'La vida en tiempos de guerra': Todd Solondz remata 'Happiness' con una conclusión devastadora

'La vida en tiempos de guerra': Todd Solondz remata 'Happiness' con una conclusión devastadora
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Hace ya casi un mes que anuncié el estreno de ‘La vida en tiempos de guerra’ (‘Life During War Time’, 2009), de Todd Solondz, y mis planes de no perdérmela. Pero no ha sido hasta hace unos días que por fin me he acercado al cine a verla.

Como indicaba, esta película retoma a los personajes de ‘Happiness’ (id., 1998) diez años después. El papel de Joy, que estaba interpretado entonces por Jane Adams, ahora lo tiene Shirley Henderson. De Trish hace Allison Janney, en lugar de Cynthia Stevenson. Y en el puesto de Lara Flynn Boyle, como Helen, está Ally Sheedy. El personaje de Dylan Baker, Bill, lo encarna aquí Ciarán Hinds. Charlotte Rampling o Paul Reubens —más conocido como Pee-Wee Herman— también forman parte del elenco.

Las tres hermanas ya son cuarentonas o cincuentonas y afrontan nuevos problemas en sus vidas, que tanto pueden ser fruto de sus propias neurosis y conflictos, como provocados por las deficiencias sociales de aquellos que las rodean. La película se articula a base de largas conversaciones donde se sacan a la luz todos estos comportamientos disfuncionales y sus consecuencias. En paralelo vemos las cuestiones de cada una de las hermanas, que más adelante confluyen para apoyarse o para ahondar en sus heridas.

Allison Janney en

Solondz reflexiona sobre su cine

‘La vida en tiempos de guerra’ denota mucho de la reflexión que Solondz hace acerca de su cine anterior o, más exactamente, acerca de las reacciones del público hacia su cine anterior. El autor ha observado que no todos los espectadores ven sus películas como él había calculado: que se ríen cuando no deberían —pues de otros momentos sí busca la comicidad— y se toman en broma a personajes que él había creado para encarnar problemas graves. Tanto es así, que ha llegado a la paradójica conclusión de que su cine no es para aquellas personas a las que les gusta.

Tras estas consideraciones del autor, se adivina en su último film una intención de dejar más claro qué partes de lo que muestra merecen ser tomadas a risa y cuáles, no. ‘La vida en tiempos de guerra’ es una película mucho menos humorística que otras. Pero a la vez se intuye a Solondz incómodo con lo que está haciendo, temeroso… como si el terreno que dominaba tan bien ya no le perteneciese. Es demasiado consciente de lo que hace y de la reacción que puede provocar y todo ello redunda, si acaso sutilmente, en detrimento de la fuerza del film.

Por sencillo que parezca, lo que intenta Solondz es sumamente difícil: los actores deben interpretar con la cara seria y sin inmutarse diálogos que se podrían entender como absurdos, risibles, locos, exagerados… según el momento y la persona que los reciba. En todas sus anteriores películas conseguía el tono para hacer algo tan complicado. En ‘La vida en tiempos de guerra’ no siempre le sale. Así, hallamos escenas en el film que no están plenamente conseguidas, que aguantan el tono con dificultad, situaciones que se podrían ver forzadas o actores que no parecen del todo convencidos de sus diálogos.

Ciarán Hinds y Charlotte Rampling en

Aunque Solondz haya regresado a los planteamientos de ‘Happiness’, eso no significa que haya alcanzado la altura de aquel film genial. La presente película es más digerible que sus dos últimas —‘Storytelling’ y ‘Palíndromos’—, pero no las supera en interés. No recomendaría comenzar por esta cinta para conocer la obra de Solondz, pues parece hecha para quienes ya están familiarizados con su trabajo. Sería preferible iniciarse con ‘Happiness’ o ‘Bienvenidos a la casa de muñecas’.

No obstante, Todd Solondz conserva su mayor habilidad, para bien o para mal: la de no dejar indiferente al espectador. Los últimos momentos de ‘La vida en tiempos de guerra’ recuperan la fuerza dramática, así como la capacidad de impacto —la escena de Bill con su hijo mayor es muy poderosa— y el conjunto es devastador. La intención del autor de hacer pensar a sus espectadores sobre los problemas mentales de sus personajes está cumplida. El propósito de no gustar a las personas a las que les gusta, por imposible que parezca, también lo conquista el cineasta, pues provoca un malestar inapelable que al mismo tiempo te hace concluir que lo que has visto es bueno. Paradójico, pero así es Solondz.

Mi puntuación:

3

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