'The Amazing Spider-Man', un chico de Queens

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¿La historia ya la conocéis, no? Peter Parker es un adolescente cualquiera-pero-no (Andrew Garfield, esta vez), viviendo con sus tíos y huérfano de padres, que será picado por una araña que le concederá alucinantes superpoderes. Esta vez la amenaza es la de un viejo conocido, el Lagarto (Rhys Ifans) y el reto de lograr a la chica tiene el adorable aspecto de la carismática Gwen Stacy (Emma Stone), la chica más popular del instituto.

El guión de esta superproducción veraniega lo firman el veterano Alvin Sargent (marido de la fallecida productora Laura Ziskin, acreditada aquí en su último trabajo), James Vanderbilt y Steve Kloves, y aunque desconozco de quien han sido las últimas pinceladas, parece constar que fueron de Kloves recién llegado de sus adaptaciones de la franquicia de Harry Potter, hay que admitir que realiza un gran trabajo introduciendo la saga de nuevo, de manera algo prematura, al gran público.

Dirige Marc Webb con envidiable soltura, notable sentido musical y un gran ojo para entender la condición pegadiza y arquetípica que hizo del tebeo de 1962 de Stan Lee y Steve Ditko algo verdaderamente importante. Pero no se trata aquí de celebrar al director por su reverencia al material original, sino de celebrar que las esencias de ese material siguen funcionando como un tiro y están dotadas de una renovada ternura.

Nunca he sentido demasiada simpatía por la trilogía de películas que firmó Sam Raimi sobre el héroe, así que esta versión me parece, cuanto menos, bienvenida. Martin Sheen está inmenso como el Tío Ben, seguramente porque Sheen es un actor que ya ha ido perfeccionando el registro de figura paternal y comprensiva en otras películas. Aquí su trabajo sobresale entre los demás, y Denis Leary tiene el rol más discreto, el del capitán Stacy, forzado a lanzar las puyas que corresponderían al habitual JJ Jameson.

Es verdad que el villano, lo más discutible de este temprano reboot, tiene retazos argumentales que recuerdan al villano de la segunda entrega de Raimi, un cineasta que rechazó un guión de Michael Chabon que hubiera dado justas dosis de drama a su trilogía. Vi la primera entrega siendo un adolescente ilusionado y absorto con la idea de que los efectos visuales permitían el mejor Spider-Man posible y la sensación fue que ni Tobey Maguire era un Parker a la altura, ni el Duende Verde un villano recién salido de los Power Rangers.

¿Tiene Webb esa maña para las set pieces que había soñado todo amante de Spidey con corazón cuando se anunció que James Cameron iba a adaptar al personaje? No. Pero recuerda en su mejor escena el eterno romance entre la urbe y su héroe, entre el ciudadano y el héroe común; de paso, está recordando la esencia de ese hombre tan ingenioso y hábil que fue Stan Lee para los cómics. Es cierto.: viendo la maña espacial de Cameron para todas sus grandes escenas, imaginar a un Doctor Octopus destruyendo una ciudad es algo tentador. Pero, en cambio, la película tiene algo que sí necesita Spider-Man.: grandes dosis de melodrama teenager, encanto en su romance, en sus chistes y en sus conflictos interiores.

Ese encanto tiene que funcionar también. Estamos ante un superhéroe que no admite casi variaciones, o que no le suelen funcionar. Los arcos más emblemáticos de los tebeos que recuerdo son los de Brian Michael Bendis al frente de Ultimate Spider-Man y los de J. Michael Straczynski, más irregular, al frente de la serie central. Pero ambos llegan a funcionar por la presencia de un Parker deshecho, que fracasa y se debe levantar. Mikel estuvo también partidario de las bondades de la película mientras que Caviaro la califica, con dureza, de insulsa. El magnífico trabajo de todo el cásting ayuda a que todo esto funcione, sobre todo la maraivllosa Emma Stone, dando dulzura, picardía y encanto molón a su Gwen Stacy, librito de Kurt Vonnegut en mano.

¿Y de qué va esta película intimista y muy disfrutable? De todo lo que siempre ha sido Spider-Man: de ser un chico de Queens con un secreto alucinante, de la emoción que hay en todo primer amor correspondido, de estar por encima de la vida estando por debajo de ella.

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