Añorando estrenos: 'Crónica familiar' de Valerio Zurlini

Añorando estrenos: 'Crónica familiar' de Valerio Zurlini
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Valerio Zurlini es el director que probablemente mejor ha retratado en el cine la melancolía, ese sentimiento tan poderosamente terrible, capaz de ahogar o resucitar una vida. Es una pena que a nivel popular el cine de Zurlini no sea tan conocido como otros directores coetáneos suyos —póngase aquí el nombre del director, o directores, a gusto del consumidor; permitidme ayuda: Leone, Fellini, Antonioni, Pasolini... frenadme que voy cuesta abajo—, aunque la crítica sí le haya reconocido como uno de los mejores y más interesantes directores italianos que han existido. Añadiría que tal valoración debería extenderse al resto de países. Auténtico poeta de la imagen y narrador sin parangón hizo algo que se dice mucho pero a la hora de la práctica no se ve: la película es de todos. La autoría de 'Crónica familiar' ('Cronaca Familiare', Valerio Zurlini, 1962) está firmada en sus títulos de crédito por todo el equipo técnico y artístico.

Un detalle que honra a Zurlini que para la ocasión, y tras su mítica 'La chica de la maleta' ('La ragazza con la valigia', 1961), adapta la obra de Vasco Patrolini, quien también participa en el guión. El film ganó el León de Oro en el Festival de Venecia en 1962, junto con 'La infancia de Iván' ('Ivanovo detstvo', Andrei Tarkovsky, 1962), un premio que en su propio país le hizo justicia a un director descubierto por Petrio Germi cuando vio uno de sus cortometrajes —en Italia existía la costumbre de proyectar siempre uno en los cines antes de cada película— y fue en cierto modo su impulsor dentro de la cinematografía italiana. 'Crónica familiar' es uno de esos milagros que unen en armonía narrativa literaria y cinematográfica. Una obra maestra tan dolorosa por su belleza que, aviso, si no se tiene el ánimo adecuado su visionado puede ser realmente difícil de soportar.

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(From here to the end, Spoilers) 'Crónica familiar' está narrada en flashback. Marcello Mastrioanni da vida a Enrico, un escritor que en la Italia de 1945 recibe una llamada que espera desde hace tiempo, la noticia del fallecimiento de su hermano Lorenzo —un joven Jacques Perrin, actor al que al aficionado recordará por aguantar entre lágrimas el mayor desfile de besos jamás visto en la parte final de cierta película de Giuseppe Tornatore—, será entonces cuando con una gran tristeza, que impregna cada plano de la película, Enrico recordará algunas de las partes más importantes de su vida, separado de su familia con el paso de los años, en un retrato desolador hasta la médula que capta la pobreza de un país sometido al fascismo y una incipiente dictadura. Hay que anotar que Zurlini luchó contra la invasión nazi de Italia, y la ideología de su película está clara, siendo en ese punto aún más humilde al no suponer la misma ningún panfleto pudiendo haber cargado las tintas en ese aspecto.

La historia de 'Crónica familiar' es la historia de una familia descompuesta por razones de pobreza, y resulta impresionante, imaginativo y muy realista —dejando a un lado la contienda bélica, este film es terriblemente actual en muchos de sus puntos al navegar sobre una crisis demoledora— que los miembros de la familia que tiene contacto son dos hermanos separados y educados en muy diferentes ambientes y la abuela de ambos, internada en un asilo por no poder mantenerla Enrico. Lorenzo, que al nacer fue entregado al mayordomo de una baronesa y educado en la abundancia, regresa junto a su hermano porque ha de enfrentarse a la dura vida él sólo, algo para lo que no está en absoluto preparado. La relación entre los dos hermanos será el hilo argumental sobre el que avanza una película llena de silencios bañados por la imponente música de Goffredo Petrassi, que capta a la perfección las intenciones de Zurlini, siendo musicalmente nostálgico y conmovedor.

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La casi continua voz en off, que lanza disertaciones sobre el amor —el instante en el que se asegura que el amor verdadero es para los pobres es de una densidad que casi es obligado un respiro en esa parte—, los recuerdos, el amor fraterno y entre hermanos, acentúa el carácter literario de la historia, y Zurlini eleva la experiencia a algo puramente cinematográfico con una puesta en escena que recuerda en algunos planos al mismísimo Carl Theodore Dreyer por la composición y los espacios escénicos a la par que realiza sutiles y largos travellings creando un dinamismo rítmico acorde con lo que muestra, la mayor parte del tiempo calles vacías en las que los solitarios protagonistas ahogan su triste existencia. 'Crónica familiar' no es una película fácil, no hace concesiones, su extrema dureza es relatada con una extraña y fascinante mezcla de sequedad y dulzura que además de transmitir invita a la reflexión, aunque para ello haya que pasar por el dolor.

Podría enumerar varias secuencias que se quedan grabadas en la memoria, como el desgarrador final sin que la película vuelva al presente y se hacen alusiones de carácter religioso como última medida desesperada, pero prefiero pararme en las dos visitas que los hermanos hacen a su perspicaz abuela en el asilo, lleno de más soledad aún que la vida en el exterior. El instante en el que se despide en silencio de los dos nietos —la tercera foto— tras haber pronunciado una de las mejores frases de diálogo del film —"yo ya he terminado en esta comedia"— es de una emoción tan desgarradora que a uno le altera por dentro porque sabe lo que le espera a esa mujer, del mismo modo sucede cuando ella le da dinero a su nieto sabiendo de las necesidades económicas de aquél —atención a la elipsis, absolutamente magistral, que Zurlini hace a partir de ese detalle de guión cuando recoge las pertenencias de su abuela ya fallecida y Enrico reúne las pocas monedas que ella tenía en posesión—.

Es la muerte de ese personaje secundario, tan vital, la que vaticina, o representa, la muerte de un país dañado, de una época y el triste destino de uno de los dos hermanos como augurio inevitable a una relación imposible entre dos hombres, de la misma sangre, que no tienen a nadie más en el mundo. Zurlini es despiadado, y también sincero, enlazando como si de un bucle temporal se tratase —el paso del tiempo siempre presente en su cine, o más bien la añoranza de un tiempo pasado— el desenlace de la película con el principio. Enrico siempre estará solo y quiere recordar a su hermano vivo en un acto tan egoísta como lógico.

Volveremos a hablar de Zurlini en breve.

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