Disney: 'Fun and Fancy Free', de Ben Sharpsteen

Disney: 'Fun and Fancy Free', de Ben Sharpsteen
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Aún contando con las paradójicas limitaciones que el formato de relatos cortos ofrecía de cara a la valoración global de sus últimas propuestas, Walt Disney no cejaba en su empeño de seguir rodando producciones de menor coste para la compañía enhebradas a base de historias de duración reducida que aportaran un semblante de variedad del que sus primeras cintas carecían.

Pero, como ya hemos visto en entregas anteriores de este especial dedicado a las cintas animadas de la productora, de las intenciones a la realidad hay, en este caso, un salto de gigante y ninguno de los títulos ya revisados, ni éste al que hincamos el diente hoy, han conseguido dejar huella suficiente en la historia de la casa de Mickey como para ser consideradas algo más que meros pasatiempos con los que capear el temporal de la delicada situación económica que atravesaron los estudios durante los años cuarenta.

Fun and fancy free 1

Cambiando por completo de tercio con respecto a 'Música maestro' ('Make Mine Music', VVDD, 1946), 'Fun and Fancy Free' (id, Ben Sharpsteen, 1947) queda hilvanada a través del endeble hilo que supone la presencia de Pepito Grillo (un claro intento éste de rescatar parte de la popularidad de la conciencia de cierto niño de madera para aupar las posibilidades económicas de la cinta), montándose sobre la base de dos mediometrajes de unos treinta minutos de duración cada uno cuyas notables diferencias hacen fuerte mella en la impresión que el espectador se lleva del visionado.

Así, para empezar, y tras un breve pero insulso prólogo de la mano del citado Pepito Grillo, la cinta nos introduce a través de la presentación del personaje en el primero de los dos cuentos que componen la función, el dedicado a Bongo, un oso circense que siente la llamada de la naturaleza y escapa de la vida de farándula para internarse en un bosque que, primero inhóspito, terminará por provocar que encuentre a una osezna con la que compartir su vida.

Fun and fancy free 2

Extenso hasta decir basta, sin ni una línea de diálogo (toda la historia es narrada por la voz en off de Dinah Shore) y con un personaje principal carente de carisma más allá de los minutos iniciales, esta primera mitad de 'Fun and Fancy Free' es una dura prueba que pasar para poder acceder a la segunda mitad, y ni la música, ni las canciones ni la animación en términos generales (algo hay que se puede destacar de entre el nivel estándar que luce ésta) son lo suficientemente relevantes como para hacer de ellos algo digno de mención.

Afortunadamente, transitado este primer tramo, y salvado ese inane escollo que es la presentación del segundo cuento, que corre a cargo del ventrílocuo Edgar Bergen y dos de sus famosos muñecos, la cinta alcanza por fin el motivo principal (y único) que justifica su visionado, el clásico corto de 'Mickey y las habichuelas mágicas', un divertimento de primer orden protagonizado por el ratón, y sus amigos Donald y Goofy que atesora ciertos momentos de animación que son un auténtico prodigio.

Fun and fancy free 3

Entre ellos, qué duda cabe, aquél en que las habichuelas comienzan a crecer generando el gigantesco árbol que eleva la casucha de los tres héroes hasta los cielos: tanto en ritmo de narración (endiablado) como en la combinación de ésta con la música la escena es espectacular, como también lo son los recursos de humor físico clásico que echan mano los animadores para provocar la risa, asomándonos mediante alguno de ellos al equivalente animado de las proezas equilibristas que Buster Keaton o Harold Lloyd llevaran a cabo en la época muda del cine.

Sin ser pues una total pérdida de tiempo gracias a esa espléndida media hora final, 'Fun and Fancy Free' supone, en su valoración global, y como apuntaba al comienzo de la entrada, una suerte de "producción suma y sigue" que poco añade a lo que ya le habíamos visto a la Disney por activa y pasiva en empresas anteriores. Afortunadamente, los cuarenta comienzan a tocar a su fin y ya nos queda muy poco para volver a arribar a las costas de los auténticos (y autodenominados) clásicos de la compañía.

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