'La autopsia de Jane Doe', las apariencias engañan

'La autopsia de Jane Doe', las apariencias engañan

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'La autopsia de Jane Doe', las apariencias engañan

‘La autopsia de Jane Doe’ (‘The Authopsy of Jane Doe’, André Øvredal, 2016) recibió el Premio del Jurado en la pasada edición del Festival de Sitges. Se trata del segundo largometraje en solitario por parte de su director, el noruego que hace seis años nos sorprendió, en cierta medida, con ‘Troll Hunter’ (‘Trolljegeren’), que ofrecía cierto nivel de calidad en el tan manoseado subgénero del mockumentary. Con la presente vuelve al cine estadounidense, donde ya había co-dirigido la desconocida ‘Future Murder’ (2000).

Lo cierto es que Øvredal sintió la imperiosa necesidad de dirigir una película de terror clásico tras asistir a un pase de ‘Expediente Warren’ (‘The Conjuring’, James Wan, 2013). Sus agentes le consiguieron el guion escrito por Ian B. Goldberg y Richard Naig —que se estrenaron en la gran pantalla con este libreto— que interesó al instante a Øvredal, que se puso manos a la obra.

Un misterio...

Si en su anterior trabajo el director tenía la posibilidad de unir leyenda y "realidad", aquí realiza una operación más o menos parecida, prescindiendo, eso sí, del difícil, y muchas veces molesto, found footage. Øvredal cambia completamente de tercio y se atreve con el formato scope, dotando así de cierta espectacularidad, mientras subraya el carácter de fábula que el cine posee, una historia que de nuevo mezcla realismo, leyenda y creencias.

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El cuerpo desnudo, y sin aparentes heridas, de una chica es encontrado semienterrado en la escena de un crimen. Sin pistas algunas, el policía encargado del caso lo lleva a la funeraria del pueblo, donde Tommy y Austin Tilden, padre e hijo, se harán cargo de la autopsia de la joven desconocida, con el propósito de descubrir cómo murió. Poco a poco, el cuerpo irá proponiendo al dúo de forenses misterios que parecen no tener explicación, al menos racional.

‘La autopsia de Jane Doe’ contiene una primera parte, aproximadamente tres cuartos de hora o cincuenta minutos, en la que el director consigue atrapar nuestra atención. La inexplicable muerte, sobre todo sus razones, de la joven mujer nos interesa, también nos incomoda, y sin apenas trabajo, interés e incomodidad van creciendo, pero también separándose. Øvredal se agarra al relativo interés del libreto, que juega con las convenciones del cine de terror, más que mezclando elementos, cambiándolos de lugar.

...que no es lo que parece

Si una autopsia se realiza para conocer las causas de fallecimiento de cualquiera, la película propone más o menos lo mismo en cuestiones cinematográficas. El impecable thriller de suspense que se muestra ante nuestros ojos va mutando según la autopsia de Jane va progresando y descubriendo nuevas pistas. Muta hacia el fantastique, ese terreno donde todo vale, incluso no estar a la altura de las expectativas. Poco a poco la fantasía se adueña del relato y concluye al otro lado de lo expuesto al inicio.

Dicha jugada no tiene nada de malo si aceptamos desde un principio que nada es lo que parece, tal y como lo señalan algunos elementos discordantes que se van introduciendo, indicándonos, en cierta medida, por dónde irán los tiros más tarde. El problema está en la puesta en escena, una vez más. El director no aprovecha completamente un formato que le permite —y tiene en Wan la prueba de elloؙ— jugar con el género. Se limita a narrar con absoluta corrección.

De ese modo ‘La autopsia de Jane Doe’ podría haberse filmado en cualquier formato, ya que las intenciones del director en ese aspecto, yo diría que crucial en cualquier obra cinematográfica, no quedan del todo claras. Por otro lado, unos muy efectivos Brian Cox —sustituyó al inicialmente previsto Martin Sheen, que dejó el proyecto por los típicos "conflictos"— y Emile Hirsch logran mantener la atención porque se creen, como pocos, sus personajes.

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