'Cruce de caminos', padres e hijos, la vida

'Cruce de caminos', padres e hijos, la vida
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Primero de nada realizar la sempiterna queja sobre la elección de títulos de películas en nuestro país. Los que se dedican a tan delirante trabajo se justifican diciendo, entre otras cosas, que se busca un título adecuado y comercial, que no se traducen, que se doblan —atención porque ese razonamiento podría pasar como uno de los más ridículos jamás dichos, pero qué le vamos a hacer—. Hasta ahí ningún problema, si la gente que se dedica a cambiar el título original de una película bajo una perspectiva comercial, y teniendo en cuenta que el cine también es un negocio, no somos quién para quejarnos ¿O sí? 'Cruce de caminos' creo que es un título erróneo, mucho, en comparación con 'The Place Beyond the Pines', que traducido sería "El lugar más allá de los pinos". El primero es confuso, el segundo poético, en consonancia con el tono aplicado en ciertos instantes en la película.

Derek Ciafrance nos sorprendió a todos con su segunda película, 'Blue Valentine' (id, 2010), un desgarrador, y también algo pretencioso, drama sobre las relaciones con un estupendo Ryan Gosling y una inmensa Michelle Williams. El film, que se estrenó tarde y mal en nuestro país, nos hizo fijarnos en un director como Ciafrance, el estar pendientes de sus siguientes proyectos. 'Cruce de caminos' también ha tardado en estrenarse, aunque esta vez lo ha hecho con bastantes más copias que la anterior. Algo es algo. Una historia con mayores ambiciones, un reparto mayúsculo, encabezado de nuevo por Gosling, uno de los actores de moda, y resultados en mi opinión mejores. Una historia sobre los errores, el perdón y la redención a través de diferentes personajes unidos por un terrible hecho.

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(From here to the end, Spoilers) 'Cruce de caminos' —por cierto, no confundir con la lírica película de Walter Hill de idéntico título, este bien traducido— narra tres historias diferentes cuyo nexo de unión es un fatídico hecho al que se ha llegado de forma poco esperada. Por un lado tenemos la historia de Luke (Gosling), un perdedor nato, un inconformista con el mundo que le rodea, que ante la noticia de que tiene un hijo con una ex pareja remueve cielo y tierra para asumir sus responsabilidades como padre. Gosling se hace con esta parte del film, con esa mirada impenetrable y esa pose de eterno rebelde de tintes clásicos, sumado a esa inquietante tranquilidad del personaje, el cual parece que va a estallar violentamente de un momento a otro —muchos se quejan de que el actor está repitiendo últimamente el mismo tipo de personaje, yo no—, enfrentado a una situación inesperada y que se le escapa de las manos. Cianfrance asienta el tono del film, rozando lo poético, elevando la cámara en cada paseo en moto de Luke, marcando un lugar inconcreto en el tiempo y el espacio, ese lugar más allá de los pinos en el que, cual microcosmos, se habla de todo tipo de cosas, quizá demasiadas.

La película cambia de tercio cuando se centra en el personaje de Bradley Cooper, quien filmó está película antes que el film que le proporcionó su exitosa nominación al Oscar, centrándose en la historia de un policía que es tratado como un héroe mediático. En ese tramo el film se vuelve incluso más turbio, y alcanza momentos en verdad inquietantes gracias a la presencia de un misterioso Ray Liotta, si bien es cierto que su particular historia toma caminos muy convencionales. Sorprende, y debo decir que en mi caso eso es decir mucho, la controlada interpretación de Cooper, que debería dejarse de comedias y centrarse en su lado más dramático. Sus remordimientos, su búsqueda de justicia, y sobre todo su miedo, nos hacen muy real un personaje abocado a un mundo que le destruirá si no se adapta. Como la vida misma.

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Y tras un metraje denso pero nunca aburrido, la película se centra en los hijos adolescentes de los personajes de Cooper y Gosling, los cuales son un claro reflejo de parte de la actual juventud estadounidense, personajes perdidos sin rumbo ni guía. Por un lado el pasado que afecta irremediablemente a todos, y por otro, la ansiada redención que todos deseamos alguna vez para purgar nuestros errores, nuestros tropiezos en un mundo que no perdona. Ese lugar más allá de los pinos cobra todo su sentido en ese plano final, con la cámara a ras de suelo, asentada, aferrada, mientras el lugar que no volverá a ser el mismo, deja libres a sus habitantes. La música, hábilmente utilizada, obra de Mike Patton, señala sin estridencia ni con demasiada presencia ese halo poético que lejos de no dotar al film de realismo, lo hace si acaso más verídico o creíble.

Se puede decir que todos los actores están en estado de gracia, logrando que veamos a personajes y no a actores. Y como en toda gran película los secundarios a ratos se adueñan de la función. Eva Mendes, que no me parece una buena actriz, se luce como esa mujer sufridora que soporta lo impensable por llevar una dolorosa carga durante tantos años. Y Ben Mendelsohn atraviesa la pantalla con ese compañero de desventuras, y atracos, que tiene Luke en un momento de su vida. Suya es una de las frases más ingeniosas de diálogo, que curiosamente fue improvisación del actor:

Si corres como un rayo te estrellarás como un trueno

Curiosa reflexión en un film que subraya la importancia de la reflexión y lo erróneo de una decisión atropellada, una de esas que pueden marcar para siempre no solo tu propia vida, sino la de los que vienen detrás de ti.

El pasado a través de la herencia genética tornándose presente, el perdón a través del pensamiento y no de los falsos impulsos emocionales. La alegría de vivir de forma coherente a tu propia identidad, ya sea en el lugar más allá de los pinos o incluso mucho más allá. Quién sabe.

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