El reboot de un clásico perverso del cine de terror por fin llega a streaming: la nueva 'Hellraiser' es una brillante actualización bajo códigos de horror cósmico

El reboot de un clásico perverso del cine de terror por fin llega a streaming: la nueva 'Hellraiser' es una brillante actualización bajo códigos de horror cósmico

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Hellraiser’ es una de las franquicias de terror más icónicas y perturbadoras de la historia del cine, pero lamentablemente nunca ha tenido una consecución de secuelas espectacular, tras la primera entrega, basada en la novela corta ‘The Hellbound Heart’ de Clive Barker, quien también la dirigió en 1987. Ahora llega por fin a España a streaming el mal llamado “remake” o reboot de la franquicia, porque, para empezar, no está basado en el libro, ni cuenta ni siquiera una historia parecida.

Tras diez películas de calidad desigual, la franquicia ha sufrido un desgaste de la marca que ha dejado en el camino el terror psicológico y visceral de las primeras entregas, ahora David Bruckner toma las riendas, un cineasta que ha demostrado un talento impecable en el género con películas comoEl Ritual’ (2017) o ‘The Night House’ (2020), en la que ya se definen algunas ideas por las que discurre este trabajo, no por casualidad, ya que el guion vuelve a estar firmado por Ben Collins y Luke Piotrowski, quienes iniciaron su colaboración con el director en el célebre segmento ‘Amateur Night’ de la antología 'V/H/S' (2012).

La película está producida por Spyglass Media Group y 20th Century Studios, y se estrenó el 7 de octubre de 2022 en la plataforma Hulu. Como en el caso de ‘Predator: la presa’, se esperaba que Disney+ estrenara en su servicio simultáneamente, aunque no solo no fue así, sino que permanece inédita en muchos países del mundo. No hay información sobre la decisión de relegarla al ostracismo, pero es muy probable que fuera descartada para el servicio por su violencia gráfica rozando los límites de una calificación para adultos impensable en una plataforma que el mismo fin de semana puede estrenarte ‘La sirenita’.

Hay quien dice que el gore de esta versión no es tan exagerado como para sufrir un veto silencioso, pero lo cierto es que pocas películas de la franquicia tienen una escena de dos minutos completos sin censura con el proceso gráfico —con desnudo integral incluido— de tortura para transformar a un ser humano en un cenobita, las entidades que han hecho célebre a la saga. Estos son unos seres sobrenaturales que habitan en una dimensión infernal y que son invocados mediante una caja de rompecabezas llamada la configuración del lamento. Ambos elementos son la clave de esta nueva iteración.

Cambios y reformulaciones bajo un mismo espíritu

La idea que cambia en la nueva película es que los cenobitas, que ofrecen a sus víctimas una experiencia de dolor y placer extremos, que suele terminar en una muerte horrible, aquí plantean dicha experiencia como una suerte de castigo o deseo tergiversado, como los Djinn tradicionales. La trama sigue a Riley McKendry (Odessa A'zion), una joven adicta en recuperación que se encuentra con la caja del rompecabezas y la resuelve, desencadenando la aparición de los demonios comandados por Pinhead (Jamie Clayton), el líder del grupo, quien tiene un interés especial en Riley y en su pasado.

Riley tendrá que enfrentarse a sus propios demonios y jugar al juego que plantea la configuración del lamento, que aquí construye o amplía la mitología planteando de nuevo a Leviathan como el dios que maneja a estos seres, pese a que aquí son entidades más físicas, menos etéreas y solemnes, a las que se les puede engañar alterando sus propias reglas. A todos los efectos, este nuevo largometraje funciona como una secuela más, que varía un poco las reglas de la idea principal, olvidando un poco la idea del amor prohibido y la reencarnación del primer film. Para muchos esto ha sido una afrenta a la esencia de la saga, pero en ningún momento busca ser canónica.

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La idea que prevalece en esta nueva ‘Hellraiser’ es la de ser una entrega más, pero concebida como un gran estreno cinematográfico, alejado de la debacle de torpeza y deriva hacia la serie Z de la saga original. Contando con la colaboración de Clive Barker como productor ejecutivo y con su bendición, el objetivo de Bruckner parece ser dotar de una entidad cinematográfica perdida a una marca relegada a estrenos de vídeo, y de hecho, aunque esta se haya estrenado de mala manera en streaming, tiene un espíritu de cine para la gran pantalla.

Una amplificación visual con altura de miras

Algo por ejemplo que no se deja ver en la precuela de ‘Predator’, que bajo su idea ingeniosa de llevar la franquicia al pasado esconde una reducción de escala para encajar la nueva realidad de la franquicia a un proyecto con aspiraciones de plataforma. Esto podría haber ocurrido aquí, acorde al presupuesto de unos 15 millones de dólares —20 menos que la reciente ‘The Boogeyman’— con el que ha contado Bruckner, pero esto no ha sido impedimento para darle una perspectiva ambiciosa visualmente, con un uso de lentes anamórficas y un lustroso planteamiento panorámico en 2.39 : 1.

Una perspectiva de cine en gran pantalla que no tuvieron ni siquiera las dos primeras entregas en 1.85:1 y que deja claro que, mejor o peor, la franquicia nunca ha lucido tan bien ni ha estado mejor dirigida. Dicho esto, es una pena que no haya oportunidad de verla en salas, ya que se pierde en la distancia del ojo uno de los aspectos más destacados de la película, el meticuloso trabajo de efectos especiales que se ha realizado para recrear a los cenobitas, los cuales presentan un aspecto más realista y grotesco que en las anteriores entregas.

