'Historias de la Radio', inocencia y bondad en las Ondas

'Historias de la Radio', inocencia y bondad en las Ondas
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Este pasado Domingo antes de ir a verme 'El Código Da Vinci' y temeroso de que podría salir del cine con un cabreo impresionante, ya que lo que había leído sobre ella no la ponía muy bien, pues decidí verme por la tarde uno de esos clásicos maravillosos que yo tengo en mi dvdteca personal. Así por lo menos, si luego veía una mala película, el día no habría sido en vano en cuanto a cuestiones cinéfilas se refiere. Sin pensármelo mucho escogí 'Historias de la Radio', que ya la había visto dos veces, pero la última había sido hace años y empezaba a olvidarla. Ha sido coincidencia o intervención divina el hecho de que esta película tenga una fuerte carga religiosa al igual que el film de Ron Howard.

Considerada por muchos como la mejor película española de la década de los 50, el film narra tres historias cuyo nexo de unión es la radio, esa maravillosa ventana al mundo que tenían muchos ciudadanos de este país. El hombre que tendrá que ir vestido de esquimal a la emisora, con perro y todo. El ladrón que hace ganarle a su casero 2000 ptas, y el ladrón que roba todos los días en el cepillo de la Iglesia ante los escondidos ojos del párroco. Y por último, el niño de un pequeño pueblo que necesita ir a Estocolmo para operarse, y su maestro de toda la vida decide participar en un concurso de la radio para terminar de reunir el dinero suficiente para realizar el viaje.

Historias sencillas de gente sencilla narradas con mano maestra por José Luis Sáenz de Heredia, director del film, al que le proporciona una línea narrativa sencillamente extraordinaria, compaginando las tres historias con lo que ocurre en la emisora visto a través de tres o cuatro personajes importantes que por allí pululan, y los de dos oyentes que escuchan la radio para hacer gimnasia. Esto también tiene un gran interés, sumado al de los tres relatos. La palabra "aburrimiento" no tiene cabida en esta película, sino todo lo contrario. Sus 95 minutos de duración se hacen cortísimos. Y es que el director ayudado de un guión extraordinario, donde todo cuadra al milímetro, consigue un entretenimiento de primer orden, filmado de forma asombrosa, tanto técnicamente como artísticamente. La historia tiene esa carga de inocencia y magia típicas de aquellos años, bebiendo un poco del cine de Capra, referente absoluto de este tipo de películas. Además en este caso, esa inocencia va acompañada de una fuertísima carga religiosa con moralina incluída, pero que no repatea en ningún momento, algo bastante difícil de lograr, la verdad. Evidetemente todas las historias tienen su mensaje, que se podrían resumir en el amor al prójimo mediante las buenas obras.

El extensísimo reparto es otro de los grandes alicientes de este clásico nuestro. Desde Francisco Rabal, como uno de los locutores radiofónicos, y cuya voz es sencillamente impresionante y toda una gozada oírla, hasta José Isbert, siempre magnífico, como ese pobre inventor que para conseguir el dinero para una patente se viste de esquimal haciendo el completo ridículo. Además hay colaboraiones especiales de gente como Tony Leblanc, como un conductor que ayuda a uno de los potagonistas, y el mítico actor gallego Xan das Bolas en uno de sus típicos papeles.

Una obra maestra absoluta, perteneciente a la que probablemente sea la mejor década de nuestro cine, los 50. Gracias a autores como Sáenz de Heredia o Luis García Berlanga, o Juan Antonio Bardem, y películas como ésta misma o 'Calle Mayor' o 'Bienvenido Mr. Marshall', es una época a la que hay que volver de vez en cuando y disfrutarla al máximo, vista la cantidad de tonterías que el cine español nos ofrece en la actualidad.

Comentarios cerrados
Inicio