'Gru, mi villano favorito', el corazón del malvado

'Gru, mi villano favorito', el corazón del malvado
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En Dreamworks tenían muchas esperanzas depositadas en ‘Megamind’ (id, Tom McGrath, 2010), producción animada centrada en el mundo de los superhéroes, pero dando las riendas del relato al gran villano de la función. Sin embargo, y como suele ser más habitual en estos casos, sus competidoras no se estuvieron quietas y fue Universal quien decidió a sacar adelante 'Gru, mi villano favorito' (‘Despicable Me’, Pierre Coffin y Chris Renaud, 2010), una cinta con muchas características en común con ‘Megamind’. La táctica a seguir en Dreamworks fue la de ajustar costes —69 millones de presupuesto frente a los 130 de ‘Megamind’— y acelerar los tiempos de entrega para adelantarse en el estreno a la competencia.

‘Gru, mi villano favorito’ acabó estrenándose el 9 de julio en Estados Unidos y se convirtió en un gran éxito comercial al superar los 540 millones de recaudación mundial, mientras que el lanzamiento de ‘Megamind’ no se produjo hasta el 5 de noviembre, teniendo que conformarse con unos ingresos de algo más de 320 millones. Universal había ganado la batalla comercial, sin haber tampoco grandes diferencias en la recepción crítica hacia ambas. La secuela era cuestión de tiempo y aprovechando la inminente llegada de 'Gru 2, mi villano favorito' (‘Despicable Me 2’, Pierre Coffin y Chris Renaud, 2013) decidí revisionar su primera entrega, y lo que me encontré me gustó más de lo que recordaba.

Gru con sus inseparables minions

Siempre he sentido una especial debilidad por los villanos, tanto por el gran magnetismo que pueden desprender como por el hecho de que son decisivos para dar forma al héroe de la función. Sin embargo, en ‘Gru, mi villano favorito’ se prescinde directamente de dicho antagonismo para centrarse en la progresiva transformación del protagonista, un villano algo de capa caída —genial el acento utilizado por Steve Carell— que quiere redimirse apoderándose de la luna. Siendo conscientes de que esto podría causar cierto rechazo inicial en el público infantil —y que sería casi imposible superarlo—, optaron por añadir a los minions, unas adorables criaturas amarillas que acabaron convirtiéndose en la auténtica estrella de la película —y en una fuente inagotable de ingresos a través de la venta de merchandising dedicado a ellos—.

Esperar una profunda disección de las miserias de un villano de una producción destinada de forma inequívoca al público infantil puede llevar a grandes decepciones con respecto a lo que acaba ofreciéndonos ‘Gru, mi villano favorito’. El humor blanco, incluso cuando se ha de mostrar el lado cruel del protagonista —algo limitado a pequeños apuntes, donde además predominan los lugares comunes—, se adueña en todo momento del relato, siendo la redención del mismo la auténtica clave. Aquí no importan las maldades que pueda cometer, sino el proceso por el que pasa de ser un villano huraño e irascible a un improbable defensor de la justicia y un inesperadamente cariñoso padre adoptivo.

Agnes de

‘Gru, mi villano favorito’ parte de una premisa del español Sergio Pablos, aunque éste luego no pudo participar en el guión escrito por Ken Daurio y Cinco Paul, una decisión difícil de comprender, en especial si tenemos en cuenta que el libreto transmite una preocupante sensación de estar escrito en piloto automático. Hay grandes ideas desperdigadas a lo largo del relato —el banco del mal financiando los alocados planes de los villanos de turno o la rivalidad que se establece entre Gru y Vector, un joven malvado que amenaza con desbancarlo—, pero su intención nunca parece ser la de indagar en ellas, sino que éstas sirvan como la base para crear un entretenimiento familiar que pueda gustar a cuantos más, mejor.

Lo más desconcertante de todo es que la sobrecarga de tópicos y la falta de interés por explorar sus mejores ideas no acaba destruyendo a ‘Gru, mi villano favorito’, sino que permite desarrollar un simpático entretenimiento apelando a nuestra empatía por la transformación del protagonista y la forma en la que esto afecta a los demás personajes. Se juega un poco sucio en este apartado —unas niñas huérfanas funcionando como eje motor del cambio de mentalidad de Gru—, pero sin caer en ningún momento en recursos ofensivos a la inteligencia, giros de guión imposibles o altibajos de ritmo —aunque el montaje no sea precisamente ejemplar—. Todos sabemos que va a pasar lo que pasa y cuándo va a suceder, siendo la clave lo que puedas llegar a disfrutar mientras va sucediendo todo siguiendo la evolución preestablecida.

Los minions de

Una de las claves es lo que uno opine sobre los minions —el mayor logro animado de una cinta no especialmente lograda en este aspecto—, ya que no es lo mismo considerarlos como adorables criaturas y querer llevarse uno para casa que como un obstáculo para la progresión dramática. En ‘Gru, mi villano favorito’ yo me sitúo en el primer grupo, encontrando además un respaldo añadido en el personaje de Agnes, la niña pequeña. Los hay a los que puede provocarles alergia una historia previsible sea cual sea su naturaleza, y eso yo lo considero un tremendo error, ya que yo no tengo problemas con saber de antemano todo lo que va a suceder —algo que afecta a la mayoría del cine que nos viene de Hollywood— si consiguen hacerme disfrutar.

‘Gru, mi villano favorito’ es una película animada destinada al público infantil, pero con una premisa que invita a tener esperanzas en que eso no se note demasiado. Es en este segundo apartado y en su notable éxito donde creo que surgen las posibilidades de decepción para una película que en ningún momento quiere ser más de lo que realmente es, es decir, un pasatiempo para los más pequeños de la casa con el que el resto del público pueda pasar un bien rato sin estar constantemente mirando la hora para ver cuánto queda para que se acabe. No es brillante y no ofrece ninguna novedad llamativa más allá del impacto de los minions, pero sí es un entretenimiento eficaz, en especial si uno no se empeña en compararlas, por poner un ejemplo, con las mejores películas de Pixar.

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