite al no como respuesta, por eso emprende un viaje arriesgado con el que busca obtener un gran beneficio.

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Todo eso sucede en 40 minutos, sin palabras, como el gran cine mudo, apoyados en la música. No necesitas las palabras, te vale con los sonidos y ruidos de los robots, escuchar decir sus nombres a los robots, como cuando los humanos se explicaban con sonidos sus nombres cuando se encontraban por primera vez, es un momento antológico.

Con el viaje se emprende una nueva parte en la película. Uno se pregunta ahora qué. Cuál será la sorpresa. Un impresionante viaje a través del universo como nunca habíamos visto. Es tal el lujo de detalle que no puedes más que contemplar el mismo. Se supone que es un respiro para la segunda gran crítica de la película, la dejadez del ser humano ante el disfrute de las comodidades, con la representación de unos humanos gordos e inapetentes. Wall-E y el mensaje que lleva Eve es abrir los ojos a la humanos, es darles un futuro diferente al que viven. Es demostrar que la inocencia de Wall-E es el ejemplo a seguir para enfrentarse a los malos momentos.

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Mientras en la parte muda es imposible destacar algo sobre el conjunto, en la parte hablada, en la que continúan los homenajes (evidente el de 2001, con un robot que gobierna la nave con la voz de Sigourney Weaver en la VO), hay secuencias y personajes que tienen vida propia. Un secundario de lujo, como Mo, el pequeño robot fanático de la limpieza, que se encarga de quitar todos los restos de radioactividad que se encuentra en la nave o la pléyade de robots defectuosos.

Pero sobre todo hay una grandísima declaración de amor, baile incluido en el espacio, entre Wall-E y Eve, con nuestro héroe moviéndose al ritmo de un extintor, que es de esas escenas que se almacenan en la retina, como las lágrimas que muchos no podrán sostener y que no se pueden desvelar.

Al director Andrew Stanton habría que levantarle un monumento. Si 'Buscando a Nemo' era una gran película, 'Wall-E' la supera. La historia no te deja frío, como algunos piensan, y no tiene altibajos (alguna vez tenemos que respirar), te deja con ganas de más, como hacen los clásicos. El cuerpo te pide que la fiesta no se acabe. Pixar vuelve a correr un riesgo, sobre todo en la manera como ha afrontado la película. Y es de agradecer. Ese es el mérito. Mientras otros nos ofrecen más de lo mismo, ellos dan una giro más de tuerca y regalan una película para pensar, para mantener en la cabeza tras verla, para un público adulto, para que el tiempo la termine colocando en el lugar que se merece. 'Wall-E' está pensada para hacer historia. Es cine de 1930 en el siglo XXI. Pixar se mete en las grandes ligas. Su rival es alguien llamado Charles Chaplin o Buster Keaton. Es decir, palabras mayores.

Nota: Dos apuntes. Uno, nada descubriré de 'Presto', el cortometraje que acompaña a Pixar, y con el que mi hija de 20 meses ha gritado, reído, saltado y disfrutado todo lo enana que es, pero es otro gran homenaje al cine de animación de la Warner. Dos, como bien sabéis en todos los lanzamientos en DVD que realiza Pixar de sus películas, se incluyen siempre dos cortometrajes, el segundo siempre tiene que ver con uno de los personajes de la película. Tiene nombre, Burn-E, y será un robot de los que aparecen en la misma. Si os fijáis, justo después de la secuencia del baile con el extintor, tanto Wall-E como Eve regresan a toda prisa a la nave. Allí hay un robot que se dedica a reparar los desperfectos de la nave, y cuando nuestros protagonistas entran en la nave, a este robot le cierran la entrada a la misma. Pues bien, ese será el tema del cortometraje, cómo se las apaña ese robot de reparación para regresar a la nave.

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