'Capitán América: El primer Vengador', otra más

'Capitán América: El primer Vengador', otra más

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'Capitán América: El primer Vengador', otra más

“El general Patton ha dicho que las guerras se combaten con armas, pero las ganan los hombres. Nuestro objetivo es crear el mejor ejército de la historia. Pero todo ejército comienza con un hombre. Él será el primero de una raza de súper-soldados. Vamos a ganar esta guerra porque tenemos a los mejores hombres. Y ellos, personalmente, escoltarán a Adolf Hitler a las puertas del infierno.”

Col. Chester Phillips (Tommy Lee Jones)

Tras las películas centradas en Iron Man, Hulk y Thor, llegó el turno del Capitán América, como último paso antes de llegar a ‘Los Vengadores’ (‘The Avengers’), donde los cuatro personajes (cambiando a Edward Norton por Mark Ruffalo, más barato y menos problemático) y algunos más formarán un peculiar equipo para salvar el planeta, otra vez. Precedida de un lógico éxito de taquilla en EE.UU. (aunque sus cifras están lejos de las conseguidas por otros blockbusters, como la tercera de ‘Transformers’ o el final de ‘Harry Potter’), ‘Capitán América: El primer Vengador’ (‘Captain America: The First Avenger’) se estrenó en nuestro país el pasado 5 de agosto, solo una semana después de que nos llegara otro relato con superhéroe, la fallida ‘Green Lantern: Linterna Verde’ (‘Green Lantern’). Quizá por eso, o porque ya cansan un poco este tipo de historias, la última producción de Marvel Studios (en asociación con Paramount Pictures) perdió la batalla comercial ante la estupenda ‘El origen del planeta de los simios’ (‘Rise of the Planet of the Apes’), si bien obtuvo una recaudación más que digna.

Uno de los atractivos de ‘Capitán América: El primer Vengador’, en especial para los que respetan los dramas históricos (más numerosos que los que respetan las películas de superhéroes), es que aunque el relato arranca y concluye en la actualidad (para poder situar al protagonista en ‘Los Vengadores’), la acción tiene lugar casi por completo en los años 40, tras la entrada de los Estados Unidos de América en la II Guerra Mundial. La historia gira en tono a Steve Rogers, un joven enclenque y testarudo que desea alistarse en el ejército, pero que debido a su lamentable condición física es constantemente rechazado (y no solo por los militares); como ya saben de sobra los fans del cómic, creado por Joe Simon y Jack Kirby precisamente en 1941, Rogers tiene la oportunidad de servir a su país cuando conoce al Dr. Abraham Erksine, quien le propone formar parte de un proyecto secreto cuya meta es crear hombres más fuertes y más rápidos con los que formar un súper-ejército y derrotar a los nazis. Tras superar a otros aspirantes dentro del proyecto, más grandes y resistentes pero con menos agallas, Rogers es elegido para probar la invención que han desarrollado Erksine y Howard Stark (el padre de Tony, Iron Man), entrando en una cápsula donde se altera su cuerpo hasta alcanzar el máximo potencial humano. Así nace el Capitán América.

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Sin embargo, el héroe no entra en combate inmediatamente. Los alemanes consiguen sabotear el proyecto del súper-soldado, así que Rogers empieza a ser usado como reclamo publicitario para vender bonos de guerra en una serie de espectáculos. Esto encaja con el motivo propagandístico por el que fue ideado el personaje de cómic (y de hecho aparece en el film la portada del primer número de Capitán América), pero no tiene demasiado sentido tal como está expuesto; milagrosamente (por las expresiones parece que no tenían mucha confianza en el resultado), la fórmula del súper-soldado da resultado, y en lugar de entrenar al Capitán América y ponerlo a luchar, lo emplean para algo que podría hacer un actor o un modelo. Es solo uno de los absurdos del guion (¿por qué tanto cuidado eligiendo a Rogers, si pensaban crear un ejército?), que en superproducciones de esta clase, donde hay en juego tanto dinero, suelen sufrir bastantes reescrituras por parte de diferentes profesionales, lo que normalmente se traduce en una narración llena de lagunas, incoherencias y situaciones apresuradas (para recortar páginas y, por tanto, metraje y presupuesto).

