'Larry Crowne, nunca es tarde', cualquier tiempo pasado fue mejor

'Larry Crowne, nunca es tarde', cualquier tiempo pasado fue mejor
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Ver una película como ‘Larry Crowne, nunca es tarde’ (‘Larry Crowne’, Tom Hanks, 2011) es una pérdida de tiempo total y absoluta. La reunión de dos estrellas de la talla de Tom Hanks y Julia Roberts tras su primera colaboración en la aburrida ‘La guerra de Charlie Wilson’ (‘Charlie´s Wilson War’, Mike Nichols, 2007), y en el género que les vio nacer e incluso crecer, no tiene ningún tipo de interés, sea cual sea la perspectiva. Si a eso añadimos que se trata del segundo trabajo tras las cámaras de Tom Hanks, la sorpresa es mayúscula, puesto que el famoso actor se había estrenado hace ya unos cuantos años con la simpática ‘The Wonders’ (id, 1996), film que pasó más o menos desapercibido aunque su tema central sonó lo suficiente en las emisoras de lo pegadizo que era. En dicho film, Hanks se reservaba un papel secundario probablemente con la intención de no acaparar la función.

Para su segunda incursión en la dirección —obviando eso sí, sus labores en series de televisión— Hanks ha decidido ser, al lado de pretty woman, el completo reclamo de una película que aún no entiendo bien el porqué. Y es que en estos tiempos tan duros de crisis —el que opine lo contrario es que no sabe donde vive o es banquero—, el hecho de que una película hable sobre ello con total desconocimiento, intentando realizar un cuento de hadas con el que distraerse de los problemas diarios —una de las principales funciones del cine, digan lo que digan los puristas— puede sentar bien en el caso de encontrar una especie de pequeño bálsamo. Pero no es el caso. Y además se echa de menos el pasado de ambos actores, al que curiosamente parece querer regresar Hanks con esta película.

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‘Larry Crowne, nunca es tarde’ cuenta con dos guionistas, el propio director y actor principal, que a modo de Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como, ha controlado hasta el último elemento de la producción, y Nia Vardalos, de quien todos recordarán su éxito en ‘Mi gran boda griega’ (‘My Big Fat Greek Wedding’, Joe Zwick, 2002), curiosamente una película producida por Tom Hanks. Ambos se han estrujado sus cerebros hasta límites impensables para contar la historia de Larry Crowne, quien es despedido de su trabajo por no poseer una carrera universitaria. Hundido y deprimido, algo que sólo durará unos días, Crowne cambia de vida casi al cien por cien. Abandona su casa, demasiado grande para él solo, e incluso decide matricularse en clases especiales para mejorar su futuro. En ellas conocerá a gente inolvidable, porque todos sabemos que en las películas de este tipo las mejores personas del mundo se matriculan en esas clases, y no sólo eso, la profesora está tan buena y encima casada con un gilipollas, que le vendrá como anillo al dedo al protagonista. ¿Necesito decir más?

El principal problema de ‘Larry Crowne, nunca es tarde’ es que no es nada de lo que aparenta ser y ni siquiera juega sus cartas con honestidad. ¿Hablamos de una comedia? Sí, porque hay que incluirla dentro de algún género, pero si el principal objetivo de una comedia es hacer reír, ésta no lo consigue en absoluto. Parece que Hanks, cuya fama de actor serio se la ha ganado a pulso con trabajos excelentes y dos Oscars, quisiese volver a sus inocentes orígenes, cuando reventaba taquillas en los 80 con películas insustanciales algunas de ellas, cine inocuo y poco comprometido que no dañaba más que la vista de los cinéfilos más aguerridos. Ahora ni eso. La presente película es tan sosa en ese aspecto que uno no termina de creérselo hasta terminada la función, justo cuando se olvida el visionado del film. No hay en ella un solo gag que merezca la pena, ni una sola situación con la que empatizar o sonreír, todo es insípido y hasta de mal gusto.

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¿Hablamos de una especie de cuento de hadas disfrazado de comedia romántica, algo que por ejemplo sí era ‘Pretty Woman’ (id, Garry Marshall, 1990)? Su ligereza a la hora de hablar sobre la crisis actual —la escena de despido es un quiero y no puedo— y cierto tono de realismo mágico, con evocación al cine europeo, termina de trastocar todas las posibles intenciones de Hanks al hacer este film. Ante la sentencia de “eres muy cool”, la película gira en torno a su personaje central, el más guay del cine norteamericano reciente, capaz de aguantar un divorcio, una crisis financiera y el no tener estudios, sin dejar de sonreír ni ver el lado esperanzador de la vida. Dicho de otro modo, ‘Larry Crowne, nunca es tarde’ llega en el peor de los momentos, puesto que su alarmante simpleza llega a molestar. Afortunadamente, su valor fílmico es tan nulo, que esa molestia no la tomamos en serio, lo cual no deja de ser paradójico.

Hanks no parece enterarse de ya no estamos en los 80, y el volver a un estilo de cine ya extinto es algo que sólo parece destinado a aquellos realizadores que conocen a la perfección el pasado fílmico. Ni siquiera ha sabido aprovechar sus más que sobradas aptitudes como intérprete. Dejo a un lado la extrañeza de filmarse el rostro en el que las operaciones quirúrgicas han hecho mella, porque no le encuentro el mínimo sentido. A su lado Julia Roberts sigue tan guapa como siempre, aunque no haya puesto empeño en mejorar como actriz, que a estas alturas debería estar haciendo papeles de mayor envergadura. Hay que reconocer que la química no la han perdido, pues hablamos de dos de los máximos representantes de un tipo de cine. Si eso es lo mejor de la cinta, apaga y vámonos, porque del bochornoso dibujo que hacen de los bloggers no pienso ni hablar. El porno lo vemos todos los hombres, y quien diga lo contrario, miente vilmente.

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