Los abandonados espectadores

Los abandonados espectadores
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Era de esperar. Filmax y Julio Fernández en la producción. Mucha escena oscura, mucho ruidito de las narices, argumento que no hay quien se lo crea, fantasmitas pesados y resolución insultante. Pero es que en el caso de 'Los Abandonados', ópera prima de Nacho Cerdá, el despropósito va más allá todavía, y es que no hay nada peor para una película que el hecho de que su guionista y director se olviden por completo de que quizá alguien la esté viendo, se olvidan de que su producto se estrenará en las salas comerciales de algunas de las ciudades repartidas a lo largo y ancho del planeta, y que un inocente ciudadano comprará una entrada en la taquilla, para posteriormente introducirse en la sala en cuestión donde proyecten el film, y a ser posible pasar un buen rato viendo cine.

Esto evidentemente no sucede gracias a un guión horriblemente penoso, que tiene una gran cantidad de fallos por minuto, visibles por cualquier tipo de espectador por poco atento que esté. La historia parte de una mujer que viaja a una zona de Rusia para intentar saber algo de sus padres, a los que nunca conoció. Allí, después de que el conductor del camión que la lleva a una tenebrosa casa desparezca porque sí, empezará a flipar en colores, conocerá a su hermano, y jugará al escondite con dos fantasmas, que ya la primera vez que aparecen dan risa.

La historia se desarrolla muy lentamente, produciéndose una serie de incongruencias que claman al cielo, y a pesar de me encantaría contarlas todas, no suelo ser muy amigo de los spoilers (alguno no lo podré evitar), asi que me reservo el derecho y os invito a que os desternilléis descubriendo todas las tonterías que la película tiene. Luego, un día quedamos todos en un bar y charlamos sobre la película, que de esa forma es como mejor nos lo vamos a pasar a la hora de disfrutar de 'Los Abandonados'. Y es que poco importa que Cerdá sepa mover la cámara por una casa que se presta a todo tipo de ejercicios visuales, si no crea ni el más mínimo ambiente, cosa que se consigue de una sabia mezcla de forma y contenido. Si el argumento nada más empezar nos produce risa, qué coño nos importa un travelling bien realizado. Muchas veces la forma de una película ha paliado algunos defectos argumentales, pero en este caso es de juzgado de guardia. No hay director, ni vivo ni muerto, capaz de enmendar este desastre.

¿Véis a los fantasmitas de la foto? Esos no terminan de dar el coñazo en toda la proyección ya que aparecen como 18 millones de veces, y ni una sola vez son capaces de inquietar ni lo más mínimo. Además, primero se esconden de los protagonistas, luego van a por ellos quién sabe con qué intenciones, porque dada su identidad (que no desvelo pero hay que ser idiota para no darse cuenta de quiénes son) ¿a qué narices juegan y cuál es su cometido en el film? Por no hablar de cierto momento Scary Movie que se produce dentro de un armario, cuando uno de esos espíritus persigue a nuestra protagonista.

Luego está el tema de los juegos temporales, que son muy llamativos, y siempre son válidos para justificar los desastrosos fallos de guión. Pero una cosa es jugar con todo ello, tal y como otras películas a lo largo de la historia han hecho, con sus paradojas temporales incluídas, y otra bien distinta es saltarse a la torera todas las reglas establecidas y las no establecidas también, e intentar colarnos situaciones temporales absurdas, o que resultan absurdas dado el flaco soporte de la historia. Como todo vale, los personajes desaparecen así sin más, pasa un cuarto de hora, y reaparecen por obra y gracia del Espíritu Santo sin ningún tipo de explicación. Y todo alcanza su grado máximo cuando el film desvela sus risibles cartas finales, cuando se descubre todo el meollo de la cuestión, y el malo de la película hace acto de presencia, y aparte de hacer un trabajo penoso en el pasado, su vuelta es ilógica, y no sólo eso, el muy pesado tiene que hacer ruido en el borde de un vaso para que se sepa que es muy malo. Todo esto mientras el espacio y el tiempo se mezclan a la torera.

Y hablando de ruídos, la película exhibe un buen catálogo de ruídos de todo tipo. Bueno no, de ruídos normales no, son todos anormales y extraños, porque en algún manual barato de director debe poner que si pones esos ruídos en una película la gente ya se caga de miedo. Y si encima lo acompañas con ciertos efectos de montaje, pues mejor que mejor, el espectador puede incluso morirse de miedo, aunque en este caso si se muere es de la risa.

Un bodrio en toda regla, de lo peor visto en una pantalla en años, y encima es española, vaya por Dios. Luego dirán que arremeto contra mi propio Cine. Uy ¿he dicho "mi"? Noooo, hombre, que ésta no la hemos pagado nosotros, ¿o sí? En fin, qué más da, un bodriazo. Podría haber hablado de sus dos protagonistas principales, pero como su director ha decidido dejar abandonado al espectador, uséase, un servidor, pues yo me permito el lujo de abandonar a sus estrellas. Sólo decir que nunca he visto desaprovechar tanto a dos actores, ¿o será que ellos también abandonaron su talento?

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