'Alabama Monroe', la vida es una canción

'Alabama Monroe', la vida es una canción
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Falta cada vez menos para la mayor fiesta del Cine, los consabidos Oscar de la todopoderosa industria hollywoodiense y en el apartado de mejor película en lengua extranjera la cosa promete emoción entre tres títulos. Por un lado las estimables ‘La caza’ (‘Jagten’, Thomas Vinterberg, 2012) y ‘La gran belleza’ (‘La grande bellezza’, Paolo Sorrentino, 2013), que se han hecho con el beneplácito de crítica y público allá donde se han estrenado. Imagino que la de Sorrentino es la que más posibilidades tiene, pero sería una muy agradable sorpresa, merecida además, que ‘Alabama Monroe’ (‘The Broken Circle Breakdown’, Felix Van Groeningen, 2012) se alzase con la dorada estatuilla. Seríamos muchos los que nos alegraríamos.

Cierto es que la película de Van Groeningen tiene muchos elementos en su trama de los que suelen encandilar a la Academia, de hecho más que las otras películas citadas —la de Sorrentino seguro que alguno ni la entiende—. Hay historia de amor y hay enfermedad, dos ingredientes que suelen gustar al otro lado del charco, más aún cuando hablamos de una película en la que en cierto momento uno de sus personajes reza que los Estados Unidos son el mejor país del mundo, aquel en el que pese a todos los males que les llegan del mundo exterior son capaces de reinventarse y seguir creciendo. Para mí lo mejor de esta película es la forma que tiene de narrar su historia, en la que pasado, presente y futuro se unen para describir a una persona.

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(From here to the end, Spoilers) Didier y Elise (Johan Hendelberg y Veerle Baetens) son una pareja que se ama con intensidad. Él toca el banjo y canta en un grupo de bluegrass —con numerosas canciones, alguna del mítico Hank Williams, interpretadas por la BCB Band—, ella tatuadora profesional. Se aman con pasión y sensibilidad a pesar de sus diferencias en las creencias religiosas, visten su vida alrededor de la música y su amor, que parece incorruptible e invencible. Pero tal y como se dice rabiosamente en un momento del film, la vida te la juega, te traiciona quitándote todo aquello que amas. Habrá quien califique a la película de manipuladora, y lo cierto es que continuamente está al borde de ello, pero su estructura cíclica y desfragmentada impiden la sensiblería facilona, logrando además un muy sutil distanciamiento emocional.

La historia de Didier y Elise es la historia de una canción. Me extraña profundamente que nadie haya reparado en la sensacional banda sonora, en las muy significativas letras de las canciones interpretadas con sensibilidad por el grupo protagonista, y en la relación profunda que tienen con la historia en sí y su particular narración. Aunque la película tiene un comienzo y un final en el sentido clásico de la estructura narrativa de toda película, ésta juguetea con el tiempo, viajando emocionalmente a distintas etapas de la pareja, marcando la influencia de todo lo que hacen, dicen y sienten el uno por el otro en distintos momentos de su existencia. Como esa significativa canción que todos amamos y marca en cierto modo nuestra forma de ser y vuelve a nuestras vidas una y otra vez.

Y si la vida es una canción, una forma tan legítima como otra cualquiera de verla, ‘Alabama Monroe’ la suspende en un momento impreciso del tiempo de las vidas de Didier y Elise. Es su historia, con sus alegrías, llantos y puntos de no retorno, con sus cesiones y sus incondicionales pensamientos, con su estribillo. Con dos actores en estado de gracia —uno de ellos co-autor de la obra teatral en la que se basa el film— en todos los aspectos. Es increíble presenciar un feeling tan abrumador como el de Heldenbergh y Baetes en todas y cada una de las fases por las que pasa su relación en la ficción, ya sea su primer encuentro —mostrado a mitad de película—, sus momentos sexuales, mostrando una pasión muy creíble, sus enfados, arrebatos o sencillamente los más dolorosos, que indudablemente tienen que ver con la hija de ambos.

Hay en ‘Alabama Monroe’ muchos planos que indican más de lo que parece a simple vista. En una película cuyo personaje central encumbra el modo de vida estadounidense y se habla sobre el cáncer —sin caer en subrayados, sólo muestra la enfermedad y sus consecuencias—, un instante del discurso de Bush tras el atentado del 11-S se emite en una televisión y permanece más tiempo del esperado. Sutileza que explota en desoladora rabia en el imponente discurso de Didier en un teatro donde actúan y critica a gritos la religión. Justo antes de ese instante, ambos interpretan un precioso tema con su banda, y en esa secuencia —puede verse en el vídeo— la puesta en escena de Van Groeningen es de una delicadeza abrumadora, con los planos de las manos de ambos buscándose, rechazándose y evocando la vida que ambos crearon y perdieron.

Tatuajes que se retocan y reconstruyen contando una historia sobre los fracasos amorosos, canciones de siempre y despedidas a ritmo de bluegrass, alegre y emotivo. Todo eso y más es ‘Alabama Monroe’.

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