'Lucy', inocua trascendencia

'Lucy', inocua trascendencia
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Ya no sé cuántas veces anunció Luc Besson su retirada del cine, algunos años ya. Pero ahí sigue produciendo como un loco productos que son la respuesta europea a los thrillers de acción estadounidenses y que prácticamente se están convirtiendo en un género en sí mismo, avalado además por la participación de estrellas pasadas del celuloide yanqui, caso de Liam Neeson, John Travolta o Kevin Costner. Servidor siempre prefiere al Besson productor que al Besson director, de quién a veces nos llegan sus películas y a veces no. La última fue ‘Malavita’ (‘The Family’, 2013), mediocre revisitación gangsteril en clave de comedia.

‘Lucy’ (id, 2014) llegó precedida de su éxito en los Estados Unidos, lógico al ofrecer al espectador la presencia de Scarlett Johansson y Morgan Freeman sobre una trama de aparente interés como las posibilidades de poder utilizar el 100% del cerebro humano. Ciencia-ficción pura y dura, bañada con gotas orientales, menos acción de lo que promete, y una capacidad de síntesis inaudita para los tiempos que corren. Es algo así como una versión mejorada, no demasiado, de ese peñazo titulado ‘Transcendence’ (id, Wally Pfister, 2014), centrándose más en el lado de la acción.

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(From here to the end, spoilers) La suspensión de incredulidad es absolutamente necesaria si uno quiere disfrutar de ‘Lucy’ en su justa medida. Es una película que va directa al grano, empezando por una situación a todas luces increíble, con la famosa Lucy haciéndole un favor a un amigo tras una noche de juerga, entregando un maletín que tiene un preciado contenido. Tiros por aquí, tiros por allá, saltos de eje disimulados, y zas, Lucy se encuentra metida en un problema de narices. Mientras el todopoderoso Morgan Freeman, con cara de no saber muy bien qué hace en la película, juega a narrador conductor de la historia, filosofando sobre el cerebro humano. Su voz es un oasis de tranquilidad entre tanto ruido.

Todo vale

Utilizada como mula cargadroga superpotente, Lucy tendrá un pequeño percance con sus captores —los cuales son tan idiotas que la golpean justo en el estómago, donde no deben golpearla— y del mismo modo que cualquier superhéroe de cómic ha recibido sus superpoderes, esto es, de forma casi siempre accidental, la heroína del relato pasa de ser una chica miedosa a una mujer de armas tomar, con una capacidad cerebral disparada y que va en peligroso aumento. El personaje llega a un momento en el que nada es imposible, ergo todos los obstáculos a los que debe enfrentarse no son más que trampas en el guión para que la película avance.

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Lo más interesante de ‘Lucy’ reside en sus reflexiones sobre lo que seríamos capaces de hacer si pudiésemos utilizar la totalidad de nuestro cerebro, todo ello dentro de los límites de la más pura fantasía y partiendo de enunciados erróneos sobre el tema, hecho sin duda apropósito para crear el universo del film con sus propias reglas. Scarlett Johansson presta su cuerpo y voz a un personaje cada vez menos humanizado en la propuesta sin duda más terrible del film: el más grande conocimiento implica la ausencia total de sentimientos, de lo que nos hace humanos. A la actriz le llega con poner cara de palo para transmitirlo.

La nota exótica la pone el actor coreano Choi Min-sik, como el villano de la función, bañado en tanta sangre como sus conocidos personajes en el cine coreano, sólo que menos desagradable. Y menos mal que tenemos su presencia y fuerte personalidad, porque el personaje en sí no tiene mucha miga —como el resto, incluido el tópico policía francés, metido en la función a calzador— y toma alguna de las decisiones más incongruentes y estúpidas jamás vistas en un film de acción/fantasía como el presente. Pero recordemos que es Luc Besson quien firma el guión y la dirección, esto es, incongruencias, exageraciones, piruetas imposibles —en este caso están justificadas debido a que Lucy todo lo puede— y demás vainas.

Solemos quejarnos de Michael Bay, pero Luc Besson no le va a la zaga completamente. Al menos, el francés tiene un sentido del humor más amplio.

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