Especial Paul Newman: 'Samantha' de Melville Shavelson

Especial Paul Newman: 'Samantha' de Melville Shavelson
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Todo gran actor tiene una o varias películas que suponen toda una decepción a cualquier tipo de nivel. En la filmografía de Paul Newman ocurre por primera vez en ‘Samantha’ (‘A New Kind of Love’, Melville Shavelson, 1963), película que reúne a la estrella, que por aquel entonces estaba en plena efervescencia de la fama, con la que era su mujer, la también actriz Joanne Woodward, con la que hizo un buen número de películas. Sin duda nos encontramos ante la peor de sus colaboraciones.

‘Samantha’ no es un film recordado por ninguno de sus artífices, ni por el excelente plantel de secundarios, ni siquiera porque su banda sonora contiene un tema de Frank Sinatra y la excepcional música a cargo de los míticos Erroll Garner y Leith Stevens; Edith Head en el diseño de vestuario, Hal Pereira en la dirección artística… Nombres de sobra conocidos que curiosamente unieron fuerzas para un film que es un continuo despropósito, muy hijo de su tiempo y en el que resulta un poco triste ver cómo Newman malgasta su talento en ella.

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Por supuesto la película nace del interés de ambos intérpretes, que por aquel entonces empezaban a controlar sus carreras eligiendo los proyectos que querían, de realizar una comedia romántica muy especial, que a ratos bebe de la coetánea Nouvelle Vague —heredando todos los peores tics de dicho movimiento, para nuestro sufrimiento— y que al igual que su anterior encuentro en ‘Un día volveré’ (‘Paris Blues’, Martin Ritt, 1961), ésta también se desarrolla en la capital del amor, París.

Woodward es la Samantha del título español —recordemos que el original significa ‘Una nueva clase de amor’—, una modista cuyo pecado es vigilar secretamente a la competencia y copiar algunos diseños. Newman da vida a un periodista muy mujeriego que es enviado a París y… Efectivamente ambos se encuentran y en principio la reacción es de rechazo. Samantha parece una chica muy moderna e inmune a los encantos masculinos, su aspecto también hace que muchos hombres ni se fijen en ella. El lío está servido, o eso quisiéramos.

Anarquía en el género

Todo el film, de excesiva duración para una comedia, navega alrededor de los encuentros y desencuentros entre Samantha y Steve (Newman), decidiendo la primera cambiar de aspecto completamente y hacerse pasar por otra persona. Algo parecido a la coetánea ‘Irma la dulce’ (‘Irma la Douce’, Billy Wilder, 1963), pero totalmente en las antípodas. Melville Shavelson, que nunca destacó por ninguna película en especial, realiza la doble labor de dirección y escritura, perdiéndose en mezclar tonos con un ritmo muy irregular. Algunos dirán libre.

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‘Samantha’ pretende trascender la esencia de la comedia pura y dura, intentando filosofar sobre las idas y venidas del amor, de las oportunidades, de las mentiras, de los trucos, de resaltar que todo vale en determinadas ocasiones. Demasiadas evidencias, demasiado envoltorio, aunque por supuesto la pareja protagonista demuestra un feeling fuera de lo común, aunque aquí parece que ambos se han puesto de acuerdo en resultar un poco excesivos en todo. Woodward con su camaleónica presencia y Newman jugando con su condición de sexsymbol. Por no hablar del hecho de que la película parece por momentos un muestrario de todo lo bueno que tiene Francia; ejemplo: la absurda y desaprovechada presencia de Maurice Chevalier.

Sexo, locura y diversión —al menos eso intenta desprenderse de secundarios del calibre de Thelma Ritter— en la ciudad del amor por excelencia, en unos años en los que el cine cambiaba y evolucionaba a marchas casi forzadas en todas partes del mundo, que aquí se traduce en un trabajo pretencioso, sin chispa ni gracia que intenta superar su contenido trivial y vago con una puesta en escena que no narra, muestra; que no transmite, cansa; que no innova, martiriza.

Afortunadamente Paul Newman se dejó de tonterías en su siguiente trabajo, de ribetes hitchcockianos que le pondría al lado de uno de los grandes del cine clásico.

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