'Holmes & Watson. Madrid Days', El caso de Juanito el Charcutero

'Holmes & Watson. Madrid Days', El caso de Juanito el Charcutero
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Soy consciente de que ya incidí en ello al hablaros sobre ‘Dredd‘ (Pete Travis, 2012), pero son demasiadas las cosas que nos pueden llevar a pensar que una película posiblemente sea una porquería. En el caso de ‘Holmes & Watson. Madrid Days‘ fue su horripilante tráiler lo que invitaba a no verla bajo ningún concepto. Sin embargo, hay que intentar no dejarse llevar por los prejuicios y decidí darle una oportunidad al último y ambicioso trabajo tras las cámaras del inefable José Luis Garci, un director por el que tampoco he sentido nunca demasiado aprecio más allá de lo mucho que disfruté con ‘El Crack’ (1981). El resultado de la experiencia fue que, para mi sorpresa, era mucho mejor de lo que hacía presagiar su tráiler, pero no lo suficiente para que pueda considerarla una buena película.

Garci ama demasiado Madrid

Uno de los grandes atractivos de la película era ver su visión personal de un personaje tan célebre como Sherlock Holmes, pero por aquí viene la primera decepción, y es que ‘Holmes & Watson. Madrid Days’ es ante todo una declaración de amor al Madrid del siglo XIX. Esto hace que los protagonistas comenten las delicias de la vida y costumbres madrileñas siempre que les sea posible, resultando ello en algunos diálogos fuera de lugar que son recibidos casi como cómicos por parte del espectador. A cambio nos deleita con un acabado técnico casi inapelable a la hora de mostrarnos la belleza de ciertos lugares, tanto en exteriores como en interiores, de la época.

El Madrid de

Y es que, eso hay que reconocérselo, ‘Holmes & Watson. Madrid Days’ brilla como pocas películas españolas puedo recordar en lo técnico, siendo en ello decisiva la implicación del nonagenario Gil Parrondo para la reconstrucción de la sociedad del Madrid del siglo XIX. Además, Garci, consciente de sus limitaciones presupuestarias, no tiene problemas en acudir ocasionalmente a imágenes representativas de la época para realizar determinadas transiciones, algo que podría resultar algo cutre en muchos casos, pero aquí queda bastante resultón. La puesta en escena del director de ‘El Abuelo’ (1998) también destaca positivamente, ya que su ritmo pausado jamás afecta negativamente a la película, amén de un acertado manejo de la cámara caracterizado por suaves movimientos de la misma y un elegante uso del fundido encadenado para ir saltando de una secuencia a otra. La verdad es que en esta faceta estamos ante una película más que notable, pero está muy lejos de compensar los graves fallos del resto de apartados.

El gran sacrificado de que Garci esté más interesado en alabar al Madrid de antaño, no teniendo problemas en introducir algún personaje por motivos difícilmente entendibles (el cameo de Alberto Ruiz Gallardón es inexplicable más allá de su ideología política, al igual que la sonrojante charla sobre el toreo), es que la historia de suspense no podría diluirse más. Garci intenta compensarlo con alguna secuencia aislada bien resuelta (aunque es decepcionante que jamás veamos cómo se ejecutan los asesinatos por el que es conocido como Juanito el Charcutero), pero la sensación que dejan es de ser poco más que un pegote para justificar la presencia de Holmes en la capital española.

El lamentable guión de ‘Holmes & Watson. Madrid Days’

Sherlock Holmes es el único y genial

Sin duda, el cáncer de la película es contar con un guión, obra del propio Garci en colaboración con Eduardo Torre-Dulce, sonrojante que abraza abiertamente el tono del cine clásico, una decisión que aplaudo, pero ya no estoy tan alegre de lo que entienden ellos como tal. No tengo nada en contra del ritmo pausado per se, pero sí de usarlo como rancio ejercicio de nostalgia mal entendida. Y lo peor de todo no es eso, sino los diálogos más absurdos que haya oído en una película en mucho tiempo. Es extremadamente difícil resaltar uno que sirva para ilustrar la debilidad del conjunto, pero digamos que Sherlock y Watson, estando aún en Inglaterra, llegan a mantener una charla en castellano sobre qué tal es el español del otro antes de viajar a Madrid. Otro punto incomprensible es que Holmes, sin venir a cuento, marque de forma exagerada su acento inglés a la hora de pronunciar determinadas palabras, por no hablar del momento en el que sí hablan en la lengua de Shakespeare estando en Madrid, el cual dispara el absurdómetro hasta límites insospechados, ya que jamás hablan en inglés cuando la acción se sitúa en Londres. Podría llenar toda una crítica mencionando casos de una ridiculez similar, pero creo que ya se capta la idea.

