Vampiros de verdad: 'La marca del vampiro' de Tod Browning

Vampiros de verdad: 'La marca del vampiro' de Tod Browning
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Doblete que hacen Tod Browning y Bela Lugosi en este especial sobre vampiros que durará lo suyo debido al excelente material que podemos encontrar dentro de este subgénero dentro del cine de terror. Ambos ya habían coincidido en la mítica ‘Dracula’ (id, 1931), que se basaba en la obra teatral que a su vez se inspiraba en la inmortal obra de Bram Stoker, y anteriormente en ‘The Thirteenth Chair’ (1927), una simpática y entretenida película de misterio perteneciente a la época muda de Browning. Todo el mundo recuerda al director americano por el film mencionado y por ‘Freaks’ (id, 1932), pero en su época muda pueden encontrarse joyas como ‘Los pantanos de Zanzíbar’ (‘West of Zanzibar’, 1928) o ‘El trío fantástico’ (‘The Unholy Tree’, 1925) protagonizadas por uno de los característicos rostros del fantástico, Lon Chaney, con quien Browning hizo un buen puñado de películas, regalándonos algunas interpretaciones históricas. Sirva como ejemplo de lo que estoy diciendo la impresionante composición de Chaney en ‘Garras humanas’ (‘The Unknown’, 1927).

En el mismo año de producción que dicha película, Browning y Chaney hicieron una película titulada ‘La casa del horror’ (‘London After Midgnight’), la cual sólo puede apreciarse a través de un montaje a base de fotos fijas debido a que prácticamente todo el material se ha perdido. ‘La marca del vampiro’ (‘Mark of the Vampire’, 1935) es un remake de dicho film, un intento de la Metro Goldwyn Mayer de repetir el éxito del anterior trabajo del tándem Browning/Lugosi, algo que no se repitió, entre otras cosas porque el presente sin ser mejor que ‘Dracula’ sí es una película bastante más arriesgada. Y el riesgo es algo que no suele gustar a los que se dejan el dinero en taquilla.

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El argumento de ‘La marca del vampiro’ da comienzo cuando el noble Sir Karell Borotyn aparece asesinado encima de su escritorio con dos marcas en el cuello y el cuerpo completamente desangrado, lo cual llega para convencer a la mayoría de la gente que ha sido víctima de un vampiro. El Inspector Neumann (Lionel Atwill) se encarga de investigar el caso y se niega a creer que el culpable sea un vampiro, una criatura fantástica que no puede existir más que en la imaginación de los supersticiosos. Pero la llegada del profesor Zelen (Lionel Barrymore), un experto en vampirismo, cambiará poco a poco la opinión de los escépticos del lugar. Para complicar más las cosas, cerca de allí en un viejo caserón se acaban de mudar el conde Mora y su hija Luna, de los cuales se sospecha que son vampiros.

‘La marca del vampiro’ es una de las primeras películas en las que su director juguetea con el espectador de forma totalmente desvergonzada al hacerle partícipe de una broma personal, un intento de reírse de sí mismo por parte de Browning y su equipo de guionistas. La víctima es un espectador totalmente inocente —incluso viendo la película hoy día— que se deja engañar maravillosamente por el realizador, que ha partido de un relato escrito por él, ‘The Hypnotist’‘, no acreditado, y que da muchas pistas de por donde van los tiros. Ayudado de un buen puñado de escritores, nada menos que cinco, Browning va llevando al espectador por el sendero de un cuento de horror en el que no falta de nada. Incluso por momentos parece una especie de homenaje al ‘Dracula’ del 31, y que va más allá de la puesta en escena.

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A falta de diez o quince minutos del final, Browning sorprende con un giro de guión que ya les gustaría para sí a muchas series de televisión actuales basadas en el denominado cliffhanger, y el sentido de la película cambia por completo. Ya no estamos ante un film de horror como creíamos hasta ese instante, sino ante una puesta en escena que une fondo y forma en un ejercicio casi adelantado a su época y que tal vez no es bien recibido por todos a la hora de sufrirlo. Porque una cosa está clara: Browning logra engañar al cien por cien al espectador, y es éste último quien decide entrar o no en el juego propuesto por el realizador, quien descubre todas sus cartas a muy poco del final de la película, casi cuando no da tiempo a asimilarlo. En un primer visionado algunos pensarán que estamos ante una tomadura de pelo, pero en los maravillosos segundos visionados que casi toda obra cinematográfica merece, podemos comprobar cómo el juego de Browning funciona a la perfección, pues más allá de todo el teatro montado en el interior de la trama, se pretende que el espectador se deje llevar disfrutando como el máximo cómplice de todo el relato.

El director de ‘Freaks’ hace gala de su sentido del ritmo condensando toda la historia en tan sólo una hora de duración. Al respecto cabe decir que ‘La marca del vampiro’ tuvo serios problemas en la inclusión de ciertas escenas en las que se sugería una relación incestuosa entre el conde Mora y su hija, pero la invencible censura metió sus manos y la película quedó más corta de lo que se pretendía en un principio. Los inolvidables James Wong Howe y Cedric Gibbons, a cargo de la fotografía y la dirección artística respectivamente, ayudan a conseguir una de esas atmósferas de horror en las que tan bien se movía Browning. Algún que otro momento inquietante y mucho sentido del humor que cobra relevancia a partir del tan comentado momento, son las principales bazas de la película. Y cómo no, las divertidas composiciones de su espectacular reparto, Bela Lugosi, Lionel Atwill y Lionel Barrymore, nombres de oro en el cine fantástico, no tienen desperdicio.

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