Especial Star Trek: 'Star Trek', de J.J. Abrams

Especial Star Trek: 'Star Trek', de J.J. Abrams
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Casi cuarenta años habían pasado desde aquella convención de ciencia-ficción en la que Gene Roddenberry había coqueteado por primera vez con la posibilidad de contar la historia de cómo Kirk y Spock se habían conocido en la Academia. Mucho había llovido pues cuando, tras el fracaso de 'Star Trek: Némesis' ('Star Trek: Nemesis', Stuart Baird, 2002), la posterior cancelación de 'Star Trek: Enterprise' (id, 2001-2005) y un guión de Rick Berman y Erik Jendresen situado temporalmente antes de la serie original que nunca llegaría a ver la luz, se abrió camino a lo que terminaría convirtiéndose al mismo tiempo en la undécima entrega de la saga y la primera de un reboot del universo trekker en toda regla.

Un 'Star Trek' asequible a todo público

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Tras la escisión de Viacom —el conglomerado propietario de Paramount— de la CBS, fue el propio presidente de la major el que solicitaría a su colega de la cadena de televisión un plazo de dieciocho meses para poder desarrollar un proyecto sobre 'Star Trek' antes de que los derechos de la franquicia revirtieran a la compañía televisiva y ésta aprovechara para dar luz verde a una nueva serie.

Llegados a un acuerdo —que le supondría a la CBS mantener sus derechos sobre el merchandisingGail Berman, el presidente de Paramount, contactaría con Roberto Orci y Alex Kurtzman, el duo de guionistas que en ese momento se encontraba en plena faena con 'Misión imposible III' ('Mission: impossible III', J.J.Abrams, 2006), para que comenzara a desarrollar ideas que dieran renovada forma a la saga galáctica, haciendo lo propio con J.J.Abrams de cara a dirigir el filme cuando este hubo finalizado el rodaje de la tercera entrega de las aventuras de Ethan Hunt.

Orci, declarado trekker, tuvo muy claro desde el principio que reiniciar las aventuras de Kirk, Spock y compañía pasaba necesariamente por acercar el universo de 'Star Trek' a un público mucho más masivo que aquél del que había disfrutado en sus dos anteriores encarnaciones cinematográficas, ya fuera la de la tripulación original, ya la de la nueva generación. Con esa idea fija en mente, y la plena complicidad de Kurtzman, Abrams y Bryan Burke, el productor del filme, la pareja de guionistas puso manos a la obra teniendo claro que el centro alrededor del cual orbitaría todo lo que se terminaría materializando en 'Star Trek' (id, J.J. Abrams, 2009) tenía que ser la historia de Kirk y Spock.

"'Star Trek' es música clásica, 'Star Wars' es rock'n'roll"

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(A partir de aquí, spoilers) Conforme el proyecto iba tomando forma, quedaba claro que 'Star Trek' tenía que servir de cierre definitivo de todo lo que había existido antes de ella, y tanto Orci, como Kurtzman y Abrams, coincidían en que la mejor manera de hacerlo era utilizando la trama del filme como paso del testigo de los antiguos personajes a los nuevos. Descartando a Bones, Sulu, Chekov, Uhura y Scotty como valedores de dicho testigo, guionistas y director se pusieron en contacto con William Shatner y Leonard Nimoy como las opciones más sólidas, mostrándose el segundo muy receptivo ante la posibilidad de volver a encarnar al mítico vulcaniano.

Pero sin un guión de por medio, Nimoy no quiso comprometerse, y empezó entonces una carrera contrarreloj para poder dar con la idea que sirviera de apoyo a la aparición de dos Spock, joven y anciano, en un mismo filme. Iluminados por no se sabe muy bien qué genio, Orci y Kurtzman consiguen hilvanar el esqueleto de un relato en el que el Spock original, tratando de evitar la destrucción de Rómulo, crea una singularidad que abre la puerta a un universo paralelo en el que habitan versiones ligeramente diferentes de los personajes que tanto conocíamos; un tratamiento sobre el que Nimoy llegará a afirmar: "supe que habían entendido lo mejor de 'Star Trek' y lo que hacía buena a la serie, y eso fue lo que me motivó a aceptar."

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Al mismo tiempo, Kurtzman y Abrams son conscientes de que, si quieren abrir fronteras, 'Star Trek' debe ampliar sus miras hacia un tipo de cine muy diferente del que se había visto hasta entonces en la saga. Y la referencia directa a tener en cuenta era, obviamente —por más que esto pueda hacer que algún trekker se rasgue las vestiduras—, la saga de 'Star Wars'. De hecho, en palabras de Kurtzman:

'Star Trek' es música clásica mientras que 'Star Wars' es rock'n'roll, y lo que aquí necesitábamos era rock'n'roll.

Prestando atención a cuestiones de ritmo e iconografía visual —varios son los momentos que guionistas y director reconocen como claros homenajes a secuencias de los episodios IV y V— pero sin perder de vista ni el mantra de los fans primero, los cineastas después, ni los muchos guiños a la serie original, lo que queda muy claro cuando uno asiste al brillantísimo espectáculo que es 'Star Trek' es que el trío de responsables, unidos a Burke y Damon Lindeloff, aquí en labores de productor, saben lo que se traen entre manos. Y de qué manera.

