'Borg McEnroe': una catedral del drama deportivo

'Borg McEnroe': una catedral del drama deportivo

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'Borg McEnroe': una catedral del drama deportivo

"Advantage, service, fault, break, love... los elementos básicos del tenis son los mismos que los de la vida cotidiana, porque todo partido es una vida en miniatura".

Esta frase, incluida en la autobiografía del legendario Andre Agassi publicada bajo el título de 'Open', actúa como el golpe de efecto perfecto para inaugurar los magníficos —y fugaces— 103 minutos que necesita 'Borg McEnroe' para deslumbrar y, al mismo tiempo, condensa en un par de líneas el torbellino de emociones a flor de piel y la complejidad que encierra esta representación de uno de los duelos tenísticos más épicos de la historia.

Independientemente de la disciplina sobre la que gire el relato, a estas alturas resultan incuestionables la fuerza y la capacidad para transmitir que atesora el drama deportivo gracias a unas historias en las que el esfuerzo físico, el sudor y la competición permanecen en un segundo plano, mostrándose como las herramientas óptimas para explorar la psique del atleta y retratar a los protagonistas.

Con 'Borg McEnroe', Janus Metz Pedersen exprime hasta la última gota del potencial que esconde el subgénero, dando forma a un largometraje tan apasionante como impecablemente ejecutado y en el que todos y cada uno de los elementos que lo componen logran destacar individualmente para, en pocas palabras, edificar en conjunto una de las mejores películas del año.

Por encima de la infinidad de detalles y componentes que hacen de 'Borg McEnroe' una cinta sobresaliente, son sus redondos personajes y el modo en que el guionista Ronnie Sandahl y el inspirado reparto los enriquecen con un excelente tratamiento narrativo y artístico los verdaderos puntales que transforman lo que podría haber sido un ejercicio sencillamente aceptable en una producción de mayor envergadura.

Borg Mcenroe 2

De este modo, el filme se vuelca en crear un retrato lo suficientemente detallado —muchos echarán en falta un análisis más profundo, más propio del biopic— de la mentalidad de la pareja de tenistas que le dan título; estudiando sus miedos, sus conductas y el origen de los mismos para generar una empatía inusitada entre el patio de butacas y dos magnéticas personalidades que bordean por momentos la conducta sociopática.

Esto no hubiese sido posible sin unas interpretaciones de primerísimo nivel de Sverrir Gudnason y, especialmente, de un Shia LaBeouf inmenso en su labor de dar vida a John "Superbrat" McEnroe. Dos piezas más en un engranaje que funciona a la perfección bajo el pormenorizado diseño de un Metz Pedersen cuya dirección brilla en múltiples aspectos.

Borg Mcenroe 3

El cineasta danés hace converger su dominio de la narrativa audiovisual con una factura visual impoluta —soberbia fotografía de Niels Thastum—, atrapando al respetable durante los pasajes más reposados del largo y cortándole la respiración con la representación de la final de Wimbledon que conforma el dilatado, intenso y espectacularmente narrado clímax de 'Borg McEnroe'. Un fin de fiesta digno de infarto.

Con 'Borg McEnroe', Janus Metz Pedersen y su equipo técnico y artístico aprovechan todos y cada uno de los puntos de set para llevarse el gato al agua en un partido tan intenso en lo físico como en lo emocional. Un trabajo vibrante que transmite toda la energía que sólo un choque entre dos trenes como Björn Borg y John McEnroe puede generar, convirtiéndose así en toda una catedral del drama deportivo.

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