Cine en el salón. 'D.A.R.Y.L', cuando las películas para niños valían la pena

Cine en el salón. 'D.A.R.Y.L', cuando las películas para niños valían la pena
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Cuatro filmes fueron los que le hicieron falta a Barret Oliver para ganarse a pulso la consideración de haber sido uno de los mejores actores infantiles que ha dado la historia del cine. Cuatro producciones que se encuentran entre las más recordadas por aquellos nostálgicos de los años ochenta a quiénes va dedicada esta sección pero que, vistas hoy, tres décadas después, siguen manteniendo intactos todos los valores —vale, quizás no todos, que ya sabemos lo muy anticuados que se han quedado los efectos visuales de algunas cintas de aquellos tiempos— que capturaron la imaginación de una generación de críos que alucinaron con 'La historia interminable' ('Die unendliche Geschichte', Wolfgang Petersen, 1984), 'Cocoon' (id, Ron Howard, 1985) y su secuela y, cómo no, la cinta que os traemos hoy, 'D.A.R.Y.L' (id, Simon Wincer, 1985), un claro ejemplo de por dónde se movía el cine para niños en un año en el que se estrenaron muchos de los mejores filmes que vimos en la década, entre los que se cuentan los míticos 'Los Goonies' ('The Goonies', Richard Donner) y 'Regreso al futuro' ('Back to the future', Robert Zemeckis).

Sin estar a la altura de las cintas de Donner o Zemeckis, pero en una posición muy digna dentro del cine que nos legaron los ochenta, 'D.A.R.Y.L' se circunscribe a ese cine de niños interpretado por niños del que fueron máximos exponentes de aquellos años la citada 'Los Goonies' y la magistral 'E.T, el extraterrestre' ('E.T, the extraterrestrial', Steven Spielberg, 1982): producciones protagonizadas por chavales que en aquellos momentos tenían más o menos la edad de los que estábamos al otro lado de la pantalla y que conseguían, por ese simple hecho, conectar de forma inmediata con una platea entregada al máximo desde el primer al último minuto de proyección. La magia que se notaba en el ambiente es algo que la madurez elimina de forma natural, pero el recuerdo de la misma es el que nos lleva a amar como lo hacemos estas cintas que estamos incluyendo en 'Nostalgia ochentera'.

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Dirigido con su natural efectividad y falta de personalidad por Simon Wincer, un australiano al que el séptimo arte no lo debe mucho, contando como cuenta en su haber con títulos tan olvidables como 'Dos duros sobre ruedas' ('Harley Davidson and the Marlboro man', 1991), 'Liberad a Willy' ('Free Willy', 1994) o 'The Phantom (el hombre enmascarado)' ('The Phantom', 1996), 'D.A.R.Y.L' narra como un niño de unos doce años, al que al comienzo vemos huir en un coche junto con un adulto que termina lanzándose con el automóvil por un precipicio, acaba yendo a parar al hogar de la típica familia de clase media americana mientras aparecen sus padres verdaderos. Pero las habilidades innatas del chaval, que despunta en cualquier actividad en la que intervenga, ocultan un misterio que la aparición de sus "progenitores" terminará revelando. Mientras tanto, Daryl hará amistad con Tortuga, un niño de su edad poseedor de un hilarante desparpajo y un conocimiento muy preciso del mundo de los adultos.

Orientada fundamentalmente a los chavales, 'D.A.R.Y.L' explora el mundo que a un pre-adolescente le preocupa, con temas como el descubrimiento del sexo —esa "Puti", la hermana de Tortuga—, la relación con los padres, lo que un niño está dispuesto a hacer por sus progenitores, la importancia de la amistad...mensajes todos que el cine de cualquier época ha tratado de un modo u otro y al que el guión de la cinta no añade nada en particular más allá de la originalidad del planteamiento del punto de inflexión (SPOILER ALERT): el que Daryl termine siendo una suerte de niño probeta con cerebro electrónico —en inglés las iniciales de su nombre significan Data Analysing Robot Youth Lifeform, algo así como forma de vida joven robótica para el análisis de datos— habla mucho de un momento histórico en el que la tecnología comenzaba ya a dar pasos agigantados en los procesos de miniaturización, volando la imaginación hacia donde podría llevar el uso de la misma.

Apuntado de forma muy sutil a mitad del filme, con Daryl viendo 'Planeta prohibido' ('Forbidden planet', Fred M. Wilcox, 1956) en uno de los momentos en que aparece Robbie, o el brillante niño manipulando un cajero electrónico para cambiar el saldo de la cuenta de su "padre adoptivo", no esperéis aquellos que no la habéis visto nunca un tratamiento del robot como el que Spielberg haría años más tarde en la magistral 'A.I, inteligencia artificial' ('A.I', 2001), aunque haya aquí apuntes muy tempranos —y escuetos— hacia ese "fantasma en la máquina" que podremos ver en 'Yo, robot' ('I, robot', Alex Proyas, 2004) o el manga 'Ghost in the shell' de Masamune Shirow. (FIN SPOILER)

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En 'D.A.R.Y.L', al igual que ya había hecho en 'La historia interminable', Barret Oliver da muestras de una naturalidad delante de la cámara que muchos de los actores que comparten planos con él ya quisieran para sí, y ni caras tan familiares en los ochenta como las de Colleen Camp, Michael McKean o Joseph Sommer son capaces de competir con un jovencísimo intérprete que decidió alejarse del cine para ingresar en la Cienciología de adolescente y dedicarse, hoy por hoy, a la fotografía profesional.

"Inofensiva" y "blanda" son dos de los calificativos que más encontraréis al buscar referencias sobre 'D.A.R.Y.L'. Bien. No voy a discutirlos. La cinta es inofensiva y no podría ser más blanda en su transcurso y agradable conclusión. ¿Es eso "malo"? Como siempre, dependerá de lo que uno vaya buscando en el filme: si lo ves pretendiendo que te redescubra el cine como arte, el chasco será momumental. Si lo ves con ojos menos exigentes y tan sólo le pides a la cinta que te entretenga, entonces 'D.A.R.Y.L' cumplirá su objetivo sin mayor estridencia. Si, por último, eres de los que la vieron cuando era pequeñ@ y no te has atrevido a volver a acercarte a ella por miedo a que no haya resistido bien el paso del tiempo, descuida, sí lo ha hecho.

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