'Todo por el juego' arranca con pocos alicientes para aquellos que no sean forofos del fútbol

'Todo por el juego' arranca con pocos alicientes para aquellos que no sean forofos del fútbol

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'Todo por el juego' arranca con pocos alicientes para aquellos que no sean forofos del fútbol

El fútbol lleva despertando pasiones en España desde hasta donde alcanza mi memoria, aunque ha sido durante los últimos años cuando su componente como negocio ha alcanzado unas cotas inimaginables no hace tanto. Sin embargo, la producción audiovisual de nuestro país nunca ha demostrado un gran interés en este deporte o al menos no se ha traducido en una cantidad de obras tan amplia como cabría esperar.

Por ello, el estreno hoy 18 de noviembre en Movistar de una serie como ‘Todo por el juego’ debería suponer una alegría para aquellos amantes del fútbol que también lo sean de la ficción televisiva. Detrás de ella tenemos a Daniel Calparsoro y viene precedida de un gran éxito en América Latina. Por mi parte ya he tenido la ocasión de ver el primer episodio y quizá conecte con los más forofos de este deporte, pero para el resto no hay demasiado alicientes.

Un intento poco logrado

Protagonista

El gran eje de ‘Todo por el juego’ lo tenemos en el personaje interpretado por Roberto Enríquez, un empresario que quiere poner fin al mandato del presidente que está hundiendo a su querido equipo de fútbol, el Deportivo Leonés. Sobre el papel es una premisa suficientemente potente como para ahondar en el lado oscuro de este deporte sin dejar de lado aquello que hace que tantas personas conecten con él, pero la realidad es distinta.

Por un lado, Calparsoro parece ser consciente de que no va a poder competir con el derroche técnico propio de las retransmisiones en la actualidad, por lo que los partidos en sí mismo resultan discretos. Es cierto que haber podido utilizar el Vicente Calderón para rodar escenas añade una dosis extra de verosimilitud, pero ‘Todo por el juego’ nunca muestra un gran interés en lo que sucede en el terreno de juego y eso se transmite al espectador.

Lo que nos queda entonces es ver por un lado cómo la afición intenta meter presión al presidente del equipo tras los malos resultados y por otro ver cómo el personaje interpretado por Pedro Casablanc va maniobrando para seguir saliéndose con la suya. Ahí el problema es que todo resulta estimulante sobre el papel a la hora de ponerlo en imágenes nunca consigue transmitir el realismo deseado. Al respecto destaca especialmente la pelea campal entre varios hinchas del equipo, uno de los momentos que más me sacaron de la serie.

El inicio de ‘Todo por el juego’ no merece la pena

Todo Juego

El verdadero problema es que varios elementos resultan un tanto burdos, desde la familia del protagonista hasta lo relacionado con los amaños de apuestas, castrando así la credibilidad de lo que vemos hasta el punto de que cualquier interés que pudiera tener se diluye. Al respecto sí hay una pequeña excepción referida al jugador que está a punto de dejar su país de origen. No es que sea nada revolucionario, pero al menos está expuesto de una forma que te lo crees.

Los actores hacen lo que pueden por darle mayor entidad, pero en algunos casos los personajes resultan tan maniqueos que cuesta tomárselos en serio. En lo referente al acabado técnico se nota la implicación de Calparsoro para ofrecer un producto compacto y con personalidad, pero también que seguramente hubiera hecho falta un presupuesto más generoso para subsanar ese problema de credibilidad que mencionaba antes, el cual también limita su componente como thriller.

En definitiva, el primer episodio de ‘Todo por el juego’ no invita a seguir adelante. Quizá a medida que los personajes y las tramas vayan ganando profundidad eso cambie, pero como carta de presentación hace un flaco favor para ganar para la causa a aquellos a los que el fútbol no les interese demasiado. Que al final la clave está en contar una buena historia sea en el contexto que sea y por ahora no puedo decir que estemos ante una, aunque sí hay ingredientes para ello.

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