'La conspiración de noviembre', con licencia para aburrir

'La conspiración de noviembre', con licencia para aburrir
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‘La conspiración de noviembre’ (‘The November Man’, Roger Donaldson, 2014) es otra de esas películas que llegan con bastante retraso a nuestro país. La segunda colaboración entre Pierce Brosnan, productor del evento, y Roger Donaldson, otrora director interesante, firmante de algunos buenos títulos –‘No hay salida’ (‘No Way Out’, 1987), ‘Trece días’ (‘Thriteen Days’, 2000)−, aunque también de cintas más que olvidables –‘Species’ (id, 1995), ‘El pacto’ (‘Seeking Justice’, 2011)−, grupo al que lamentablemente pertenece el film que nos ocupa.

Y digo lamentablemente porque ‘La conspiración de noviembre’ sobre el papel tenía todas las de ser no sólo un éxito, que no ha sido al menos en su país de origen, sino la de ofrecernos un buen film de acción con agentes de la CIA envueltos en una de esas misiones de espionaje y asesinatos donde nada es lo que parece. En pantalla produce más bien decepción que alegría. Con Brosnan encabezando el reparto, lo ecos de la saga Bond –la cual estuvo Brosnan a punto de interpretar en 1987, año de publicación de la novela ‘The November Man’− son bien evidentes. Pero ni eso compensa su visionado.

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(From here to the end, Spoilers) El November Man del título original es el nombre en clave de Peter Deveraux (Brosnan) un ex agente de la CIA que es reclutado de nuevo para una muy sospechosa misión en la que se verá envuelto en una intriga internacional, cómo debe ser, y enfrentarse a su antiguo alumno –personaje a cargo del guaperas Luke Bracey, sustituyendo al inicialmente previsto Bradley Cooper−, mientras deben dar con una chica, que carga con un trauma atroz, y que es la clave de todo. Olga Kurylenko da vida a dicho personaje para el deleite de los ojos del espectador, quizá el único momento en el que uno pega los ojos a la pantalla.

Pequeños disparos de efectividad

Donaldson parece dirigir con eficacia al menos el prólogo, directo al grano y en el que quedan patente cuál será el leit motiv que une desesperadamente a los dos antagonistas, si las emociones –sentir algo por alguien en este caso− merecen o no la pena. Sintesis, efectividad y el carisma en pantalla de Brosnan. El pulso de Donaldson vuelve a notarse en una persecución con dron incluido. Ritmo, excelente planificación y de nuevo capacidad de síntesis. ¿Para qué contar las cosas con mil planos si puedes hacerlo con muchos menos? Todo se echa a perder enseguida.

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Cuando maestro y alumno se ven las caras tras cinco años sin verse, y comprender que ahora son enemigos, el film, que se supone debería ir hacia arriba, hace todo lo contrario, pierde a pasos agigantados el interés. La trama internacional es más que simplona, y el lado humano, por así llamarlo, aquel en el que se vislumbra lo difícil que es la vida de un asesino del gobierno, está lleno de incongruencias y vaguedades varias. Curiosamente la puesta en escena se torna tosca –esos flashbacks que claman al cielo−, hay cambios abruptos de ritmo, por no hablar de la desaparición completa y repentina de personajes supuestamente importantes.

Al final sólo queda el recuerdo de las secuencias señaladas, y la presencia de un Pierce Brosnan, desencantado de todo e intentando reverdecer viejos laureles, aunque por supuesto aún da el tipo para este tipo de personajes que están por encima del bien y del mal. El problema es el de siempre, la pobre dirección convierte una trama sencilla y con posibilidades en una simpleza de tomo y lomo con el “déjà vu” como principal adversario y la experiencia del espectador curtido como principal muro contra el que estrellarse.

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