Gran Cine de Aventuras: '¡Hatari!', la amistad frente al peligro

Gran Cine de Aventuras: '¡Hatari!', la amistad frente al peligro
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Si la analizamos detenidamente, la legendaria carrera de Howard Hawks (1896-1977) no es tan dilatada en títulos como en el caso de otros maestros contemporáneos suyos. Es decir, en comparación con la filmografía de cualquier director prolífico de la actualidad, sí fue fecunda, pero no si tenemos cuenta que en los años treinta y cuarenta los sistemas de producción de Hollywood permitían a un cineasta de renombre filmar dos o tres películas en un año. Durante los años treinta, aún sin estar bajo contrato de ningún estudio, o quizá precisamente por ello, filmó nada menos que trece largometrajes, más tres sin acreditar. En los años cuarenta, nueve largos, más dos dos sin acreditar. Y en los años cincuenta siete. Aún así no da la sensación de que su genio creativo se fuera apagando con el tiempo, sino que en una sola película contaba lo que antes en tres, y que depuraba su estilo con pasos de gigante. Hoy vamos a hablar de la primera de las cuatro que hizo en los sesenta, y probablemente la película mas libre y más eufórica de toda su impresionante trayectoria.

Film compendio, o film resumen, de toda una vida respirando por y para el cine, ‘Hatari!’ (‘¡Hatari!’, 1962) es perfecta para este Ciclo: Gran Cine de Aventuras, porque a su modo, en cuanto a aventura africana (y aún a pesar de los pocos peros que le pondré), signfica tanto como la aventura exótica y fantasiosa significó ‘King Kong’ (íd, Cooper/Schoedsack, 1933), en la marina ‘El hidalgo de los mares’ (‘Captain Horatio Hornblower R.N.’, Walsh, 1951) o en la oriental ‘El ladrón de Bagdad’ (‘The Thief of Bagdad’, Berger/Powell/Whelan/Korda/Korda/Cameron Menzies, 1940), sobre todo en la construcción de una excusa argumentativa para, desde el género más comprensivo y generoso de todos, el de la aventura, reflexionar sobre los límites y también las grandes potencias del hombre. Mucho más que en cualquiera comentada hasta ahora en este ciclo, esta película es una historia de hombres, cuya vida se ve alterada en todos los niveles por la presencia de una mujer arrolladora, tema que Hawks ya trató en su cine en numerosas ocasiones. Pero todos sus temas están aquí revisionados, a modo de gran homenaje a sí mismo.

Dicen que Hawks, ya bastante maduro, viendo los cambios que se avecinaban durante los sesenta en el mundo del cine, se fue de Hollywood a refugiarse en una de sus pasiones, la caza. Me parece reduccionista y simplista. Hawks simplemente, creo yo, se largó de una ciudad que en el fondo amaba para respirar quizá por última vez la vida salvaje en su estado más puro, en compañía de sus más íntimos amigos y, de paso, filmar una de sus películas más hermosas y libérrimas. La palabra libertad, en todas sus acepciones y variantes, puede y debe aplicarse numerosas veces respecto a esta película, en todas sus secuencias, y también otras como camaradería, lealtad, humor, humanidad, luminosidad. Rodeado de un equipo magnífico, como si de otro de sus maravillosos westerns se tratase, pero prescindiendo de su halo trágico, el director nos regala una joya aparentemente lúdica, pero profundamente nostálgica y hasta melancólica, con la sonrisa perenne y el adiós a punto de amanecer, con la celebración de la risa, de la aventura, del romance y de la amistad.

¡Peligro!

Eso es lo que significa Hatari en el idioma swahili, y realmente se siente su significado en las escenas impresionantes de caza. Filmada en preciosos parajes naturales de Tanganica, sus secuencias de acción se sostienen hoy en día gracias a la destreza narrativa de Hawks, a su gusto por la sensorialidad extrema, y al soberbio trabajo de fotografía y cámara de su gran amigo Russell Harlan, en su penúltimo trabajo para Hawks. Sin el menor trucaje, el dinamismo y la violencia de las escenas en las que el grupo de amigos atrapan a los animales salvajes para venderlos a zoológicos son válidas para cualquier espectador de hoy día. Eso sí, se aprecia una cierta visión ingenua y anticuada tanto de los habitantes milenarios como de los animales del África más profunda. Muchos echan en cara a la película todo esto. Pero no es una película sobre África, es una película sobre la relación entre una serie de personajes (a cual mejor dibujado, más estrambótico y lleno de vida), y sobre la irrupción de un componente femino que va a resquebrajar la jerarquía de mando, y cada idea preconcebida sobre la mujer erosionada.

Tan célebre es la música del sinpar Henry Mancini (se promocionó su música como algo realmente especial, y lo era) como cualquiera de los encontronazos, pura batalla de sexos, entre Sean Mercer (un John Wayne magnífico, increíblemente natural y ajeno a todo divismo) y la sensual Anna Maria ‘Dallas’ D’Allesandro (fantástica Elsa Martinelli, una actriz que podría haber dado bastante más de sí misma), o los muchos momentos cómicos protagonizados por cualquier miembro del inolvidable grupo de cazadores, hombres que son como niños ante una mujer, y luego salen a enfrentarse a rinocerontes que les destrozan los jeeps en cuanto se acercan. Sus dos horas y cuarenta minutos de duración, que se dice pronto, se pasan como un suspiro gracias al habilidoso guión de la guionista Leigh Brackett, la preferida de Hawks, que supo recoger en gran medida la dinámica de las relaciones verdaderas entre los actores y el ambiente de rodaje, para transmitirlo en la pantalla, vertebrando con sabiduría las escenas de caza y procurándole a Hawks un tono con el que el genio de Indiana pudo sentirse tan a gusto que parece que, más que filmar, simplemente observa.

Conclusión a una aventura redonda

Cuando se estrenó esta película, Hawks ya empezaba a gozar del prestigio que le dedicaban desde las páginas de Cahiers du cinéma, pero nunca dejó de sentirse un outsider, un tipo fuera de lugar. Para ser un director que contaba con obras maestras en la comedia, el cine negro, el western y el cine de aventuras en general, sin duda su soledad y su tormento interior, su enorme sensibilidad, le sirvieron para convertirse en el director venerado que es hoy día. Con ‘¡Hatari!’ consiguió hacer un western sin pistoleros, una comedia sin chistes, un cine negro de sentimientos encontrados. Sin duda, uno de los grandes, Hawks. En el próximo capítulo de este ciclo, precisamente un western, aunque muy distinto a los que él filmó en las cuatro últimas décadas de su filmografía.

poster.jpg

Ciclo Gran Cine de Aventuras

Comentarios cerrados
Inicio