'Apocalypto', pura emoción

'Apocalypto', pura emoción
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Echando un vistazo a la filmografía de Mel Gibson como director, enseguida nos damos cuenta de que sus películas están hechas con el corazón, son muy viscerales. Partiendo de argumentos mínimos, y ahorrándose pérdidas de tiempo absurdas en algunos de los clichés del cine actual, Gibson siempre ha sido un director que ha sabido ir al grano, sin ningún tipo de rodeo, contar una historia como mejor sabe (¡y vaya si sabe!), y hablarnos, de paso, de emociones puramente básicas, no por simples, si no por importantes, tales como el amor y la familia, dos temas muy presentas en TODAS sus obras como realizador. Ahí están para demostrarlo, siguiendo además una lógica evolución como cineasta capaz de llegar más allá de las imágenes, su maja 'El Hombre sin Rostro', desapercibida en su momento, y hoy reivindicada y recordada sobre todo por su maravilloso final. ¿Qué se puede decir de 'Braveheart' que no se haya dicho ya?, y su obra maestra, la atemporal 'La Pasión de Cristo', donde llevó hasta extremos inimaginables el poder de la imagen sobre la palabra. Ahora, en una operación parecida a su anterior film, aunque menos de lo que parece, nos llega 'Apocalypto', su última gran obra, donde nos vuelve a demostrar su genialidad como narrador, y sobre todo la enorme pasión que siente por el Séptimo Arte, contándonos una apasionante historia como las de antes.

El argumento de 'Apocalypto' es tan sencillo, que no simple, ojo, que se puede resumir en apenas un par de líneas. En los tiempos finales del reino Maya, la paz de una pequeña tribu se rompe, cuando feroces guerreros entran en la aldea arrasándola por completo y capturando a un montón de hombres a los que ofrecerán como sacrificio a los dioses. Ese es el punto de partida que poco más se desarrolla, tanto para bien como para mal. Para bien, porque como he dicho antes, Gibson se ahorra un montón de cosas, yendo directamente al grano de lo que quiere contar: un relato épico de aventuras en el sentido más tradicional del término, sin ocultar un clarísimo mensaje sobre la unión familiar. Y para mal, porque muchos irán pensando que se van a encontrar con una profunda reflexión sobre una antigua civilización, con un profundo estudio sobre todas sus costumbres. Esto, evidentemente no es culpa de la película, sino del espectador que piensa que va a ver otra cosa. No os equivoquéis, la película no es un documental, ni tampoco tiene una complejidad argumental con la que devanarse los sesos. No le hace falta. Gibson es bien clarito con sus intenciones, y a partir de ahí nos ofrece una auténtica montaña rusa, totalmente frenética y sin ningún respiro, que nos absorve ya desde el primer minuto y no nos suelta hasta el final.

Una vez más, Gibson se luce demostrando su endiablada facilidad para narrar claramente un relato, llenándolo de momentos inolvidables que permanecerán en nuestras retinas más allá del visionado. Su fantástica vitalidad como creador de imágenes se ve refrescada por las nuevas tecnologías, ya que parece que el uso de las cámaras digitales se ha convertido en el nuevo jueguecito de directores que siempre quieren arriesgar e ir un paso más allá en el tratamiento de la imagen, algo así como el gran Michael Mann. Gibson rueda el film prácticamente en su totalidad utilizando dichas cámaras, y lo cierto es que el resultado no puede ser más perfecto. De un tirón nos sitúa de lleno en la época en cuestión y nos adentra en una selva llena de peligros, violencia y salvajismo, donde el director no se corta ni un pelo en mostrarnos duramente las consecuencias de una cacería, o de una lucha cuerpo a cuerpo, siendo tan salvaje como lo fue en 'La Pasión de Cristo', y a la vez, coherente con lo que está contando.

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La maestría visual de Gibson desprende una enorme emoción en todos los aspectos del film, ya sean espectaculres o más íntimos. Respecto a los primeros, citar como set piece ejemplar, la extraordinaria persecución que tiene lugar durante buena parte del film, no bajando el ritmo en ningún momento, si no todo lo contrario, y donde se pueden ver ciertos paralelismos con 'Depredador'. Y no, no aparece ningún extraterrestre, si no que se acerca al film de McTiernan en lo que respecta al ejemplar uso de una selva como lugar para una historia de acción pura y dura. No nos olvidemos de que Gibson pretende que nos lo pasemos en grande, y vaya si lo consigue.

En las escenas más íntimas, por así llamarlas, Gibson vuelve a dar en la diana. Escenas como la separación de las gentes del pueblo, con destinos distintos cada uno de ellos, están llenas de una emotividad deslumbrante, con la que Gibson escarba en nuestros sentimientos más profundos con una facilidad pasmosa. Todo lo referente a la pareja protagonista y todo lo que tiene que pasar, es con mucho, una de las mejores reflexiones jamás vistas sobre la unión familiar, enmarcada inteligentemente en la época que muestra el film, sin pajas mentales ni derroteros absurdos. Pura emoción, pura visceralidad, auténtico cine.

Además de su maravillosa ambientación, perfecta en todos los aspectos, hay que sumar el excelente trabajo de absolutamente todo su reparto, destacando especialmente a dos de los antagonistas, por excelencia, del relato. Rudy Youngblood, enormemente expresivo y comunicador en el rol de protagonista, al que siempre acompañamos en su interminable aventura. Y por otro, Raoul Trujillo, actor de impresionante aspecto físico, capaz de comunicar mucho más con una mirada que con palabras. Palabras, por cierto, habladas en maya con una soltura por parte de todos los actores, deslumbrante, tanto que este detalle nos mete más de lleno en el contexto de la película. Aprovecho aquí para decir lo bien que me ha parecido que el señor Gibson se haya negado en redondo a que el film fuera doblado, tal y como hizo ensu anterior obra, costumbre que empieza afortunadamente a extenderse, ya que Clint Eastwood ha optado por la misma sabia decisión con su esperadísima 'Cartas desde Iwo Jima'.

Al igual que la película nos habla de las emociones puras y duras en el buen sentido de la palabra, también nos echa en cara nuestros más descarados defectos, como la necesidad, absurda e imperiosa necesidad, de destruirnos los unos a los otros, de conquistarnos, de matar para sobrevivir. Al respecto, citar única y exclusivamente la escena anterior al cierre del film, lógica manera de acabar una película de estas características, con una escena que nos deja pensando, meditando. Una forma magistral de convertir un hecho concreto en una historia universal. De quitarse el sombrero, en serio.

En definitiva, un film magnífico, que va creciendo en la memoria según van pasando los días, y que tal vez con el tiempo alcance el califacativo de Obra Maestra, del cual está muy, pero que muy cerca. Id a verla sin prejuicios de ningún tipo, y dejaos arrastrar por un sinfin de sensaciones, gracias al enorme poder de Mel Gibson como absoluto creador, que instintivamente ha realizado una película maravillosa, demostración palpable de lo que debe ser el Cine.

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