60º Festival de Berlín: estupendas 'Howl' y 'The Ghost Writer'

60º Festival de Berlín: estupendas 'Howl' y 'The Ghost Writer'
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La segunda jornada, al menos en lo que se refiere a la sección oficial a competición, ha sido realmente buena, con dos largometrajes, el norteamericano ‘Howl’ y la coproducción franco/alemana-británica ‘The Ghost Writer’, dirigidos respectivamente por Robert Epstein y Jeffrey Friedman, y por Roman Polanski, que mantienen bastante alta la media de las películas que concursan por el Oso de Oro, uno de los premios cinematográficos más codiciados del mundo.

De modo que, por segundo día consecutivo, ha merecido la pena, y mucho, pasar bastante rato bajo la intensa nevada que no para de pintar de blanco ésta hermosa y enérgica capital europea. Desgraciadamente, no ha sido un día redondo por haber tenido que acudir al visionado de la película de la tercera película de la sección oficial, pero fuera de concurso, que ha arruinado lo que se anunciaba como uno de esos raros días en los festivales internacionales, en los que uno sale varias veces de la sala con el sentimiento de que el cine merece la pena.

‘Howl’, el aullido de la libertad

A primerísima hora de la mañana, en el Berlinale Palast, hemos asistido a la nueva película de Epstein y Friedman, dos consumados documentalistas que ahora se atreven con la enorme figura lírica (enorme por compleja y atípica) del poeta norteamericano Allen Ginsberg, interpretado con gran convicción por James Franco (quien ya se sitúa entre los favoritos al Oso de plata en su disciplina), un intérprete que ha dejado de ser un simple rompecorazones para ir convirtiéndose en un profesional muy interesante. Su Ginsberg es rotundo, convincente al máximo, sin caer en divismos ni tics de actor del método, si no siempre a ras de suelo, sin grandes alardes.

La película es breve (90 minutos) pero densa. Con cuatro niveles narrativos (el momento temporal en que se gestó ‘Howl’, en blanco y negro; el juicio en el que se acusaba al editor del volumen de promocionar la pornografía; la vida cotidiana de Ginsberg salpicada de entrevistas mitad ficción mitad documento; y los poemas de Ginsberg como catalizadores de siniestros e imaginativos segmentos animados), es un ejemplo de falso documental que, al contrario de lo que suele pasar con ellos, rebosa contención y verdad.

En el reparto confluyen los rostros estupendos de, por ejemplo, David Strathairn, John Hamm (famoso por la serie ‘Mad Men’), Mary Louise-Parker (que lleva años triunfando con la espléndida ‘Weeds’, sale aquí cinco minutos, y lo borda), Jeff Daniels, Treat Williams, y otros estupendos actores cuya aparición es episódica pero impagable, formando un grupo disperso y compacto al mismo tiempo, en un relato que nos habla, a menudo estremeciendo con imágenes de puro genio visual, de la lucha por la libertad individual, de la necesidad de ser amado tal cual uno es, de la expresión como vehículo de la dignidad. Un filme notable y oscuro que fue aplaudido en dos ocasiones.

Fue una lástima, sin embargo, que la tan cacareada puntualidad alemana siga sin hacer aparición, pues los periodistas acreditados tuvimos que esperar más de quince minutos sobre la hora convenida a que los directores y la productora aparecieran en la sala de conferencias, con lo que muchos nos fuimos antes de que llevaran allí siquiera cuarto de hora, pues empezaba una de las películas más esperadas del festival.

‘The Ghost Writer’, vuelve Polanski en ausencia

La expectación alrededor de esta película era enorme. Hoy, antes de mediodida, el Berlinale Palast bullía por la nada disimulada emoción que en muchos (nos) producía ir a ver el pase de prensa de ‘The Ghost Writer’, con la que el gran Roman Polanski vuelve a la Berlinale 38 años después de la última vez. Ya ganó el Oso de Oro con ‘Cul-de-sac’ en 1966, y el Oso de Plata (Premio Especial del Jurado y Premio FIPRESCI) con ‘Repulsión’ en 1965. Lamentablemente, el penoso episodio de su absurdo cautiverio en Suiza todavía va para largo, y su película han venido a defenderla casi todos sus intérpretes, que forman un reparto de una solidez de hierro.

