Cómic en cine: 'El condón asesino', de Martin Waltz

Cómic en cine: 'El condón asesino', de Martin Waltz
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Ahogada por el vecino mercado francobelga, con una producción en cómic que debería ser la envidia de cualquier país de la Unión Europea, el tebeo alemán no representa ni un 3% de la producción impresa del país presidido por Angela Merkel. Tanto es así, que pocos, muy pocos son los nombres que han logrado trascender las fronteras de Alemania para colocarse como referentes del noveno arte en el viejo continente y, por supuesto, menos aún los que han llegado a justificar el salto de alguno de sus títulos al séptimo.

Y si echando la vista atrás, nos habíamos expresado acerca de Reino Unido en términos similares, y podíamos contar hasta cinco producciones que habían llegado a hollar en el séptimo arte procedentes de la "pérfida Albión", a la hora de centrar nuestra atención en tierras teutonas, sólo encontramos dos títulos que, basados en cómic, han logrado ser traducidos de la narrativa secuencial a 24 fotogramas por segundo y, sorprendentemente —o no, como veremos ahora mismo— ambos se deben a un mismo nombre, el de ese peculiar genio que es Ralf König.

König y los profilácticos con hambre de pene

El condon asesino comic

La heterosexualidad es uno de los grandes misterios de la humanidad Ralf König

Abanderado de la homosexualidad y, sobre todo, de la libertad entendida en su acepción más amplia y global, el genio de Ralf König lleva casi tres décadas sorprendiéndonos a cada nuevo título con propuestas que se salen por la tangente de lo que entendemos por cómic europeo habitual para erigirse en una singular isla en medio de un océano. Con desparpajo, siempre con desparpajo, el sentido del humor del artista es de tal calibre que en no pocas ocasiones puede resultar ofensivo a mentalidades retrógadas incapaces de asimilar la sarta de salvajadas gráficas en forma de falos, dilataciones anales, felaciones salvajes, sado, bondage u otras prácticas sexuales con las que suele trufar la práctica totalidad de su vasta producción.

Sin arredros a la hora de arremeter de frente y con una elocuente ausencia de tapujos en contra de la institución eclesiástica en particular y la religión en general —hagánse un favor y lean la trilogía formada por 'Prototipo', 'Arquetipo' y 'Antitipo'— la presencia en el panorama tebeístico español de Ralf König ha sido un hecho ininterrumpido desde finales de los ochenta: primero en historias cortas publicadas en la revista 'Gai' o 'El víbora', después con la decisión de La Cúpula, única casa que ha publicado sus libros en castellano, de ir editando su tebeografía en unos volúmenes que arrancaban en 1991 con la aparición de 'El condón aseino'.

Historia irreverente —como todas las del autor, para qué engañarse— que sigue las pesquisas de un rudo policía homosexual neoyorquino mientras está tras la pista de un condón con afilados dientes que se divierte arrancando miembros viriles de cuajo, 'El condón asesino' es una rara avis dentro de la inmensa mayoría de la producción de König; y no porque se trate la temática gay presente en un 90% de su obra de manera diferente, sino por las claras intenciones del autor de construir un relato de tintes noir al que, no obstante, le pueden sus ganas de buscar la risa en el lector, algo que su secuela, 'El retorno del condón asesino', consigue con igual o más intensidad que su predecesora.

'El condón asesino'...para asesino, el filme.

El condon asesino 1

'El condón asesino' ('Kondom des Grauens', Martin Waltz, 1996) no fue la primera cinta que el séptimo arte adaptó de Ralf König, ya que un par de años antes la maquinaria de producción alemana había adaptado 'El hombre deseado' ('Der bewegte Mann', Sönke Wortmann, 1994), otra de las obras puntales en la trayectoria del artista germano que no comenté en su momento en este especial por centrar la atención sobre la que a priori me parecía más "atractiva" de las dos cintas. El error en la elección, como veremos a continuación, he terminado pagándolo muy caro.

Con la presencia de König en la co-autoría del guión garantizando una precisa traslación de lo que había plasmado en viñetas casi una década antes, la historia de 'El condón asesino' y la caracterización de sus personajes se aleja muy poco de lo que podemos leer en las dos partes de que consta el relato publicado en forma impresa, algo que en otro caso habría sido motivo de celebración —siempre andamos quejándonos de los muchos cambios que se ejercen sobre los mecanismos de las historias originales para que luego, como es el caso, parezca que no valoramos en su justa medida las intenciones de respeto hacia el material original— y que aquí se convierte en el talón de Aquiles de un filme deslavazado, inconexo, carente de ritmo y con un último acto que tira por tierra lo que la cinta había levantado con desiguales resultados hasta entonces.

El condon asesino 2

A ver, que tampoco es que los dos primeros tercios sean un dechado de virtudes, pero lo cierto es que el personaje del detective Mackeroni, la chulería que desprende encarnado por Udo Samel y lo surrealista de la trama, con el policía obsesionado por dar caza a esa "gomita del amor" que castra a diestro y siniestro —y para cuyo diseño se contó con el "asesoramiento" de H.R.Giger (sic)—, aportan las suficientes argumentaciones (si así se quisiera) para justificar el visionado de una cinta que al menos en sus dos primeros actos, e ignorando en la medida del aguante de cada uno las muchísimas carencias artísticas de la producción, sirve como descerebrado divertimento.

Volviendo pues a aquél que cierra la función, por llamarla de alguna manera, la forma en la que la cinta concluye transita del divertimento al más infumable esperpento, con un alocado clímax carente de interés salvo por ese discurso del protagonista que incide, y de qué manera, en las ideas sobre la vida, la religión y la sexualidad que König ha defendido a capa y espada con cada nuevo cómic publicado. Hundido irremisiblemente por mor del resto de lo que aquí se nos muestra, y sin una dirección sólida que pueda sacar del atolladero al berenjenal en el que se mete el filme, lo que éste termina por instilar en el atónito espectador son unas ganas irrefrenables de agarrar el mando y cortar por lo sano con un espéctaculo que, rozando lo dantesco, nada es capaz de ofrecer.

Lo dicho, si lo llego a saber...

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