'Furia ciega 3D', una torpe gamberrada

'Furia ciega 3D', una torpe gamberrada
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Estábamos follando… Y los fue matando mientras me follaba.

(Candy, hablando a la policía sobre Milton)

Un conductor furioso escapa del mismísimo infierno para vengarse del hombre que asesinó a su hija y secuestró a su nieta. A grandes rasgos, de eso va ‘Furia ciega 3D’ (‘Drive Angry 3D’), la última producción que llegó a nuestras pantallas protagonizada por el hiperactivo Nicolas Cage. Con una trama tan demencial, a algunos se nos hizo la boca agua. Que la excusa pueda ser únicamente la de filmar explosiones y persecuciones en 3D resulta irrelevante, contando con la promesa de un desvergonzado espectáculo sin más pretensión que el puro entretenimiento. Y a ratos se consigue. Los actores encajan a la perfección, se toman el trabajo con la actitud y el humor adecuado. Hay sangre, tiroteos, peleas, sexo, coches surcando las carreteras a gran velocidad, chistes malos, frases lapidarias, explosiones… Están los ingredientes, pero el cóctel no funciona.

El problema de ‘Furia ciega 3D’ es el tipo que está detrás de las cámaras, un realizador mediocre que queda totalmente en evidencia cada vez que intenta filmar una secuencia de acción. Se llama Patrick Lussier, y tras empezar a trabajar como montador en los 90 dio el salto a la dirección con ‘Dracula 2001’ (‘Dracula 2000’, 2000); el que nos ocupa es ya el séptimo título de una filmografía para olvidar. Y sin embargo ahí está, haciendo películas, es un hombre afortunado. Y por lo que he comprobado por alguna entrevista, también muy simpático y con buenas ideas, como demuestra el hecho de que quisiera llevar a cabo, junto al guionista Todd Farmer, esta especie de regreso al cine de acción de los 70, en general más contundente, gamberro, divertido y violento que el actual, aderezado con elementos sobrenaturales. Una propuesta que logró financiación rápidamente gracias al interés de Cage (su carrera le importa un pimiento) y que se planteara como un film en 3D, formato que ya conocía el director por su anterior trabajo, ‘San Valentín sangriento’ (‘My Bloody Valentine’, 2009).

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Es una lástima que a menudo unas buenas intenciones no se traduzcan en buenos resultados. Es de agradecer la intención de ofrecer un sano entretenimiento sin pretensiones para espectadores harto de lo políticamente correcto, una clase de diversión que cada vez se fabrica menos; con personajes rudos, malhablados, violentos, conductores de vehículos con clase, a los que les importa muy poco la ley en su búsqueda de justicia, cuyos despiadados enemigos merecen la peor de las muertes. El villano de ‘Furia ciega 3D’, interpretado por Billy Burke, es Jonah King, el brutal y excéntrico líder de una secta de paletos, que cree que puede abrir las puertas del infierno con el sacrificio, en una noche de luna llena, del bebé que dio a luz la hija de Milton (Cage), a la que cortó el cuello cuando intentó escapar del clan; no contento con llevarse a la pequeña y planear su asesinato en un ritual satánico, Jonah usa el fémur de la madre como si fuese un bastón. A ese tipo de personaje se enfrenta el protagonista, una especie de “Dirty Harry” pasado de rosca, una mezcla de justiciero irresistible, cowboy, muerto viviente y terminator que promete que beberá cerveza en el cráneo de su enemigo.

Detalles como esos (o diálogos como “Nadie llega al final de su vida y se arrepiente de haber follado mucho”) son los que merecen el aplauso en una propuesta de este tipo, deliberadamente absurda y vulgar, junto a las desternillantes interpretaciones de Cage (muy divertida la secuencia de sexo y tiroteo, aunque ya la viéramos antes), Burke (se le nota encantado por alejarse lo más posible de su papel en la saga ‘Crepúsculo’), William Fichtner (como “El contable”, un empleado del infierno) y el veterano Tom Atkins (en la piel de un sheriff con muy malas pulgas); incluso Amber Heard tiene un papel divertido y macarra, no se limita a estimular la imaginación del público masculino en plan Megan Fox. Es un acierto del guion que Heard no dé vida al típico y aburrido interés romántico del protagonista, sino que entre ambos se establece más bien una relación familiar, es una chica que ocupa el lugar de la hija de Milton, así como su copiloto y compañera de aventuras. Al que sí parece que se le podría haber sacado más partido es a David Morse, que da vida al viejo socio de Milton; queda un tanto raro, pese al detalle de la lesión en la pierna, que se quede fuera de la definitiva batalla del clímax, cuando podía haber echado un cable masacrando fanáticos.

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Pero en los cien minutos que dura ‘Furia ciega 3D’ hay no pocas secuencias con peleas y persecuciones que están rodadas de una manera tan torpe que se hacen eternas, castigando la paciencia del espectador hasta hacerle perder interés por lo que ocurre en la pantalla. Ah, que ha matado a otros diez, estupendo, ¿cuánto falta para el duelo final? La mecánica puesta en escena de Lussier pasa desapercibida cuando todo se centra en las conversaciones de los personajes, donde destacan los actores y las frases lapidarias, pero cuando uno de ellos se pone a disparar o dar golpes, o los coches se ponen en marcha, la película es un caos; es el momento del montaje frenético, con sucesión de planos cortos donde apenas se ve nada, para disimular torpezas, limitaciones y descuidos. Es imposible no aburrirse con una persecución triturada en multitud de planos por segundo donde ni siquiera se sabe qué distancia hay entre los coches. Y sin embargo, lo peor de todo es que ‘Furia ciega 3D’ ha sido un fracaso en taquilla (¿a quién se le ocurre aprobar un presupuesto de 50 millones de dólares para algo así?), por lo que podría frenar propuestas similares, planteadas por cineastas más diestros e interesantes que Lussier. Ojalá que no, se echa falta más incorrección y mala uva en la cartelera.

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