'No confíes en nadie', mementable

'No confíes en nadie', mementable
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‘No confíes en nadie’ (‘Before I Go To Sleep’, Rowan Joffe, 2013) es otra de esas películas que llegan a nosotros tarde y mal, aún estado su reparto encabezado por el muy de moda Colin Firth –al que pronto veremos en una película muy bruta− y Nicole Kidman, que ya hace bastante tiempo que no encuentra un vehículo que le devuelva parte del prestigio perdido –ya veremos si eso sucede a las órdenes de Werner Herzog−. Un film de suspense que contiene una variante argumental de la superior, infinitamente superior, ‘Memento’ (id, Christopher Nolan, 2000).

Joffe, hijo del famoso director de películas como ‘Los gritos del silencio’ (‘The Killing Fields’, 1984) o ‘La misión’ (‘The Mission’, 1986) se ha apartado por completo del tipo de películas que filmaba su padre, al menos al inicio de su carrera y no más tarde, donde encontramos lindezas del tipo de ‘Captivity’ (2007). Precisamente el tipo de suspense desarrollado en esa cinta es que navega por la presente, menos ambiciosa de lo que parece, ridícula en algunos puntos y fracasando en su intento de pillar desprevenido al espectador mínimamente experimentado.

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La premisa de ‘No confíes en nadie’ nos presenta al matrimonio formado por Christine y Ben –Kidman y Firth sin demasiado feeling, entre otras cosas porque ella se toma el despropósito más en serio, y a él se le ve disfrutar con su rol, mucho más rico en matices−. Christine despierta todas las mañanas sin recordar nada de lo acontecido en los últimos años, y Ben deberá recordarle quién es y qué son. No, no es una reinterpretación de ‘El diario de Noa’ (‘The Notebook’, Nick Cassavetes, 2004) en clave de thriller, sino algo mucho más tramposo.

Reescribiendo recuerdos

Al margen de las lecturas sobre la memoria y la historia, mensaje que no llega por la ineficacia de la puesta en escena, más interesada en impactar, la premisa se queda precisamente en eso. Y no es que el film no tenga una conclusión, que la tiene, pero es que basta con fijarse un poco para ver que “el culpable” de la función podría haber sido cualquiera. Y me pregunto si no será ese el mayor acierto de la película, dada su condición de “nada es lo que parece” y la reescritura de unos hechos que se dan por ciertos, incluso siendo falsos, y viceversa.

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Hay apuntes interesantes en su guion, como la presencia de cierta cámara que funciona a modo de diario personal de la protagonista, pero que irremediablemente depende de lo que los demás le cuentan, mezclándose así verdad y mentira, y lo que es más terrible, hacer pasar la mentira como la verdad, construyendo una historia falsa sobre cimientos de la memoria dañada. Muy interesante, pero todo se pierde en pos de un suspense absurdo, cuya conclusión se ve venir de lejos, amén de un clímax que parece una apología de la familia, metida a calzador.

Para el recuerdo, de unos días evidentemente, queda el buen hacer de Colin Firth en su cambiante personaje, cierta violencia descarnada en momentos aislados y el citado apunte de guion. El resto lo olvidaremos muy pronto, y dentro de unos años cuando intentemos recordarla le haremos un flaco favor, a no ser que nuestra memoria la construya a su antojo. El cine no tardará en llegar a eso.

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