Tampoco sale muy bien parado el villano, Johann Schmidt, alias Cráneo Rojo, líder de HYDRA, una misteriosa organización que nace del seno del partido nazi, independizándose y convirtiéndose en la mayor amenaza para el mundo (puede ser una decepción para los que esperaban ver al Capitán América enfrentarse a las fuerzas de Hitler). La presentación de Schmidt es interesante, su relación con los demás le hacen parecer alguien siniestro, poderoso y temible, pero más o menos desde que entra en acción el Capitán América (que se lanza él solo, sin preparación ni plan alguno, a combatir a HYDRA cuando se entera que su mejor amigo, Bucky, puede haber muerto), se convierte en un personaje simplón y previsible, uno de esos “malos” que se limitan a regodearse de lo geniales que son sus ideas y a cabrearse cuando ve que el “bueno” se las va desbaratando; a pesar de que se muestra como alguien extraordinariamente fuerte, Schmidt no tiene interés en luchar contra el héroe de los aliados, pero sí le recrimina (de manera hipócrita, pues llevaba máscara todo el tiempo) que al menos él se muestra como lo que es, una criatura sobrehumana.

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Probablemente con la vista puesta en los bolsillos del público internacional, el protagonista, tanto antes como después de ser Capitán América, no se caracteriza por ser especialmente patriota, no necesita cantar el himno ni ondear una bandera con orgullo (como ocurriría en una película de Michael Bay), y no se cree mejor por ser estadounidense; ni siquiera odia a los alemanes. Si quiere ser soldado es, ante todo, porque desea escapar de su miserable vida y formar parte de algo importante, que puede alterar el curso de la Historia. En definitiva, el héroe no es sino alguien corriente (él mismo lo dice, “no soy especial, solo soy un chico de Brooklyn”) que adquiere habilidades extraordinarias y decide usarlas para combatir a los tipos malos, sacrificándose por el bien común. Solo que esta vez viste de azul, usa un escudo prácticamente indestructible y se llama Capitán América. Por lo demás, nada nuevo (de hecho, en la música de Alan Silvestri no hay un tema original que podamos identificar con este personaje). Lo importante, de todos modos, es lo que hace Joe Johnston con este personaje y su historia. Y eso no me ha convencido. Me sigo quedando con ‘X-Men: Primera generación’ (‘X-Men: First Class’) como la mejor película de cómics/superhéroes en 2011.

Johnston es uno de esos realizadores que cumplen cuando se les pone al frente de una lujosa producción, con un amplio equipo apoyándole, con suficiente dinero para hacer realidad imaginativos entornos y diseños, para contar con efectos especiales que dejen al respetable con la boca abierta (impresionante el debilucho Rogers) y un reparto envidiable (Tommy Lee Jones, Stanley Tucci, Hayley Atwell, Toby Jones, Dominic Cooper, Richard Armitage…), pero quedan en evidencia con la puesta en escena de las secuencias de acción, recurriendo a planos cortos, mareo de cámara, mucha explosión, mucho ruido, confusa progresión de los personajes, innecesaria cámara lenta y montaje atropellado; un caos. En resumen, me gustan los actores (impecable trabajo de Chris Evans y desaprovechado Hugo Weaving), me rindo ante el diseño de producción, los efectos visuales y el maquillaje, y aplaudo que se hayan esforzado por hacer una historia divertida; por el contrario, me aburro con las persecuciones y los tiroteos, no siento interés por el desarrollo de las misiones ni por el destino del equipo que acompaña al Capitán América (qué menos que los conociéramos y los pudiéramos identificar), y el clímax es un fracaso, no hay emoción, solo rutina y esperar a que llegue el final, acompañado por el esperado teaser de ‘Los Vengadores’. Otra vez salgo del cine con la sensación de que había material (y dinero y talento) para mucho más.

2,5

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