'Toy Story', y la animación cambió

'Toy Story', y la animación cambió
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Hay un selecto grupo de películas cuya importancia es vital en el desarrollo del cine como arte. A todos nos vienen a la mente films como ‘Intolerancia’ (‘Intolerance: Love’s Struggle Throughout the Ages’, 1916, David W. Griffith), ‘El acorazado Potemkin’ (‘Bronenosets Potyomkin’, 1925, Sergei M. Einsentein), ‘Ciudadano Kane’ (‘Citizen Kane’, 1941, Orson Welles) o ‘La guerra de las galaxia’ (‘Star Wars’, 1977, George Lucas), por citar algunos ejemplos. Hay claramente un antes y después de elllas, cada una en su ramo, aportando al cine elementos que más tarde serían aprovechados por un sinfín de cineastas. ‘Toy Story’ (id, 1995, John Lasseter) pertenece por derecho propio a ese grupo pues se trata del primer largometraje realizado enteramente por ordenador, herramienta con la que hasta ese momento se habían intentando algunas cosillas, como por ejemplo en ‘El secreto de la pirámide’ (‘Young Sherlock Holmes’, 1985, Barry Levinson) en cuya aplicación del CGI intervino John Lasseter, un verdadero visionario cuyo nombre merece estar entre los grandes.

Pasados quince años desde su realización ‘Toy Story’ no ha perdido ni un ápice de su frescura aunque si comparamos sus efectos visuales con los realizados hoy día en Pixar —en breve llegará a nuestros cines la tan aclamada tercera y última entrega de estos maravillosos juguetes— es evidente que sale perdiendo en algunas cosas. Sin embargo y tal y como señaló el propio Lasseter en su momento, la película no sería recordada en el futuro por representar un avance tecnológico, sino por sus entrañables personaje y su sencilla, que no simple, trama llena de fuerza destinada a niños de todas las edades. Es increíble presenciar cómo esta película va dirigida a todo el mundo demostrando una vez más que el cine de animación no es sólo para los más pequeños. Y presenciando demoledores comienzos como el de ‘Up’ (id, 2009, Peter Docter) ahora menos aún.

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La historia de ‘Toy Story’ nos lleva al universo que existe en la habitación de Andy. Allí siempre le esperan serviciales sus juguetes encabezados por Woody, un vaquero, que es el predilecto y para eso su lugar está encima de la cama. Con motivo del cumpleaños de Andy, los juguetes se ponen nerviosos ante la llegada de nuevos compañeros temiendo ser desplazados por su amo en pos de la novedad. Buzz Lightyear es un juguete de última generación, un guardián del espacio que puede volar y lanzar rayo láser es la nueva adquisición de Andy quien está maravillado con su nuevo entretenimiento. Muy pronto, en dicho universo surgirán enfrentamientos debido a los celos.

John Lasseter ha demostrado sobradamente, sobre todo en esta película y su genial secuela, una endiablada capacidad para la narración sabiendo mezclar con genialidad elementos del cine de animación y del de imagen real. Con esto me refiero a que todos los personajes en ‘Toy Story’ son perfectamente reconocibles dentro del mundo de Disney, existe un ambiente de película familiar en la que se ensalzan valores como la amistad, algo que lleva haciendo la mítica productora desde ‘Blancanieves y los 7 enanitos’ (‘Snow White and the Seven Dwarfs’, 1937, David Hand), resultando más que evidente su mensaje. A ello hay que sumar la habilidad del director para crear todo un mundo paralelo —el de los juguetes— al real, con entidad propia y que resulta totalmente creíble, mucho más que un buen número de películas no animadas. ‘Toy Story’ nos habla de las alegrías y pesares de un montón de juguetes y el espectador se cree lo que está viendo. Si eso no es la magia del cine no sé entonces lo que es.

Por supuesto el causante del milagro, por así llamarlo, no es otro que John Lasseter que se la jugó por completo al demostrar a todos que la animación por ordenador era el futuro. Vemos que no se equivocó, es más, es muy probable que nadie haya demostrado jamás el tener las ideas tan claras como Lasseter en querer demostrar algo totalmente revolucionario. Pero la genialidad del director no sólo se palpa únicamente en el lado técnico del film, ‘Toy Story’ no es grande por sus efectos, que en su momento nos dejó a todos con la boca abierta, sino por la puesta en escena de Lasseter, su sentido del ritmo y el dibujo de unos personajes llenos de carisma, desde Woody, el vaquero algo miedica, envidioso y temeroso de ser rechazado —un miedo habitual en el ser humano por lo que la identificación es total—, hasta Buzz Lightyear, el arrogante y fanfarrón héroe que tarda en tomar conciencia de sí mismo —otro elemento más para la identificación: la identidad—, pasando por toda una galería de personajes secundarios a cada cual más entrañable.

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‘Toy Story’ es desde su inicio, con la llegada de Buzz al cuarto de Andy, hasta su clímax en en una impresionante persecución, un continuo no dar respiro al espectador, set piece tras set piece llenas de emoción y perfectamente hilvanadas para dar coherencia al conjunto. Llama la atención que dos de las mejores escenas sean aquellas en las que se apartan un poco del tono del film y se codean con el género de terror, siguiendo el esquema clásico de ciertas películas de horror tomando como principal referencia ‘Freaks’ (id, 1932, Tod Browning). Me refiero, cómo no, al instante dentro de la habitación de Sid —un tormento de crío que se divierte destrozando juguetes— en el que Woody y Buzz descubren toda una manada de juguetes monstruos, producto de la mente retorcida del niño. Y el otro es la venganza de Woody y las víctimas de Sid contra éste, más serio de lo que cabría esperar en una película de estas características.

Una obra maestra en definitiva, que no sólo revolucionó técnicamente al sector, sino que además logró superponerse a ese progreso técnico con una historia inmortal. Las crítica fueron espléndidas, la taquilla impresionante y la Academia de Hollywood reconoció la calidad de John Lasseter entregándole un premio especial. Cuatro años más tarde propició una continuación que supo estar a la altura de las circunstancias, incluso las superó.

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