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Es ‘The Ghost Writer’ un filme recio y singular, bastante intrincado, pero resuelto con sencillez y estilo clarividentes. Cuenta la historia de un escritor de segunda fila, un don nadie (bien interpretado por un actor a menudo muy blando, que aquí demuestra de lo que es capaz, como lo es Ewan McGregor), un tipo casi sin pasado, al que encasquetan el marrón de hacer de negro (de fantasma, en el original) en la autobiografía de un ex-primer ministro fullero y siniestro, al que Pierce Brosnan clava en una interpretación magnífica. No interpreta a un ex-primer ministro, si no que lo es. Y así, el escritorzuelo, con el que de manera admirable conectamos emocionalmente a pesar de ser sólo una sombra de personaje, se ve involucrado involuntariamente en una enrevesada trama política y criminal cada vez más peligrosa.

Polanski filma con una precisión absoluta. Sin prisas. Sin caer en esa tendencia tan actual de hiperbolizar el cine negro. Para él, esto es un juego. Un juego cruel, pero juego al fin y al cabo. De modo que está presente un erotismo y un humor negro que jalonan un relato lleno de pequeños y placenteros detalles (el barrendero al que el viento le lleva lo barrido, el gorro del jardinero, la recepcionista disfrazada…) que hacen respirar de cotidianeidad una trama que, de otro modo, hubiera resultado más gélida. Porque estamos ante una verdadera “pieza de cámara” (pues la mayor parte de su metraje transcurre en el interior de un búnker de lujo…), al estilo de ‘La muerte y la doncella’ o ‘Repulsión’, pero más gozosa que la primera y menos de autor que la segunda. Polanski no tiene ya nada que demostrar a nadie, y se lo pasa como un chaval y esa sensación (vigorosa, juvenil) se transmite en cada secuencia.

Por supuesto que no estamos ante un filme del rango de ‘Chinatown’, ‘La semilla del diablo’, ‘El pianista’ o ‘El baile de los vampiros’, pero sin duda es un filme notable, sin la menor caída de ritmo, con un grupo de actores formidable (no sólo McGregor o Brosnan, también Kim Cattrall, Olivia Williams, Timothy Hutton, Tom Wilkinson...), que nos devuelve a un director imprescindible, quien desde su residencia alpina debe estar orgulloso de haber filmado un relato tan conciso y falto de divismo. Es increíble que un director de su talla filme con tanta humildad.

Al contrario que con ‘Howl’, la rueda de prensa de esta película comenzó antes de lo previsto. Y teniendo en cuenta la expectación levantada, he de decir que no pude asistir a ella más que desde la misma puerta de la sala, apretado entre cientos de periodistas. Por razones que se me escapan, este lugar es más pequeño, por ejemplo, que el del festival de San Sebastián, y está peor distribuido, con lo que eventos como este van a encontrar siempre un aforo masivo que no pueden permitirse. Pude ver, pese a todo, que la ausencia de Roman era como una sombra en la sala. Ahora bien, su película, que es lo que importa, se ha terminado, con lo cual es una falsa ausencia, por así decirlo.

Patrañas folklóricas

El día hubiera sido redondo, qué duda cabe, o casi, si no hubiéramos sufrido la desgracia de tener el pase, después de comer, de ‘My Name is Khan’, que concurre en la sección oficial, aunque por suerte fuera de concurso. Quién sabe si este jurado, como ocurrió en el Zinemaldia del año pasado con el disparate ‘Yo, también’, hubiera caído en la trampa y le hubiera concedido algún premio. A fin de cuentas, es un cruce entre la estúpida ‘Slumdog Millionaire’, que arrasó en los Oscar, y la película española mencionada, que triunfó en San Sebastián.