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Con una combinación de maquillaje práctico y prótesis, los diseños se han inspirado tanto en arte conceptual de Clive Barker, como en referencias médicas y anatómicas. Josh y Sierra Russell junto a Keith Thompson, han cambiado la idea original inspirada en BDSM de finales de los 80, porque la cultura fetichista está muy asimilada socialmente, por lo que han cambiado el cuero por versiones extremas de la modificación del cuerpo, adaptando la carne a formas como si fuera la principal materia prima de una obra de arte, de diseños casi de pasarela, para capturar la vanidad como reflejo de su naturaleza.

Un Pinhead transgénero, más fiel al texto

Capas de piel “curtida” y músculo retorcidas sobre metal y variaciones de los alfileres de Pinhead, que aquí es más andrógino que nunca, interpretado por una mujer trans. Un detalle, por cierto, más acorde a las descripciones de Barker, quien concibe su obra casi como un manifiesto queer. El propio Barker ha expresado su fascinación por esta interpretación, seguramente porque es incluso más fiel a su propia descripción en la novela.

“Utilicé a los sacerdotes como imágenes de la villanía. Clayton lo ha llevado hacia algo majestuoso, parece la Reina del Infierno. Ella reinventó por completo lo que es esta criatura. ¡Tengo que volver ahora y escribir una historia sobre ella! "

Y aunque no sea fiel a la historia, esta ‘Hellraiser’ permanece fiel a la idea principal, en la que el villano no es Pinhead, sino hombres que necesitan sacrificar los cuerpos de otros para liberarse de los dones de los cenobitas. Otra similitud entre el texto original y el reboot es el la idea del trato con los demonios, algo que en la película de Barker estos incumplían, mientras que en su novela era respetado. Hay también detalles más similares a la forma de desarrollar la mitología de los cómics y novelas gráficas, más que de las propias secuelas, aunque también hay bastantes ideas rescatadas de la segunda parte.

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El juego de alianzas, sacrificios, traiciones y pago de tributo de sangre deja esta nueva ‘Hellraiser’ más cerca de la concepción de slasher que tuvo en algunas secuelas, y mientras no falta la sangre, muchos han echado en falta la reducción de sexo y el factor del placer frente al dolor frente a la primera. Aunque es una acusación legítima, tiene un elemento de falacia, porque no ha habido esa reclamación en otras entregas de la franquicia, y es algo irreal en un panorama en el que el sexo en las películas de terror está relegado al ostracismo, especialmente en una reimaginación destinada a verse masivamente.

Horror cósmico en su dimensión espacial

Con todo, hay escenas de sexo que no son lo más usual en este tipo de producciones de factura amplificada, y la sensualidad del diseño de los cenobitas llevan ese ingrediente al diseño y la propia esencia de las criaturas. Con todo, el enfoque de Bruckner no está tan interesado en la dimensión sensorial como en el universo espacial implícito en la mitología de Barker. El infierno, leviathan y la configuración del lamento son aquí conceptos más relativos a diseños que superan al ser humano, abrazando el lado más dimensional del horror cósmico.

Siguiendo con ideas presentes en ‘The Night House’, es la arquitectura, los ángulos y los fractales imposibles los que definen la codificación de una realidad alterable gracias a una física fuera del alcance de nuestros conocimientos. El mundo de los espacios liminales, la tendencia viral de los backrooms y la inspiración en ‘La casa de hojas’ se incorpora al lore de las distintas configuraciones de la caja de Lemarchand y su idea de conjuración mágica, como un necronomicón que altera la realidad.

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Siguiendo en realidad los planteamientos de H.P. Lovecraft en relatos como ‘Sueños en la casa de la Bruja’ o ‘Los perros de Tíndalos’, el relato de Frank Belknap Long para el universo de ficción de los mitos de Cthulhu, en el que se estudiaban los “ángulos imposibles” como posibles puntos de entrada de unos seres indefinidos. Aquí estos seres son los cenobitas, pero la idea de esos ángulos se transmite con una modificación de la perspectiva bajo las leyes físicas que percibimos, asociándose a representaciones escherianas de la ruptura de las dimensiones estructuradas en el mundo real.

El regreso a las arquitecturas del terror

Así, los demonios pueden aparecer en el lugar más inesperado, como la fantástica secuencia que tiene lugar en medio de una furgoneta. Es en esta ampliación del universo en donde Bruckner se hace fuerte, dando solemnidad y precisión a los edificios y las construcciones, apoyando el conglomerado de truculencias y tortura en una geografía fastuosa, elegante y vanguardista que nos lleva directamente a los orígenes del cine satánico, con la presencia por igual de la tortura y arquitectura art noveau de Hans Poelzig en la película ‘Satanás’ (The Black Cat, 1934).

Estas elecciones dotan de una elegancia inusitada a la perversión implícita de la obra de Barker, confirmando a Bruckner como una de las miradas más exquisitas dentro del cine de terror actual, aunque su aportación en esta ‘Hellraiser’ se esté desdeñando desde una exaltación fan furibunda que la saga nunca había vivido hasta ahora, que no le pega mucho y que parece ignorar el desdén de la explotación interesada que ha sufrido la marca a lo largo de los años.

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No estamos para desprestigiar un título que añade sofisticación a la cosmogonía de Barker sin renunciar a la casquería depravada, y menos para menospreciar el trabajo de un director con una visión del género que no solo lo celebra lo ya existente, sino que busca ampliar sus límites conectando tanto con el acervo de la idea del terror clásica como las tendencias literarias más vanguardistas, que exploran el miedo más allá de las ideas tradicionales y la expande a magnitudes alejadas de las reglas físicas más inmediatas.

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