Ciencia-ficción: 'La conquista del espacio' de Byron Haskin

Ciencia-ficción: 'La conquista del espacio' de Byron Haskin
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'La conquista del espacio' ('The Conquest of Space', Byron Haskin, 1955) es una de las producción de ciencia-ficción de los años 50 que otorgaron fama y dinero al productor, y en ocasiones director, George Pal. Mi compañero Sergio hablaba en el post anterior del ciclo sobre una de las producciones de Pal, 'Con destino a la luna' ('Destination Moon', Irvin Pichel, 1950), película de culto a la que el paso del tiempo ha hecho bastante mella y que destacaba sobre todo por sus efectos visuales, campos en los que tanto Pal como Haskin habían trabajado profundamente en bastantes cortos y películas. Si en la mencionada, el hombre llegaba a la Luna, en la presente el objetivo está más lejos: Marte.

Al igual que en la película de Pichel estamos ante una de esas obras que hay que ver con perspectiva —como el cine de todas las épocas—, puesto que los avances en los efectos especiales han sido tan espectaculares que en comparación los de aquella época se quedan viejos. No obstante 'La conquista del espacio' vista hoy emerge como un producto simpático, muy entretenido —cosa que el film de Pichel no conseguía— y aún destaca por sus efectos visuales, bastante efectivos para la época, sobre todo en sus secuencias espaciales. El guión, que mezcla la aventura en sí con disertaciones de marcado carácter religioso con alguna situación ridícula, ya es otra cosa.

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(From here to the end, Spoilers) Habrá notado el lector tras el salto que la imagen de la segunda fotografía recuerda muy claramente a cierta película dirigida por Stanley Kubrick. Efectivamente a uno de los directores más ambiciosos que ha parido el séptimo arte le pareció muy interesante la idea de una estación espacial que giraba sobre sí misma. Esa es la influencia más clara —reconocida— de 'La conquista del espacio', cuyo argumento se resume en un par de líneas, sin duda la parte más débil de la película. Un grupo de astronautas esperan en una estación espacial su primera misión: llegar a la luna. Sin saber muy bien por qué a los diez minutos se cambia el destino, este será Marte, un reto aún mayor que llena tanto de ilusión como de temor a los presentes, sobre todo el jefe de la misión, el general Samuel Merritt (Walter Brooke), a quien le acompañarán su propio hijo y un buen puñado de amigos.

Mientras Haskin se preocupa por el aspecto visual del film —algo que es una constante en su cine como muestran las efectivas puestas en escena de sus dos títulos más conocidos, 'La guerra de los mundos' ('The War of the Worlds', 1953) y 'Cuando ruge la marabunta' ('The Naked Jungle', 1954)—, el guión enfrenta cosas interesantes con otras directamente ridículas. Las reflexiones filosóficas derivadas de la ambición del hombre por conquistar otros mundos captan nuestra atención, eso sí, hasta el momento en el que la religión hace acto de presencia. Que las motivaciones de un científico terminen por condicionar a un hombre de ciencia resulta forzado, por no hablar de las razones de alguno de la tripulación para sumarse a dicha aventura, como la del astronauta japonés que lo hace por su país, casi en la miseria y por toda esa gente que vive en casas de papel. Detalles bochornosos que sobresalen en una película que por otro lado busca cierto rigor científico.

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Se ve en 'La conquista del espacio' un intento de hacer una ciencia-ficción más seria de lo habitual en aquellos años. Aquí no tenemos monstruos, o alienígenas, o habitantes en el planeta rojo. El único problema es el ser humano en sí, una idea siempre interesante pero que en la película se torna casi cómica cuando en el clímax nadie parece darse cuenta de las terribles intenciones del jefe de misión, que a esas alturas ya se ha vuelto loco. Un mad doctor católico enfrentado a una tripulación de clichés revelando la pobreza de los personajes secundarios a pesar de un trabajo actoral decente. Afortunadamente, Haskin siempre ha tenido mano para entretener en su acepción más pura; eso sumado al espectáculo made in producciones de George Pal evita el desastre.

La prueba perfecta de cine artesanal en manos de un director que cumple sin más. Cine de evasión puro y duro a pesar de ciertos apuntes pretenciosos que vistos hoy se erigen como instantes de comedia involuntaria a los que el paso del tiempo ha tratado con crueldad.

Como anécdota apuntar que Haskin se ocupó de los efectos especiales de películas como 'Arsénico por compasión' ('Arsenic and Old Lace', Frank Capra, 1944), último film en el que trabajó en dicha categoría.

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