'Mejor...imposible', El amor duele

'Mejor...imposible', El amor duele
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Melvin Udall (Jack Nicholson) es un escritor con trastorno obsesivo compulsivo enamorado perdidamente de la camarera de un restaurante (Helen Hunt) que de repente se ve implicado en la vida de su vecino, un pintor (Greg Kinnear) cuyo repentino asalto violento provoca la cercanía con una persona, en principio, totalmente deleznable y antisocial.

A James L. Brooks le hará algún día un monumento la crítica, incluso también la del idioma español, y es muy posible que todos respiremos aliviados por el largo, nada ponderado y muy repetido ridículo que ha hecho con un cineasta de un talento descomunal que se ha llevado con gran audacia todos los reproches para finalmente hacerlos inservibles. ¿No es acaso esa la mejor manera de empezar una historia de amor?

Pero no seamos estrictos. L. Brooks fue acusado, con gran razón, de televisivo pues ese era su medio y allí produjo y escribió y supervisó muchas y exitosas series de televisión, sin problema alguno. Cuando debutó a lo grande con 'La fuerza del cariño' (Terms of Endearment, 1983) parecía que su fórmula televisiva había encontrado acomodo en un formato que antaño conocíamos como melodrama tradicional hollywoodiense y su estilo se ajustaba como un guante para actualizar tal tradición.

Sin embargo, los más atentos ya vieron en 'Al filo de la noticia' (Broadcast News, 1987) que Brooks era no solamente una voz propia y con cosas que contar, sino un comediante épico, es decir un comediante que no renuncia a la tragedia o a lo agrio y que solamente así encuentra justifiadas o legitimadas sus razonables posos de dulzura. La influencia de Brooks alcanza a una generación entera de cineastas cuyas voces no podían sonar más distintas en su país, piénsese en Wes Anderson, en Alexander Payne o en Judd Apatow.

'Mejor Imposible' (As good as it gets, 1997) es, en muchos sentidos, su mejor película. Está estupendamente dirigida, llena de ritmos de montaje bastante relajados y de cambios de tono absolutamente valientes, y tiene el retrato más convicente de la psicología de tres personajes decididamente jodidos por la vida, y esos personajes son una humilde camarera, que sufre porque su hijo es asmático y por supuesto, como estadounidense, carece de un seguro médico decente para sus cuidados, un pintor extraviado por su família y el personaje principal, un desagradablísimo novelista de éxito que padece un desorden obsesivo-compulsivo y que es incapaz de mantener una relación saludable con algun ser vivo que le rodee - por supuesto, todos los cambios empiezan con un perro.

Al final, la película no va de redimir a los locos, porque no se redimen y porque llegará el mañana, y en el mañana, que puede ser ya mismo, las cosas seguirán siendo dificultosas y llenas de trabas, y porque L. Brooks no es cursi, no promete mentiras confortables y es ahí donde encuentra la verdadera, luminosa e incuestionable humanidad de sus personajes, en dar al espectador un pedazo de vida, muchas veces cruda, otras veces con una nada ingenua porción de esperanza.

Y sus personajes se insultan, sufren, lloran y el espectador lo hace con ellos pero de un modo bastante asombroso, porque, precisamente, no hay nada más que vulgaridad en ellos. Ningún personaje carece de logros extraordinarios, porque L Brooks considera que lo extraordinario está en las cualidades, y es en la belleza o la bondad o hasta la inteligencia donde terminamos por apreciar a un trio de auténticos desnortados, solitarios.

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Es cierto que mientras que Nicholson y Hunt conquistan la película y su director y guionista les da, con razón, todo el desarrollo dramático, el personaje igualmente rompedor y conmovedor de Greg Kinnear tiene un final en el aire. Pero no es menos cierto que la historia de amor - que comienza o que culmina, pero que nunca termina de un modo convencional, en el que no necesitemos solución de continuidad - que describe toda la película renuncia, precisamente porque la vida sigue sucediendo, a un "felices para siempre". Se arreglaron algunas problemas, pero solamente algunos. Suponemos que no parece descabellado formular un mundo de mutua confianza, generosidad, y esperanza en el ser humano.

Y yo agradezco a su director por ello.

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