Otro aspecto extremadamente débil del guión es su incapacidad para despertar la más mínima emoción en el espectador a la hora de abordar las relaciones sentimentales de los dos protagonistas. Especialmente sangrante es el caso de Sherlock e Irene Adler, donde la indecisión del primero unida al exceso de sumisión de ella se ve coronado por un tono melancólico mal entendido que convierte en casi insufribles todas las escenas que comparten. No mejora mucho la cosa en el triángulo amoroso dedicado a Watson, ya que la relación con su esposa es otra víctima del exceso de solemnidad del que los diálogos hacen gala cada dos por tres, mientras que la subtrama de una posible infidelidad carece de toda fuerza, resultando también fallida a la hora de mostrar la naturaleza mujeriega del personaje. La única excepción (y relativa) en este punto es la relación que mantienen Víctor Clavijo y Macarena Gómez, la cual sí logra resultar emocional y transmitir algo al espectador.

Los personajes de la película

Los Holmes y Watson de

Garci quiere que todos los protagonistas de la historia sean vistos como personajes distinguidos y de alta alcurnia, pero el resultado es de un peligroso esquematismo que, en general, los convierte en seres pomposos que caen mal al espectador, el cual prefiere reaccionar riéndose de ellos que tomándose en serio lo que le están contando. Garci cae en el error de convertirlos en una especie de seres superiores con un lenguaje que ni siquiera cuela como reflejo de la época en la que viven. Teniendo en cuenta este problema, es verdad que no afecta en la misma medida a todos los implicados.

Gary Piquer y José Luis García Pérez no están especialmente mal como Holmes y Watson, siendo los problemas del guión los que destrozan sus posibilidades de hacer algo destacado. El primero, entre apesadumbrado y sabihondo, sólo resulta realmente molesto cuando recalca su acento inglés sin venir a cuento, mientras que el segundo funciona con relativa corrección cuando es utilizado como un inspirado recurso cómico, fallando estrepitosamente cuando le toca cantar las bondades españolas. Eso sí, queda la sensación que el modelo a seguir es el de la excepcional ‘La Vida Privada de Sherlock Holmes‘ (The Private Life of Sherlock Holmes, Billy Wilder, 1970) por el sentimiento de nostalgia que domina el retrato del primero, pero las comparaciones nunca han sido tan odiosas como aquí.

Podría ir desgranando uno por uno al resto del reparto, pero la cosa oscila entre los que jamás logran captar el interés del espectador (Belén López, Leticia Dolera, Manuela Velasco y Jorge Roelas) y los que hacen lo que pueden para que nos interesemos interese un poco con ellos. Ahí destaca la naturalidad de Enrique Villén, la ternura de Macarena Gómez y Victor Clavijo (el segundo no funciona tan bien cuando le toca relacionarse con otros personajes) y el carisma de Carlos Hipólito en el inesperado papel de Benito Pérez Galdós. También hay alguna aparición breve llamativa, siendo bastante sintomático de su situación actual el hecho de que Juan Muñoz, el antiguo integrante del dúo humorístico Cruz y Raya del que ya nadie se acuerda, aparezca apenas únicamente de fondo y sea por su voz por lo que uno consigue identificarlo.

El lujoso acabado técnico

En definitiva, ‘Holmes & Watson. Madrid Days’ es una película con un guión desastroso cargado de diálogos absurdos que impide que su notable acabado técnico luzca todo lo que debiera. Además, la intriga no funciona más allá de momentos muy puntuales, ya que Garci parece más interesado en desarrollar tramas personales, algo con lo que no tendría nada en contra si no fueran tan mediocres que sólo sirven para alargar aún más su desmesurado metraje. Los actores hacen lo que pueden y alguno hasta consigue hacer olvidar los discutibles diálogos que ha de recitar, pero lo que predomina es la sensación de anquilosamiento y nostalgia mal entendida. Con todo, no es tan mala como puede parecer.

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