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La cosa es más o menos así: joven hindú que padece síndrome de asperger (un transtorno mental cercano al autismo, pues las personas que lo padecen no pueden reconocer las emociones ajenas, entre otras características), que da título a la película, desea, por razones no precisadas, ver al presidente de Estados Unidos (concretamente George Bush Jr.) para decirle que él no es un terrorista. En el camino, se reencuentra con su hermano y, lo que es más, se enamora de una joven con un culo estupendo (prometo que es lo primero que se ve de ella en la película, a cámara lenta), un cuerpazo de escándalo, y guapísima como una modelo, que, para más inri, es un cielo de chica que le aguanta sus monerías y llega a enamorarse de él. Ahí es nada.

Él tampoco es feo. se trata de la estrella hindú Shahrukh Khan, que es un ídolo en su país, pero que es un actor pésimo, pues no sólo ha confundido el tipo de autismo de su personaje, si no que no resulta creíble en ningún momento. Como nada en esta patraña pésimamente dirigida, con un guión infantiloide a más no poder, que trata de fusionar el estilo Bollywood con el del Hollywood más falaz, con lo que puede el lector imaginarse el desatino. Chistes dignos de ‘El chavo del ocho’ y una puesta en escena videoclipera, para una historia más sobre esa falacia del “sueño americano”: trabaja duro y llegarás a donde sea. Que se lo digan a Bernard Madoff…

Coda: ‘El mal ajeno’ ensucia la sección Panorama

A última hora, y completamente de improviso, he podido acceder al Zoo Palast, a ver una de las dos películas españolas que figuran en la Sección Panorama. Todo ha sido, debo decirlo, por casualidad, ya que me encontraba en la Embajada Española invitado por gente recién conocida, asistiendo al tradicional cocktail (presidido por Ángeles González-Sinde...espero que no se hubiera leído el artículo que linko con su nombre…), y al final he podido conseguir una entrada (puesto que como acreditado de prensa, no tengo derecho, en principio, a asistir a estos pases).

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La película, ‘El mal ajeno’, producida, entre otros, por Alejandro Amenábar (que estaba presente en la sala, junto con Sinde e Ignasi Guardans, lo que no me impidió abuchear) es un despropósito sin pies ni cabeza. El engendro se centra en un médico (Eduardo Noriega) totalmente insensibilizado por el dolor que le rodea en el hospital, que un buen día descubre que tiene poderes mágicos (tal como lo cuento) y que puede curar a la gente como por ensalmo. La cosa es una idiotez de tal calibre, que incluso copian la música de ‘El protegido’ (relato centrado, para más inri, en un hombre que descubre sus poderes), concretamente el genial corte ‘Visions’ de su partitura musical, en el momento de su hallazgo…

Noriega es un pésimo actor, siempre lo ha sido. No dudo que es un hombre fotogénico, y que se llevará muchas más mujeres a la cama que el que suscribe (que nunca se lleva ninguna), y hace bien. Más que bien. Pero su incompetencia ya ha quedado demostrada demasiadas veces como para que le sigan ofreciendo papeles de protagonista, o de secundario, o de figurante con frase. Ni siquiera posee una dicción medianamente correcta. Aquí, su médico es un hombre que se resiste a sufrir, y al final sufre como un condenado. Ni que decir tiene que hace el ridículo una y otra vez. Nunca, jamás, vive la secuencia como un actor. Quiero decir: nunca experimenta la verdad anímica de su personaje, ni siquiera una porción de ella.

Claro que no se le puede achacar toda la culpa a esta negación del oficio de actor. El director, Oskar Santos, en su debut, se revela como un director de actores más que principiante, bajo mínimos profesionales. Y su puesta en escena no logra encontrar un ritmo y un tono, si no que es un barullo amorfo sin dirección, que es lo que se le pide a un realizador. Sin olvidar que el guión, que firma Daniel Sánchez Arévalo, debe ser el peor, el más absurdo, que ha escrito este a menudo buen guionista en su vida. Para rematar el asunto, ni siquiera las mezclas de sonido estaban bien, si no que eran bochornosas. Y no quiero omitir la presencia de otra pésima actriz, la famosa Belén Rueda. Aunque ningún actor se salva de la quema.

En fin, lamentable. Esperemos que mañana la cosa mejore, con dos pesos pesados como Thomas Vintenberg y Martin Scorsese, este último, no lo olvidemos, fuera de concurso.

Berlín, 12 de Febrero de 2010

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