Appaloosa, donde muere el western

Appaloosa, donde muere el western
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Desde que Clint Eastwood estrenó ‘Sin perdón’, se viene hablando del resurgir del western, género cinematográfico por excelencia. Cuando una nueva muestra llega a las pantallas, el tema cobra de nuevo relevancia. Gente como Kevin Costner, Lawrence Kasdan, Sam Raimi, George Pan Cosmatos o James Mangold, hicieron sus aproximaciones, con mayor y menor fortuna, a un género prácticamente moribundo por no encajar en un mundo devorado por otro tipo de inquietudes y gustos de consumo. Ahora Ed Harris, con buenas intenciones y un buen reparto, ha vuelto a poner de moda (ya veremos cuánto dura el entusiasmo) las historias de pistoleros anclados a un pasado y una forma de vivir, de pueblos sin ley, de cabalgadas hacia la puesta de sol.

‘Appaloosa’ supone el segundo trabajo de Harris tras la lamentable ‘Pollock’, film que hizo que nadie ganara una sola quiniela de Oscars hace unos años, cuando Marcia Gay Harden sorprendió a todo el mundo saliendo a recoger el premio a la mejor actriz secundaria. Al igual que en aquella, Harris parece estar demasiado entusiasmado con el material que tiene entre manos, y de la misma forma se revela incapaz de transmitir al espectador su cariño por la historia. ‘Appaloosa’ es un film con posibilidades, y también con demasiadas obviedades y subrayados.

El argumento de ‘Appaloosa’ narra la historia de dos defensores de la ley, Virgil Cole y Everett Hitch, que la van aplicando en pueblos carentes de ella. Appaloosa es uno de esos pueblos. El sheriff de dicha localidad ha sido asesinado vilmente por un poderoso ranchero, que junto con su banda tiene atemorizados a todos. Cole y Hitch son contratados para que esta situación termine. Una historia sencilla, clásica, con el suficiente atractivo, y a la que Harris se entrega, en calidad de actor, director y co-guionista, con tanta pasión como torpeza. Porque no llega con tener buenas intenciones, hay que saber escribir un guión con garra, y al mismo tiempo poner en imágenes el libreto escrito con algo más que una buena fotografía.

‘Appaloosa’ tiene un comienzo impactante. Una concisa escena en la que ocurre algo inesperado, y en la que el perfil psicológico de uno de los personajes centrales queda perfectamente dibujado. Decía Hitchcock que una película vale lo que vale el villano. No hay duda de que esta película no puede empezar mejor con respecto a la afirmación del maestro inglés. Enseguida sabemos que con el villano de la función no se juega, es un hombre temible y temido, y no parará ante nada ni nadie para salirse con la suya. Jeremy Irons presta su voz y su cuerpo para componer a tan atractivo, en un primer vistazo, personaje. Después de ese prólogo, que puede considerarse de lo mejor del film, un pequeño segmento muy significativo llevado a a cabo con una perfecta capacidad de síntesis, no volveremos a ver un instante de tanta intensidad, más bien lo contrario.

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Ed Harris se pierde hablando de personajes demasiado planos, estereotipos de estereotipos, de situaciones mal planteadas, y comete el error de ser demasiado obvio. Para colmo, el film adolece de bajones de ritmo preocupantes, sobre todo en su parte final, totalmente anticlimática, y en la que el aburrimiento ya se había apoderado de un servidor. A esas alturas me daba igual el intento de Harris por apartarse con su mirada de ciertos tópicos, sobre todo en lo que respecta a su puesta en escena, de cierta sobriedad. Una puesta en escena en la que tiene mucho que decir el veterano Deam Semler con su trabajo de fotografía. Un mal uso de las elipsis, montaje equivocado (que hace que la película sea reiterativa), y una poco definida banda sonora a cargo de Jeff Beal (quien no puede evitar caer en autohomenajearse con melodías que recuerdan a sus trabajos para las series de televisión ‘Carnivale’ y ‘Roma’), terminan por hacer poco interesante algo que sin duda debía tener mejor aspecto sobre el papel.

Pero no todo en ‘Appaloosa’ me ha parecido malo. Sin duda, uno de sus máximos atractivos es la pareja protagonista formada por Ed Harris y Viggo Mortensen, siendo éste último el verdadero eje del film, aquel desde el que se enfoca la historia (excepto en el prólogo antes comentado). Ambos actores están perfectamente compenetrados, y con su sola presencia les llega para cautivar al público. Probablemente Mortensen posee más momentos para lucirse, al fin y al cabo su personaje resulta más interesante que el de su compañero de reparto, un muy convincente Harris, que ha sabido expresar con su rostro la experiencia adquirida con el paso de los años. En los secundarios, además del ya mencionado Jeremy Irons, brillan un excelente Lance Henriksen y una entregada Ariadna Gil, que le gana en el apartado femenino a una literalmente insoportable, como viene siendo habitual en ella, Renée Zellweger, con un personaje inútil. Todas las secuencias en las que asoma su cara la protagonista de ‘Chicago’ desprenden la sensación de que hay un elemento que estorba, que sobra.

Sin embargo, y por muy bien que estén algunos de los actores, ninguno de los personajes es memorable. Nada en ‘Appaloosa’ merece la pena de ser recordado, sus imágenes pueden llegar a cautivarnos con la misma rapidez con la que las olvidamos. Puede que el western no haya muerto, al menos en la memoria de muchos sigue vivo, mientras intentan una y otra vez levantarlo con proyectos más o menos ambiciosos. Si algún día resurge de verdad, no será por películas como ‘Appaloosa’. Mientras eso sucede podemos disfrutar de cientos de joyas pertenecientes a un género que nunca volverá a tener una época de esplendor como antaño, menospreciado incluso por las generaciones de nuevos cinéfilos, pero que vivirá para siempre en los corazones de los que, como el western, pertenecen a otra época.

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