'El Principio de Arquímedes', la ley de la gravedad

'El Principio de Arquímedes', la ley de la gravedad
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Hace poco mi compañero Antonio Toca me hizo un reto de lo más extraño, por no decir absurdo. Me dijo que a ver si era capaz de hacer una crítica, o reseña, o reflexión, o como queráis llamarlo, sobre una película que tuviera guión de Belén Gopegui, mujer a la que mi compi debe tener una profunda admiración, porque si no no me lo explico. Y es que hacerme a mí un reto de ver una película, sea la que sea, y luego escribir mis impresiones sobre ella, es como si yo voy retando a la gente diciéndoles que a ver si son capaces de respirar.

En fin, bromas aparte, me puse feliz y airoso a buscar una de las dos películas en las que Gopegui intervino en el guión, y decidí ver la primera (por eso del orden) de ellas, 'El Principio de Arquímedes', que al igual que la otra, está dirigida por el inagotable, al menos como productor, Gerardo Herrero, de quien recuerdo que 'Malena es un Nombre de Tango' no estaba mal, y de eso ya hace... 11 años. De algunas de las cosas que vinieron después, prefiero ni hablar, aunque de alguna en concreto ya lo hice aquí en otra ocasión. Herrero nunca me ha parecido un director solvente, ni siquiera mediocre, sus puestas en escena son de lo más sosas, por no decir inexistentes, aunque nunca pensé que encontraría una película dirigida por él, donde hubiera algo peor que su labor, y en este caso es el lamentable guión de la señora Gopegui.

La historia nos narra la vida de dos parejas, una acomodada y la otra no tanto, y de como por circunstancias de la vida, se cambian los papeles las mujeres de las mencionadas parejas, cuando una de ellas recomienda a la otra para trabajar en su empresa y ésta le termina quitando su puesto de trabajo, además de su pareja. Esto hará que todos se cuestionen las cosas que verdaderamente les importan, ya sean personales o profesionales.

La película se queda en nada al intentar mezclar un montón de cosas y no terminar de definirse jamás. No funciona ni como drama existencial, ni como cine social ni como película de denuncia, ni como nada de nada. Sus diez primeros minutos son de lo más bochornoso que se ha visto ya no sólo en nuestro cine, si no en el cine universal de aquí hacia las infinitas distancias del espacio. Luego, cuando todo se ha liado lo suficiente, parece que la cosa se anima un poco, pero ni de lejos llega a remontar para tomar un buen vuelo, por lo que la película termina estrellándose, fueran cuales fueran sus intenciones. El guión está lleno de resoluciones argumentales de lo más ridículas al estar mal expuestas, como ciertos objetos en el interior de un coche que descubren todo el pastel, habiéndonos mostrado esos objetos con anterioridad cebándose bien en ellos, por si somos tontos y no lo pillamos. Fallos que a parte de ser considerados de novato, insultan la inteligencia del espectador como pocas veces se ha hecho.

Gerado Herrero no ayuda ni lo más mínimo a la hora de poner en imágenes la historia, y durante toda la película no es capaz de ir más allá de la sosería y la planificación más televisiva. Tampoco tenemos nada bueno en el campo interpretativo, con dos actores y dos actrices, Marta Belaustegui, Roberto Enríquez, Alberto Jiménez y Blanca Oteyza, que parece que se pusieron de acuerdo para ser todos la inexpresividad en persona, y no mostrar ni transmitir la más mínima emoción, logrando que el espectador sienta apatía total y absoluta por los personajes, aparte de de no conectar con ninguno de ellos. Menos mal que en el plantel de secundarios está Manuel Morón, un actor que está pidiendo a gritos una oportunidad para encabezar el reparto de una película.

La película no hay quien se la crea, y eso que trata de ser realista, pero incluso cuando utiliza algunos recursos narrativos como la interacción de los personajes con el espectador no es ni convincente, parece que te están hablando personas sin alma, sin humanidad. Cítese al respecto la parte final, en la que cada uno hace una reflexión filosófica sobre la vida, que desprende una filosofía barata de andar por casa que realmente asusta.

Una mala película donde las haya, y que sería mejor olvidar que pertenece a nuestra cinematografía, porque para recordarnos como no se deben hacer las cosas ya tenemos bastantes estrenos a lo largo del año que nos lo recuerdan continuamente. Cuando me toque hablar de 'Una Mujer Invisible' ya os lo haré saber, si es que ese día llega. Primero, creo que visionaré 'La Suerte Dormida', ópera prima de ya sabéis quién, y que colabora con Gopegui en el guión. Mientras tanto, señor Toca, ya me vengaré.

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