'El Número 23', sin pies ni cabeza

'El Número 23', sin pies ni cabeza
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El pasado 20 de abril se estrenó en una buena cantidad de cines de nuestro país la última película de Joel Schumacher, cuyo máximo reclamo es su protagonista, Jim Carrey, considerado ahora más actor que cómico. Lo que a priori podía ser una película interesante se vino abajo, al menos para un servidor, cuando vi ese primer trailer que os enlacé. Comentaba en aquella ocasión que 'El Número 23' tenía pinta de ser un thriller del montón, de usar y tirar.

Con preocupante frecuencia me encuentro frente a la cartelera últimamente con la opción de ver uno de varios títulos, a cual menos esperanzador. Al final, me toca decidir más por el horario que por otra cosa, porque, en cualquier caso, no hay nada que resulte medianamente interesante. Y, por más que acumulo dvds que tengo pendientes por ver (en la cada vez más repleta estantería), sin embargo, me encanta ir al cine, así que no tengo remedio. Quizá debía haber ido a otra película. La idea de ver a Carrey intentando hacer algo diferente, me pudo. Ahora me doy cuenta de que tomé una mala decisión, fue el remate a un día que bien podría haberlo pasado en la cama. La película comienza bien, pero su desarrollo va destapando un producto mediocre, cuyo desenlace es de lo peor que he visto en mucho tiempo.

'El Número 23' es el título de un misterioso libro que Walter Sparrow, empleado en una perrera, comienza a leer después de que su esposa se lo regale. Sparrow llegará a obsesionarse con la lectura tras descubrir que el protagonista del libro se parece demasiado a él mismo. La locura y el asesinato que transcurren en la ficción no tardarán en trasladarse a la realidad.

Probablemente, el primer gran error de la película es que se intenta colar momentos cómicos en una historia que requería mayor oscuridad y mayor dosis de tensión; que desde el principio el espectador estuviese pensando que algo tan fantástico como es la premisa del film, puede ocurrir. Sin embargo, parece que la presencia de Carrey como absoluto protagonista ha podido influir en el desarrollo de un personaje que queda muy desdibujado y acaba por resultar sencillamente estúpido. Al poco de iniciar la película, vemos como el personaje de Sparrow (por cierto, un apellido que ya cuesta no asociarlo a Johnny Depp) mira a una señora que pasea un perro y no se le ocurre otra cosa que maullar, provocando una tonta reacción de la mujer, que se da la vuelta. He aquí la primera vez que el espectador se va a llevar una mano a la frente, consciente de que todo puede ir a peor. Sin embargo, en un principio, la película sorprende, el libro va desplegando una trama que, acompañada por la visión de los acontecimientos ficticios (con los actores que hemos visto hasta el momento interpretando a otros personajes) resultando incluso interesante, pero nunca inquietando, que, repito, debía haber sido la misión principal. Conforme avanza la trama, el interés se pierde porque no se llega a nada pero, sobre todo, porque la exageración y la inexplicable locura del personaje de Carrey se van apoderando del débil relato. En ningún momento se cree uno que alguien vaya a volverse loco por una cifra, menos aún que esté seriamente preocupado de que puede matar a su esposa porque en un libro que lee, el protagonista, que se parece al lector, hace eso.

Hay muchas frases de juzgado de guardia en 'El Número 23', casi todas cuando se intenta defender la idea de que el 23 es un número especial, que nos rodea de algún modo. Así, se expondrán razones como que el número de la placa de Al Capone sumaba un número que, tras alguna operación, daba 23, lo mismo que el nombre del protagonista, o la pintura del salón. Y uno, que mira la pantalla ya resignado a tener que soportar más tonterías de ese tipo, no puede dejar de preguntarse porqué el guionista (Fernley Phillips) piensa que somos idiotas, que nos vamos a tragar semejantes argumentos. En un momento se llegan a hacer incluso varias cuentas para llegar al 23 deseado, pero Carrey mira a su interlocutor como si acabara de decir algo espectacular; claro, si hacemos suficientes sumas o restas, cualquier número puede ser especial. Hoy es 25 de abril. 25 del 4. 25 + 4 = 29. 9 es igual a 3 + 3 + 3. ¿Teníamos 29? Ahora tenemos 2 y 3 + 3 + 3. ¡2 y 3! ¡23! ¡Joder, el número 23 me persigue! ¿Te ríes? Ve a ver la película y luego me cuentas.

Joel Schumacher patina, por tanto, totalmente, narrando en imágenes una historia que roza la estupidez en bastantes momentos, y lo peor de todo es que parece que le da igual; nunca vemos nada original, nada que nos haga movernos del asiento, nada que nos haga pensar que Schumacher se ha tomado en serio su película. Al contrario, la realización televisiva que predomina en la película y lo poco creíble que resulta la historia, hacen pensar que todo se ha tratado como si fuese un mero trámite, un producto comercial que había que sacar adelante como fuera en el plazo estipulado. No soy un defensor de este cineasta, en todo caso lo contrario, pero ahí están títulos como 'Tiempo de Matar', 'Tigerland' o 'La Última Llamada', que, sin ser grandes obras, permitían pensar que Schumacher sabía qué hacer con la cámara. Meros espejismos, me temo; este señor, para mí, de aquí en adelante, sólo lo tendré en cuenta para pasar olímpicamente de sus películas.

Madsen y Carrey

Hablar del reparto de 'El Número 23' es hablar inevitablemente de Jim Carrey, el protagonista absoluto de la cinta, tanto en la versión cotidiana, padre de familia, o "buena", como en la de detective macarra y enloquecido. Su trabajo se ve muy condicionado por un guión que se desmonta por momentos, mal desarrollado y muy tramposo. No creo que el actor esté mal, al revés, mantiene un poco el tipo durante casi todo el metraje; desgraciadamente, su cara oscura, que es la más interesante (quizá por ese toque de cine negro que, un tanto torpemente, se incluye en la trama), es la que menos tiempo permanece en pantalla. Tenemos que conformarnos con su personaje patoso y simplón, de trazo fácil, y su ridícula locura por el número 23. Una pena verle aquí, con los excelentes trabajos que ha realizado anteriormente (¿cuando quiere?). A su lado tenemos a la atractiva Virgina Madsen, que interpreta a su esposa y, en la versión alternativa, a su amante. Madsen hace un papel que podría haber interpretado cualquier otra actriz con un mínimo de encanto, creo que con eso queda clara su labor. Está y punto. Bastante hace con no partirse de risa en cierto momento vergonzoso cercano al final. Otro que se pasea por la pantalla es Danny Huston, secundario al que estamos viendo más o menos asiduamente y que aquí parece que está de coña, como si le hubiera tocado interpretar al malo de una comedia infantil. Supongo que tanto a él como a los dos anteriores, sobre todo a Carrey, les habrán tenido que pagar muy bien.

En definitiva, estamos a una mala película que nos devuelve al Joel Schumacher más vulgar e insípido y nos trae a un dubitativo Jim Carrey que no sabe si está en una comedia, en un thriller o en la ópera prima de algún estudiante universitario; da auténtica pena verlo en este decepcionante producto comercial de bajísimo vuelo. Quizá os proporcione una hora de entretenimiento, pero no merece la pena para lo que viene después, casi un insulto a la inteligencia. Allá vosotros, pero creo que hay otros títulos (un poco) más estimulantes en cartelera.

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