Cine en el salón. 'Horizonte final', terror en el espacio

Cine en el salón. 'Horizonte final', terror en el espacio
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'Horizonte final' ('Event horizon', Paul W.S. Anderson, 1997) es una cinta cuyo recuerdo siempre estará ligado a la anécdota que vivimos el padrino de mi hija y un servidor cuando acudimos a verla un domingo en sesión matinal. No es, ni mucho menos tan divertida como aquella que viví cuando fui a ver por primera, y única vez, 'Spy kids' (id, Robert Rodríguez, 2001) —que algún día os contaré—, pero es una anécdota que habla muy bien de la irresponsabilidad de algunos padres —y si no queréis leerla, saltaos el párrafo siguiente—.

Como os decía, domingo, sesión matinal, y cinco minutos antes de comenzar la proyección la sala vacía a excepción hecha de dos amigos que hablan animados sobre cómo será la banda sonora que Michael Kamen ha compuesto para la cinta. A dos minutos para que comience la misma que, os recuerdo, fue calificada con la temida R en Estados Unidos mientras que aquí nos conformamos con no recomendarla para menores de 13 años, entran en la sala un padre con sus dos hijos: un niño de unos ocho años y una niña de unos cinco. Mi amigo y yo no salimos de nuestro asombro y nos acercamos al caballero para advertirle del contenido de la cinta que se dispone a ver con sus infantes, respondiéndonos él de forma tajante con un "yo sé lo que hago". Palabras premonitorias que, a la media hora de proyección se habrán vuelto en su contra cuando tenga que abandonar la sala con su hija llorando por las salvajadas que la cinta está mostrando. Un "se lo dijimos" vuela desde nuestros asientos cuando pasa por nuestro lado. La carita de acojone del niño lo dice todo.

Horizonte final nave

Tras la medio interesante 'Shopping' (id, 1994) y el inesperado éxito de taquilla que resultó ser la adaptación a la gran pantalla de 'Mortal kombat' (id, 1995), una infumable cinta que demostraba, junto a tempranos ejemplos de la primera mitad de los noventa como 'Super Mario Bros.' (id, Annabel Jankel, Rocky Morton, 1993) o 'Street fighter, la última batalla' ('Street fighter', Steven E. de Souza, 1994), que las fórmulas de los videojuegos —y más los de estos títulos— no iban a encontrar fácil acomodo en el séptimo arte; Paul W.S. Anderson se disponía a rodar, sin él saberlo, la cinta que sería el culmen de su carrera antes del rápido descenso a las ínfimas cotas de calidad que demostraría un año después con 'Soldier' (id, 1998) y, desde entonces, con todo lo que ha tocado.

Es precisamente por la mera observación de todas las deleznables entregas de la saga 'Resident evil' de las que se ha hecho cargo, 'Alien vs. Predator' (id, 2004) o 'Los tres mosqueteros' ('The three musketeers', 2011) que llama muchísimo la atención lo que, a nivel de dirección, es capaz de ofrecer esta brillante cinta que, mezclando ciencia-ficción y terror, trasladaba los postulados de las historias de casas encantadas a una inmensa nave en la órbita de Plutón: perfectamente planificada y con un espléndido sentido de la narrativa —que no se abandona en aras de confundir al espectador con vacíos trucajes— la dirección de Anderson en 'Horizonte final' trasladaba al espectador la promesa de un cineasta llamado a cultivar prados menos estériles que los que le hemos visto en el resto de su trayectoria.

Horizonte final Sam Neill

Pero claro, cuando se cuenta con un guión que tiene una historia interesante, y no se retroalimenta una y otra vez de los mismos clichés, resulta obvio que muy mal tienen que hacerlo el resto de equipos artísticos de la producción para que las sensaciones que transmita el metraje perviertan lo que el libreto tiene plasmado en sus páginas. Obra de Philip Eisner —autor también de las "muy interesantes" 'Ojos de fuego 2' ('Firestarter 2: rekindled', Robert Iscove, 2002) y 'Crónicas mutantes' ('Mutant chronicles', Simon Hunter, 2008)—, el guión de 'Horizonte final' sufrió una intensa revisión no acreditada por parte de Andrew Kevin Walker, escritor muy valorado por aquél entonces verbigracia al magistral trabajo hecho en 'Seven' (id, David Fincher, 1995).

(Alerta SPOILERS) La historia escrita por Eisner, que quería un "'El resplandor' en el espacio", toma así clarísimas referencias del filme de Kubrick en particular, y cualquiera de casa encantada que se tercie en general —con especial atención en ciertos momentos a la saga de 'Hellraiser'—, pero estas no pueden ocultar otra de las fuentes fundamentales de las que el guionista se hace eco a la hora de concretar la historia, 'Alien, el 8º pasajero' ('Alien', Ridley Scott, 1979), cinta de la que toma "prestados" el número de tripulantes de la Lewis & Clark, siete, siendo en este caso el octavo el que interpreta Sam Neill, un octavo pasajero en toda regla que precipitará un final que, asimismo, también tiene sus deudas para con la conclusión de la mítica cinta de Scott.(Fin SPOILERS)

Horizonte final motor

Pero más allá de sus —obvias— deudas, 'Horizonte final' consigue enhebrar una historia que en la visualización de Anderson y el magnífico trabajo del diseño de producción encuentra la mejor forma de atrapar por las gónadas al espectador y pegarlo a la butaca —o el sofá de su salón— para hacerle pasar uno de los peores ratos que el cine de terror ha logrado transmitir en las dos últimas décadas. Con un gusto por el gore nada desdeñable, que no obstante queda parcialmente oculto bajo el maquillaje de la edición del filme, 'Horizonte final' ofrece momentos de esos que permanecen en la retina del espectador mucho más allá de lo fugaz de su exposición en pantalla, y en este sentido ningún ejemplo es más intenso que las ocasiones en que Anderson nos muestra el lugar del que la nave regresó y lo que se trajo consigo.

Con ese "Liberate tutume ex infernis" como frase que se queda grabada a fuego en la memoria del espectador, y con los escalofríos asociados que provoca el recordar el momento concreto en el que cierto personaje la pronuncia, queda muy claro que, como filme de terror, 'Horizonte final' no habría funcionado de no haberse apoyado en la espléndida labor de un reparto que aporta la dimensión necesaria para hacer funcionar la maquinaria que pone en pie el guión, contando al frente del mismo con la intensa presencia de un soberbio Sam Neill que se merienda al resto de sus compañeros, sin que ello juegue en contra de las sólidas interpretaciones de nombres como Laurence Fishburne, Joely Richardson, Kathleen Quinlan o Jason Isaacs.

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