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Un arranque ejemplar que se mueve a ritmo de vértigo e introduce al villano de la función —un romulano llamado Nero interpretado con vehemencia por Eric Bana— sirve a J.J. Abrams como temprana declaración de principios acerca de lo que vamos a poder encontrar a lo largo y ancho de la cinta: acción a raudales. Y menos mal, porque inicialmente se había pensado que la primera secuencia del filme fuera el nacimiento de Spock, quedándose ésta en la sala de montaje —aunque algún plano se vio en uno de los trailers— por considerar el cineasta que no cumplía con el requisito básico de dejar al espectador atado a su butaca para el resto de las dos horas de metraje.

La acción queda desde el primer momento puntualizada por la asombrosa partitura de un inspiradísimo Michael Giacchino, que no sólo consigue que no echemos en falta a Jerry Goldsmith sino que compone el mejor tema principal que ha tenido la saga junto al que el desaparecido maestro escribiera para 'Star Trek, la película' ('Star Trek, the Motion Picture', Robert Wise, 1979). Su música, llena a rebosar de la misma épica que desprenden las imágenes es el perfecto acompañamiento al viaje que Abrams nos propone y, como ya es habitual en el compositor, resultan tan brillantes los numerosos temas de acción, como los líricos que acompañan, por ejemplo, al personaje de Spock, interpretado éste en las evocadoras sonoridades del erhu chino.

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Trascendido el prólogo, la cinta se detiene momentáneamente en la muy diferente infancia de Kirk y Spock para dar un salto en el tiempo y presentarnos al primero ya crecidito momentos antes de que decida entrar a formar parte de la flota estelar, convencido por el Capitán Pike, un excelente Bruce Greenwood. En la piel de Kirk, un Chris Pine espléndido que tan pronto es capaz de sacar a relucir su faceta más caradura, como acomodar sus modos interpretativos a la gravedad que reviste ciertas escenas clave del filme y que hace que olvidemos muy pronto que James Tiberius Kirk fuera interpretado alguna vez por William Shatner.

El protagonismo de Chris Pine es una magnífica decisión de reparto tan a la altura como la elección de Zachary Quinto para encarnar a Spock, un personaje que el joven actor hace suyo desde el primer plano y que demuestra el buen tino de Abrams cuando se encuentra frente a frente con Nimoy, o las que reflejan la totalidad de los miembros del Enterprise, ya sea la enérgica Zoë Saldana, los más que correctos John Cho y Anton Yelchin, o los excepcionales Simon Pegg y Karl Urban, clavando ambos a unos Scotty y Bones que, salvando las distancias, superan con creces a aquellos que encarnaran James Doohan y DeForest Kelley.

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Alternando con suma precisión un naturalísimo humor con pequeñas dosis del necesario drama y, por supuesto, un sentido del ritmo y la acción que dejará atónito a cualquier habitual de la saga por su innata espectacularidad, la decisión de ir devolviendo constantemente la historia al núcleo compuesto por Kirk y Spock hace que el público tenga muy fácil identificarse con cualquiera de los dos personajes —o con ambos a la vez— un hecho clave a la hora de que la cinta termine triunfando como lo hace.

En ese triunfo tienen mucho que ver, no cabe duda, tanto la fortaleza de los efectos visuales creados por ILM y Digital Domain —entre otros—, como el enérgico montaje de Mary Jo Markey y Maryann Brandon, el asombroso montaje de sonido que efectúa Ben Burtt, y, cómo no, el espléndido guión de Orci y Kurtzman, que aglutina interminables referencias a la serie y las películas —genial la inclusión del test del Kobayashi Maru— al tiempo que es capaz de establecerse como un ente separado de las mismas, cumpliendo así el objetivo marcado de aludir a cualquier tipo de público.

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Un objetivo que, en última instancia, queda plenamente expuesto en la fantástica y preclara dirección de Abrams que aprovecha sobremanera el formato panorámico para plantear una acción que exuda épica por los cuatro costados y de la que cabría destacar, por lo bien que resume todo aquello de lo que el realizador es capaz, ese alucinante clímax en el que, una vez más, la música de Giacchino sobresale con fuerza para poner "los pelos como escarpias" al más hierático de los espectadores.

Convirtiéndose por todos estos méritos en la cinta más taquillera de la saga trekker con sus 385 millones de recaudación mundial y siendo el primero de la franquicia en ser reconocido con un Oscar —estuvo nominado a cuatro premios y se alzó con el de mejor maquillaje— 'Star Trek' es, mal que le pese a los más recalcitrantes seguidores de la saga, la mejor película que se había podido ver hasta 2009 del universo creado por Gene Roddenberry: el filme supera a la gran mayoría de las diez producciones anteriores, quedando a la altura de las tres mejores en términos de historia y superándolas a todas en el resto de aspectos al tiempo que se establece como el perfecto punto de partida para lo que, esperemos, tenga continuidad más allá de la soberbia 'Star Trek: en la oscuridad' ('Star Trek: Into Darkness', J.J.Abrams, 2013).

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