Críticas a la carta | 'Al este del edén' de Elia Kazan

Críticas a la carta | 'Al este del edén' de Elia Kazan
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Hace poco mi compañera Miriam nos hablaba sobre una época muy oscura que afectó de forma grave al mundo de la industria cinematográfica —y por supuesto artística—, el maccarthysmo, en el que jugó un papel muy importante el director Elia Kazan.

‘Al este del edén’ (‘East of Eden’) fue realizada el mismo año que Kazan hizo su aclamada ‘La ley del silencio’ (‘On the Waterfront’, 1954), esa espléndida película que no fue otra cosa que la justificación del propio director por haber sido un chivato y haber dado nombres de compañeros de profesión simpatizantes del partido comunista ante el Comité de las Actividades Antiamericanas. Que su siguiente trabajo fuese la adaptación de una conocida novela del popular John Steinbeck tiene parte de coherencia, reflejando muy bien el estado de ánimo de Kazan.

La obra de Steinbeck, que para el propio autor era la mejor que había escrito, narra la historia de dos familias durante una época comprendida entre la Guerra de Secesión y la Primera Guerra Mundial. Kazan opinaba que filmable era solo el tercio final de la obra, y con bastantes licencias —como debe ser— se centró en un personaje llamado Cal, y la relación de este con su padre, todo rectitud, y su hermano, todo bondad y el preferido de su padre. Cal sería interpretado por James Dean en su primer papel importante para el cine, a pesar de que el director quería a Marlon Brando, con el que ya había trabajado en tres ocasiones, y Montgomery Clift, pero ambos eran demasiado mayores para los personajes. Dean logró hacerse con el papel, y también logró la inmortalidad, aunque para eso tendría que fallecer a la edad de 23 años en un accidente de coche una semana después del estreno de ‘Al este del edén’, y después de haber protagonizado ‘Rebelde sin causa’ (‘Rebel Without a Cause’, Nicholas Ray, 1955) y ‘Gigante’ (‘Giant’, George Stevens, 1956).

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(From here to the end, Spoilers) En film va directo al grano desde el inicio, en el que vemos a un Cal (Dean) intentando conocer algo de su pasado y a su madre, a la que daba por muerta. El carácter introvertido y la rebeldía, y su comportamiento un tanto extraño, del muchacho quedan patentes en ese comienzo. Indudablemente todo el peso recae sobre el primerizo James Dean, recién salido del Actor´s Studio, tan del gusto de Kazan pues él fue uno de sus creadores. Precisamente Dean había hechos pruebas de cámara para la película al lado de Paul Newman, que se presentó para el papel del hermano de Cal, que finalmente recayó en el también debutante Richard Davalos. El mito de Caín y Abel insertado de forma nada disimulada, y acentuado por Kazan con su vigorosa puesta en escena, y el fuerte contraste que existe entre las dos composiciones que hacen Dean y Davalos de sus roles.

Tanto Kazan como Steinbeck pensaron que James Dean no era un buen actor, pero su aspecto desaliñado y su actitud desenfadada le hicieron considerar que era el Cal perfecto. El trabajo del joven intérprete está continuamente al borde de la exageración y el histrionismo, pero hay que reconocer que eso hace que Dean quede perfecto en un personaje al que se ama a ratos y en otros se le odia. Y si con su hermano se establece la eterna lucha entre el bien y el mal, en la relación de Cal con su padre —un genial Raymond Massey, como era costumbre en él— se establece el típico conflicto generacional —tanto Steinbeck como Kazan tenían relaciones “difíciles” con sus respectivos padres—. Cal reclama desesperadamente el amor de un padre que siempre le ha ignorado o menospreciado. La tensión entre ambos personajes es uno de los puntos más logrados del film, y Kazan lo logró de forma muy inteligente.

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Por un lado todas las conversaciones entre Massey y Dean están planificadas de forma muy concreta. El cinemascope es utilizado para resaltar el estado anímico de ambos personajes. Atención a dos escenas, la de la conversación sobre la madre de Cal en una mesa, en la que el plano-contraplano es una tensión constante; o aquella en la que el recto padre rechaza el dinero que su hijo le regala por su cumpleaños y ganó previamente. Según el guión, Dean tenía que darse media vuelta y marcharse, pero en un momento de inspiración logró con la improvisación uno de los instantes más poderosos de la cinta. Se puede notar incluso como pilla desprevenido a Massey quien reacciona a tiempo —gracias a que está casi de espaldas a la cámara— y como resultado queda uno de los puntos de inflexión de la historia. Por otro lado Massey y Dean se llevaron mal durante el rodaje. Massey era todo educación y buenos modales mientras que Dean todo lo contrario. El veterano actor se quejaba al director pidiéndole que metiera en cintura a su joven estrella, algo que Kazan jamás hizo para que la tensión de los actores latiese aún con más fuerza en los personajes.

Si una palabra define a una película como ‘Al este del edén’ esa es sin duda intensidad. En todos y cada uno de sus fotogramas se respiran los desbordantes sentimientos que parecen abocar a Cal a un infierno muy particular. La energía del Actor´s Studio, repartida entre Dean, Davalos y una Julie Harris, que no convencía a muchos debido a su edad, resplandece al lado del buen hacer de Massey, mucho más controlado, o de secundarios de lujo como Burl Ives, en el papel del sheriff del lugar, o Jo Van Fleet, que debutaba en el cine con el personaje de la madre de Cal, de pocos minutos en pantalla pero por el que ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria. Kazan los encierra con su cámara y poco a poco va ensombreciendo sus vidas —magnífico el instante en el que Cal decide desvelar a su hermano el paradero de su madre, con Dean en penumbra— hasta un clímax final en el que el perdón y la culpa se dan la mano.

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